Divina Política

Divina política – Tres urnas, una dice diezmos, la segunda limosnas y la tercera su candidato.

Todos los días de todas las semanas a lo largo de veinte años, Aurora despidió con la misma fórmula a un grupo variopinto de salvajes cubiertos por un guardapolvo blanco. “Hasta mañana, si Dios quiere, alumnos”, decía la directora. “Hasta mañana, señora directora” contestaban los incandescentes proyectos humanos. Esta dinámica se repitió cuatro días a la semana, treinta y ocho semanas al año, con la excepción de los viernes, cuando la fórmula variaba hacia un “hasta el lunes” y el posterior sometimiento a la voluntad divina.

Más allá de haber demorado cuatro décadas en caer en la cuenta de la poesía de llamarte Aurora y ser directora, no fueron pocas las ocasiones en las que, al compartir experiencias infantiles con otros contemporáneos, tuve esa sensación incómoda de depositar el destino del día siguiente en Dios, como si salir del colegio y retirarnos a nuestros hogares fuera un acto de fe en el que damos un salto ciego hacia la certeza de que nos encontraremos nuevamente al día siguiente. O el lunes. Si Dios quiere, claro.

Para un obsesivo maníaco como quien suscribe estas líneas, nada hay más extremo que aceptar que absolutamente nada de lo que ocurre está 100% dentro de mi esfera de decisión. Y es que, básicamente, hasta dormir es un acto de fe basado en la certeza de que volveremos a abrir los ojos. No lo digo yo: está en la Biblia, ahí por los Salmos.

Llevo un par de semanas abocado al fino arte de gambetear temas que me embolan y me clavé a la espera de que esta vez era distinto, que la rosca en el Congreso iba a mostrar los nuevos modales del Gobierno y la habilidad política de sus flamantes integrantes. Pobre de mí. Así es como caí en ese tema del que no quería ni leer: Dante Gebel. ¿Qué pasó? Que no es un chiste. Dante Gebel es una constante en las conversaciones en redes sociales y puede que hayamos llegado muy tarde. Al menos eso es lo que dice la primera encuesta de conocimiento, una metodología compleja en la que se le pregunta a ciudadanos al azar si junan a un fulano o no: más del 30% sabe de quién hablamos. Ya quisiera cualquier político comenzar así.

Sin embargo, el hecho de que hoy se hable de él no es por otra cosa que por la fascinación por la construcción de candidatos. De hecho, ser conocido, en política, casi nunca es algo a favor. En el mundo moderno, un político conocido tiene, en el mejor de los casos, una imagen positiva del 50%. El resto lo odia. En términos de la Argentina, la persona que mejor ranquea tiene a 23 millones de personas que lo putean.

Por otro lado, es interesante tratar de dilucidar quiénes son los interesados en proponer a Gebel. No, no me refiero a los famosos que lo adulan a pesar de no tocar una Biblia ni para saber con qué se come. Leo que un administrador de acciones “junto con su mano derecha va por Gebel” y ya sé quiénes son. Por un lado me siento satisfecho de haber gambeteado el clickbait del medio que ya titula como si las noticias fueran una partida de Carrera de Mente. Por el otro, siento un déjà vu, ni bueno ni malo, solo una sensación conocida.

En 2019, cuando se alejaron del entorno de Sergio Massa por haber alcanzado la frontera que no querían cruzar –eso de volver al kirchnerismo fue un punto de inflexión para unos cuantos menos para Sergio Tomás y otros colaboradores que aún siguen– Eugenio Casielles y Ramiro Marra comenzaron a buscar caminos que les permitieran seguir en lo que más les gusta: una carrera política. Es como un juego para los que viven la política como una partida de ajedrez. Así es que se acercaron a un mediático excéntrico y con el temperamento de una botella de gaseosa luego de caer por unas soleadas escaleras. Y ya sabemos cómo terminó aquella historia que es nuestro presente. Casielles integró el grupo original de La Libertad Avanza y se alejó alegando diferencias irreconciliables. Marra fue expulsado. En el caso de Gebel la info llegó errada: Marra no está en el carro que lo empuja.

El tema –mi tema– con Dante Gebel es lo que, aparentemente, no cuenta. No me refiero a su patrimonio, que en la visión cristiana evangélica norteamericana, el éxito económico no es un pecado, sino una virtud. Hablo de sus intereses políticos. Y digo “aparentemente no cuenta” porque pareciera que hay un operativo para instalar un candidato de la nada basado en el espectáculo Presidante. El show existe con ese mismo título hace más de tres años, debutó en un Luna Park plagado de famosos, recorrió toda América Latina y siempre tuvo la misma premisa: cinco medidas de gobierno si el protagonista fuera presidente por un día.

No sé si me tomaría muy en serio a un predicador cristiano llamado Dante, pero son boludeces que solo los lectores de clásicos de la literatura podemos llegar a entender. La idea de hablar del boom de los outsiders hace que tengamos que repensar eso de la memoria colectiva. Solo si nos referimos a la Argentina, hay que recordar que Palito Ortega fue convencional constituyente, ministro, gobernador de Tucumán y candidato a vicepresidente. Carlos Reutemann fue el tipo al que todos le pidieron que se presentara como candidato presidencial en 2003. El listado es extenso hacia adelante y atrás: Pinky, Miguel del Sel, Irma Roy, Elena Cruz, Virginia Gallardo, Karen Reichardt. Todos parte de un extenso listado que termina en el summum del hombre con menos talento que el jet set haya conocido: Daniel Scioli.

No coincido en que estemos ante el primer gobierno mesiánico de la historia. El mayor, puede ser. El manejo de las redes sociales de la actual dirigencia mantiene exacerbado ese aspecto místico, pero no hay nada novedoso en el llamado de Dios a liderar un pueblo. Bueno, sí, es la primera vez que escuchamos que alguien recibe el llamado a través del espíritu de una mascota fallecida y tal vez estemos en presencia del mayor misticismo explícito que hayamos visto, pero eso no quita el sentimiento de destino manifiesto en las carreras políticas de muchos –demasiados– presidentes argentinos y, cuando no, de figuras con menor importancia institucional.

Tampoco es un fenómeno nuevo ni local. El paso de las monarquías absolutas de mandato divino (yo soy el Rey porque así lo quiso Dios) hacia la democracia ha sido laico sólo en los papeles y más por fines de integración demográfica que por quitar a la religión de los asuntos de los hombres. Estados Unidos, cuna de la democracia presidencialista, tiene su destino manifiesto como pilar político, figura en los billetes y es el saludo de cierre de cualquier presidente cuando se dirige a su población con un Dios bendiga a América. Pero incluso ellos han sabido tener en pleno siglo XXI a un presidente que declaró una guerra y, al explicarla, dijo que se trataba de una guerra santa, junto con conceptos antiquísimos como el destino manifiesto o el mandato divino.

De todos modos, destaco que la diferencia de Milei con el resto es que lo dice. Lo hace con la seguridad de quien sabe algo desde siempre y la solvencia del que estudió cinco minutos antes de entrar al oral, pero no niega su misticismo exacerbado. O sea: el resto de los políticos que llegaron a la presidencia o que pretenden hacerlo tienen un rasgo de la personalidad en el que el misticismo mesiánico está latente, aunque no lo reconozcan en público.

Usted y yo le tememos a un montón de cosas y de personas. Carlos Menem decía sólo temerle a Dios; debajo de él, nadie. Cristina Fernández dijo que los demás debían temerle a Dios y, un poquito, a ella. Gran parte del enojo de Perón con la Iglesia Católica surgió cuando la institución religiosa decidió apoyar al flamante Partido Demócrata Cristiano y en eso también puede encontrarse un dejo mesiánico: que sólo una persona sepa interpretar la doctrina social de la Iglesia.

Pero volvamos a Dante. Si usted no forma parte del 30% que dijo conocerlo, eso se debe a diversos factores que se pueden explicar del siguiente modo: usted no es evangelista o usted no sabe que todavía existe la televisión. Allí, desde hace años, Gebel tiene su programa a todo culo, con banda de músicos estable y una lista de entrevistados que me genera una profunda y para nada sana envidia. A nivel producción cuesta un huevo. Y como usted no sabe de quién hablamos, podemos deducir que el nivel de presupuesto poco tiene que ver con el rating de audiencia. Salvo que hablemos del engagement de esa audiencia en el universo evangélico: si les muestro los números de las personas conectadas en vivo a su programa vía YouTube, mañana cierran todos los canales de streaming por pudor.

En el mundo evangélico, Gebel es más que conocido: es Gardel en Tango Bar. Ha llenado estadios desde que se le ocurrió hacer un Vélez hace casi 30 años. Ha mejorado su oratoria con una cantidad incontable de programas de radio en horarios marginales, cientos de miles de sermones por toda América Latina y una larga trayectoria entre Estados Unidos y la Argentina.

La retórica cristiana evangélica de corte norteamericano es un efecto colateral, un resabio de la Guerra Fría, cuando las autoridades norteamericanas vieron con buenos ojos y fomentaron que líderes religiosos carismáticos y populares como Billy Graham comenzaran a disputarle el territorio a la Iglesia Católica. La idea era captar feligreses, pero no cualquiera de ellos. El enemigo no era el conservadurismo católico, sino la opción por los pobres, los curas tercermundistas, los que estaban tan pegados a los grupos subversivos que más de uno confundió la sotana con la fajina.

Hace unos años noté que no todos comprenden las diferencias entre los distintos cultos evangélicos o congregaciones o comunidades. El protestantismo luterano o calvinista es algo muy para los libros de historia. En Estados Unidos, fundados por derivaciones del anglicanismo, las denominaciones van desde el presibteranismo, el evangelismo reformado, el puritanismo, y siguen entre metodistas, amish, hermanos en Cristo, menonitas, huteristas, anabautistas, adventistas y las quinientas subdivisiones de cada una de ellas.

En la Argentina contamos con distintas versiones de evangelistas pero las que siempre se nos vienen a la mente son las mediáticas, esas que tienen espacios televisivos pagados con la guita de los feligreses. Algunas llegan a rozar (lo de rozar debería ir con más comillas que las permitidas) lo delictivo a través de promesas engañosas y sospechas de lavado de dinero que siempre terminan archivadas.

Los caminos del Señor son misteriosos, pero la brasileña Iglesia Universal de Dios le suma aceites de Tierra Santa que compran en el chino de a la vuelta, curaciones milagrosas y un sincretismo pagano sin igual: todo lo malo que te pasa es porque alguien te hechizó. Sin embargo, esta entidad que concentra miles de millones de dólares en movimientos, propiedades en cada municipio del hemisferio sur y automóviles para salvar de la quiebra a cualquier automotriz, en Brasil juega fuerte a nivel político en conjunto con el resto de las denominaciones.

Ahora bajaron un poco la intensidad electoral y muchos de sus representantes cambiaron de partidos, pero el Frente Parlamentario Evangélico funciona como un bloque transversal a todos los partidos del Congreso brasileño, que agrupa a legisladores (diputados y senadores) de fe evangélica. En su mejor momento –hasta las últimas elecciones– llegaron a condensar 187 diputados sobre 513 y 30 de los 81 senadores. Desde siempre mantienen una agenda en común con el catolicismo en materia social –aborto, eutanasia, matrimonio igualitario, ideología de género– pero las diferencias comienzan al alcanzar las cuestiones económicas.

Y si en Brasil el evangelismo ya alcanza al 30% del electorado, la Argentina aceleró: las iglesias pentecostales –denominación mayoritaria del evangelismo en América Latina– pasaron del 8,6% de la población en 2008 al 15,3% en 2019 según los únicos estudios existentes en manos del equipo de Fortunato Mallimaci. Más porcentaje en mayor población. Y probablemente la pandemia haya modificado el espectro. Quizá eso explique que hoy contemos con nueve diputados evangélicos, entre los que podemos ubicar a la hija del «Nene» Vera por la fama obtenida en la rosca peronista libertaria bonaerense de la última elección. Los nueve se referencian con “las ideas de la libertad”.

La pregunta que podríamos hacernos es, ya que tantos famosos siguen a Dante Gebel, si lo hacen por creer en el cristianismo evangélico pentecostal. La respuesta es simple: no. Gebel es un tipo que, a primerísima vista, tiene don de gentes: carismático, simpático y adapta su forma de hablar al ámbito en el que tiene que desenvolverse. Los famosos que se muestran entre su público no lo hacen en las iglesias norteamericanas ni en sus megaeventos evangélicos en estadios: van a su obra de teatro. Obviamente, no pagan la entrada.

Otra parte del don de gentes tiene que ver con la cordialidad y el buen trato. La Divina Noche, el programa que condujo Dante Gebel por la pantalla de Canal 9 con la producción de Mario Pergolini y que hoy se mudó a la pantalla del Trece, durante años se grabó en Estados Unidos, que es donde Gebel vive. Él mismo contó en 2022, entrevistado por Pergolini para Vorterix, cómo trata a sus invitados famosos antes de ser entrevistados: “Desde que se suben en Ezeiza hasta que bajan allá, los atendemos, los llevamos a los parques, a comer, a cenar; pasan, a veces, toda una semana completa. Entonces cuando llegan a la nota, ya están ablandados porque se dieron cuenta de que las reglas de juego están claras”. Ahí entra lo intangible: “Agradecen sentirse cómodos; hay un montón de artistas que no tienen un lugar donde contar su vida”.

¿Cómo no se van a ir agradecidos de las notas? ¿Cómo no se los va a meter en el bolsillo? Esa es la clave del evangelismo, la frase que siempre escuchamos: el pastor no te juzga, el pastor te escucha, el pastor te atiende y la atención es personalizada, única.

En La Divina Noche reserva los últimos cinco minutos para hacer una reflexión. Lo hace parado sobre cuestiones cotidianas y con una retórica para los tiempos que corren: cita a los grandes estoicos, a los antiguos griegos y aporta propuestas de autoanálisis. No hace falta mencionar a Dios. Soft power de diplomacia ecuménica. Bastante diferente a cómo inicia sus sermones en el River Arena de Anaheim, California: “Dios te bendiga, Dios te guarde, en momentos voy a transmitirte lo que, creo, Dios me dijo que te diga”.

Gebel no lo oculta ni tiene dos caras. Su canal de YouTube cuenta con 3.22 millones de suscriptores al cierre de esta nota y sus sermones son subidos completos para que sean consumidos en todas partes del mundo. En uno que brindó hace dos semanas, inició con una información interesante al comentar que recién llegaba de Bahía Blanca donde ayudaron a “levantar varios edificios y un club donde la gente pudiera buscar refugio y comida”. Y como último paso antes de decir lo que Dios le dijo que nos diga, mostró cómo reventó de público sus funciones en dicha ciudad.

Y así, en un video con cerca de 700 mil vistas (desconozco cuántos lo vieron en directo y desde dónde) y sin decir otra cosa al respecto, Gebel quedó parado en un lugar distinto al que ocupó el Presidente de la Nación, que primero autorizó una partida de 200 mil millones de pesos para auxiliar a los damnificados por el temporal del año pasado, luego vetó la ley de fondos por el mismo monto votada en el Congreso por superponerse con su partida y, más tarde, redujo a la mitad el dinero a destinarse a la reconstrucción de la ciudad.

La exposición de Gebel continúa con un spoiler del espectáculo que, aclara, no es una conferencia evangélica: “Sobre el final les cuento que todo forma parte del Sermón de la Montaña de Jesucristo” y que le da “las glorias a Jesucristo por esas supuestas cinco medidas de gobierno que yo implementaría en cualquier país donde yo sería (sic) presidente por veinticuatro horas” para luego sostener que “es una manera de llegar a toda esa gente que quizá no vendría nunca a una iglesia”. Tiene tan poco para ocultar en su accionar que dice abiertamente que “es una tarea evangelística, no deja de serlo, no quiero decir solapada, pero es una suerte de Caballo de Troya donde uno puede llegar a gente que de otro modo no podría llegar”.

Ya que estaba con ese video, me quedé a ver y oír su sermón. No sabría decir cómo impacta en las mentes católicas más conservadoras porque he tenido la suerte de que me tocaran curas piolas, macanudos, juveniles y bastante mundanos. Soy de los que no recordamos el Mea Culpa pero si suena Alma Misionera podemos colgarnos del paravalanchas y agitar banderas. Sin embargo, por lo leído de filosofía, teología y doctrinas, puede que escuchar decir que “esto nunca se trató de ir al cielo” sino que “el cielo ya está entre nosotros”, suene un poco a liberador y muy distinto a “de los pobres será el reino de los cielos”. Es cierto que la segunda frase está en el Nuevo Testamento y que la afirmación de Gebel es su interpretación del resto de los textos (puntualmente de San Pablo de Tarso).

Podría seguir por esta línea de abordaje soporífera que sólo a mí me atrapa, pero el tema que quería tocar era por qué nos alejamos cada vez más del –ya casi imposible– sueño de la Argentina laica. No creo que sea inocente que Pergolini, por años productor de Gebel, haya dicho en una entrevista que “el próximo presidente será un outsider”. Menos si tengo en cuenta que ya le preguntó en 2022 –al inicio de su gira Presidante– si fue tentado por la política.

Tampoco demora una mínima búsqueda encontrar a Gebel con opiniones políticas. Sin ir más lejos, apoyó a Scioli en 2015 y el video está por ahí. Fuera de la arena religiosa, Gebel habla sobre Milei de manera directa. En los últimos días se viralizó un fragmento de una entrevista en la que se mofa de que “soltás a un extraterrestre en su entrevista con Fantino y le preguntás quién es el Presidente y no sabe”.

Pero la tibieza que Gebel le mete a la posibilidad de “contribuir con un granito de arena” toma temperatura entre los que se le acercaron para tantear un armado. En parte lo vimos todos con el aumento de menciones, citas y anécdotas de dudosa veracidad. Ni Carlos Maslatón se perdió la oportunidad de hablar bien de él. Y ya sabemos dónde terminó el último outsider del que Maslatón habló bien.

No me preocupa la posibilidad de tener un presidente evangélico. De hecho, no me preocupa en qué creen los que gobiernan porque no hay forma de refutar lo que habita dentro de sus cabezas. La diferencia en el caso de Gebel es que no es sólo un evangelista: es pastor y líder de una iglesia. No tengo punto de comparación dado que lo más cercano que tuvimos en el catolicismo argentino fue al padre Luis Farinello en el Polo Obrero.

Juan Pablo Brey, titular del sindicato de aeronavegantes y, obviamente, peronista, también empuja a Gebel hacia la política. No sé si la entrevista que Brey le dio a Infobae entra en el ámbito de la tarea de colocar a Gebel como presidenciable o si tan solo fue una coincidencia, pero al mencionar a los dirigentes sindicales y políticos que acompañarían el proyecto, podría habérselos unido con un hilo rojo: personas que hoy no tienen un espacio de pertenencia con posibilidades de llegar a algún lado.

Podríamos abrazar la idea siempre funcional de un candidato que venga a unir a los argentinos, cuando si algo nos enseñaron de chiquitos es que en la mesa no se habla de política ni de religión. O también podríamos tener en cuenta que la idea latente es lanzarlo para las presidenciales de 2027. Ahí es donde comienzo a preocuparme, porque si todo marcha como lo hace hasta ahora o, incluso, mejora, ¿quién podría pensar en que Milei no reelige? Lo mismo se esperaba de Macri en 2017 para 2019 y, sin embargo, el final del veranito económico más la unidad del peronismo dieron vuelta todo pronóstico. ¿Acaso ven un baile económico próximo?

Pero quizá no sea este el escenario esta vez y todo esto se trate de una forma de presentar un candidato votable que, aunque no gane, logre hacer entrar a unos cuantos legisladores y, quién sabe, algún que otro intendente. Es un negocio redondo para todos. Gebel tendrá mucha vocación de servicio pero no me imagino a una persona que largue algo que le devuelve tanto en tantos países por una promesa de ser puteado por media Argentina si le va bien. Y el resto de los factores del proyecto también ganarán por partida doble, ya que habrán notado algo que nadie había percibido: ¿Quién carajo va de candidato con un peronismo detonado e imposibilitado de despegar su imagen del fracaso, un Pro en coma inducido y un radicalismo perpetuamente extraviado? ¿Quién deja pasar la posibilidad de empujar a un tipo que parte de un 30% de conocimiento sin abrazarlo para que no se vaya con una brisa?

Y si por una de esas casualidades les sale bien, se le podrá agradecer a Milei haber picado en punta al demostrar que no hace falta tener experiencia ni contar con grandes equipos de conocedores de cada área del Estado. Primero se gana, el resto se acomoda. Un día te garantizan que tu gobierno no pasa de Pascuas, pestañeás dos veces y te aprueban la creación de una embajada en Marte. Salvo que insistas en querer hacerle trampa a los Ocean’s Eleven.

Y yo, pobre boludo que prestó atención en Educación Cívica, insisto en querer dejar los milagros afuera de las cuestiones de Estado. Si Dios quiere, claro.

Nicolás Lucca

P.D: No quisiera dejar de recordar que este país que discute mesianismos no habría sido posible sin el enorme esfuerzo puesto en arruinarlo todo de parte de la clase dirigente más angurrienta e incompetente que hayamos podido imaginar.

Este texto fue escrito sin la utilización de herramientas de IA. Compartilo, que los algoritmos me esquivan. Este sitio se sostiene sin anunciantes ni pautas. El texto fue por mi parte. Pero, si tenés ganas, podés colaborar:

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Y tu mamá también

El círculo amarillo

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(Sí, se leen y se contestan since 2008)

Un comentario

  1. Me estás preocupando, Nico. A mis 62 años creía haber visto todo y descubro estar equivocado.
    Esto parece el «Club 2 con 50» de «Peor es Nada»… y es muy triste admitir el aplazo general en Educación Cívica.
    Para estos pastores o para los los que reciben mensajes espirituales a través de mascotas muertas: cómo pueden asegurar que lo que dicen proviene del lado bueno y no del lado malo? ¿Estarán pinchadas las líneas?
    Lo sospechoso de los que están inmersos en esta lógica binaria de lucha entre opuestos es que ignoran quién estableció el reglamento que rige en el partido entre ambos. ¿Dios o el Diablo? ¿Y si es lo mismo? Ahí tendría sentido sostener que a la divina comedia le llegó la noche con sus nueve círculos.
    Nico, gracias por este artículo y lo tendré muy presente con la ligera esperanza de que nunca suceda.

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