Universo paralelo

Universo Paralelo

En 1914 ocurrió uno de los crímenes más estudiados de la historia argentina. Es tema de estudio por el tenor de sus protagonistas, por los cambios que ocurrieron en los criterios de investigación con el pasar de los años y por ser la última vez que aplicó la pena de muerte en la Argentina. Una mujer quiso deshacerse del marido y contrató a dos inmigrantes calabreses para simular un robo.

Todo lo que podía salir mal, salió mal. Intentaron simular un asalto en las calles de Belgrano, del cual la víctima se defendió y logró huir para llegar a su casa a las puteadas por la inseguridad. Luego de un segundo “intento de robo”, el hombre decidió que era hora de mudarse a una zona más segura. En el recibidor de la vivienda ubicada en la calle Gallo, casi en la esquina de la Avenida Santa Fe, finalmente fue asesinado. La torpeza de los calabreses, sin experiencia, llevó a que cometieran el crimen con un cuchillo que utilizaban en la pescadería en la que trabajaban. Y todos sabemos que no hay forma de sacarle el olor a un cuchillo de esos. El comisario los encontró en lo que tardó en ir al mercado del barrio y preguntar por la pescadería.

Los sicarios fueron condenados a morir.

Entre los elementos que contribuyeron al estudio del caso se encuentra la increíble falta de experiencia de los asesinos y que la mujer fue investigada por el mismo comisario que se negó a intervenir en las sucesivas denuncias por violencia doméstica de la misma acusada. También se cuestiona la aplicación de la pena de muerte cuando en numerosos casos similares no se aplicaba. Se debate, todavía, si el caso fue lo suficientemente grave como para recibir la cobertura que tuvo. Solo por poner un ejemplo, cuando uno de los calabreses fue capturado en el litoral rumbo al norte, salió en todos lados. Esa misma semana ocurrió otra decena de crímenes entre puteríos y conventillos, según las estadísticas de la época.

A lo largo de la historia hemos tenido casos impactantes que nos llevan a replantearnos todo lo que damos por sentado. Pero lo hacemos por un ratito, que después cansa y debemos seguir con nuestras vidas. Quedan en la memoria y surgen de vez en cuando con un “te acordás de Nora Dalmasso” o algo por el estilo. Y así y todo también se diluye y pocos recuerdan casos atroces.

Fuera de círculos especializados, pocos saben qué significa el nombre Fabián Tablado, algunos pueden recordar la masacre de la familia Bagnatto en Flores en buena medida gracias a la memoria permanente de Matías, el único sobreviviente. Por fuera del terrorismo de Estado, los crímenes abundaron en la historia argentina y fueron menos los que trascendieron que aquellos que ocurrieron en simultáneo. Robledo Puch no fue el único asesino que se cargó un tendal de personas en un raid delictivo, pero tuvo todos los condimentos para ser noticias. El clan Puccio no fue la única familia dedicada al crimen, que hasta la ficción tiene entronizada a grandes familias abocadas al hampa.

En agosto de 2011, una chica de 11 años llamada Candela desapareció de la puerta de su casa en Hurlingham. El caso mantuvo en vilo a la opinión pública hasta que el cadáver de la nena apareció en un baldío a la vera de la autopista del Oeste. Lo encontró una cartonera. Toda la Policía Bonaerense atrás de la búsqueda y el cuerpo fue encontrado al lado de la autopista, cerca del lugar de desaparición, y por una cartonera. Un día después sabíamos que Candela había sido violada y luego asfixiada. Recién entonces se comenzó a hablar del pasado y presente familiar de la víctima.

La investigación fue una joda de las que no causan gracia: perejiles, abogados mediáticos, información sobre la marginalidad que rodeaba a toda la familia de Candela y datos morbosos que nada aportaban a la causa pero que servían para rellenar horas de aire. Y sabemos que, cuando de eso se trata, nadie frena a decir si sirve o no debatir sobre la vida sexual de la niña.

Todo se mediatizó en parte por el accionar del mismísimo gobernador bonaerense, Daniel Scioli, que se puso a acompañar a la familia y, junto a sus funcionarios, anunciaban en conferencias de prensa los pasos a seguir. Años después, cuando ya todo estaba diluido en la opinión pública, llegó la sentencia con dos condenados a prisión perpetua, y otro a una pena menor por encubrimiento. El testigo de identidad reservada que había cantado los nombres de todos los partícipes murió en un accidente doméstico. A la mayoría de la gente, una fuga de gas puede matarla por asfixia. La de este buen señor desencadenó en una explosión. Cosas de la Argentina, ¿vio?

A medida que pasan los años, mi experiencia judicial queda cada vez más chiquita. Cuando comencé este blog, ese pasado era toda mi vida laboral adulta. Hoy es una experiencia laboral menor en comparación con las otras fuentes de ingreso que tuve después. Sin embargo, todavía recuerdo muchas cosas que hacen que me sorprenda por la sorpresa del que se sorprende ante la realidad que nos rodea.

Ahora estamos con un caso brutal en nuestras manos y viene como anillo al dedo para rellenar espacios de un consumo informativo del que también soy parte. El combo es letal: tres chicas, drogas que no se conocen, narcotráfico, prostitución, conurbano bonaerense, extranjeros, abogados mediáticos y un asesinato múltiple y sádico.

Es insólito que cualquier intento de análisis se haga con toda la cautela necesaria para no quedar como que se defiende a un gobernador indefendible, o con cálculos de a quién se perjudica. Decir que la provincia de Buenos Aires, puntualmente su conurbano, ha sufrido un aumento tremendo del crimen, es una obviedad tan sincera como que se duplicó el tamaño de su población, o que aparecieron más de 1.100 asentamientos ilegales en dos décadas.

Algo interesante sería evaluar cuáles son las brutalidades que se ven y dicen en la actualidad y otras que pasamos por alto ya no sé por qué. ¿Cuántos saben que un abogado tiene prohibido ofrecer sus servicios y que sólo puede ser contactado por un potencial cliente? ¿Cuántos creen que la familia de dos de las víctimas tiene el teléfono de ese abogado para contactarlo y preguntarle si quiere laburar gratis en la causa más mediática del momento? ¿Acaso la familia de Loan en Corrientes tenía el contacto del mismo abogado con domicilio en La Plata y lo llamaron para preguntarle si podía intervenir gratis? Por si no lo saben, Loan Peña es un nene que desapareció en junio de 2024 y del que ya no hablamos hace rato. Forma parte del listado de 178 personas desaparecidas vigente en la actualidad, 64 de ellos menores que pueden consultar tanto en la página de Missing Children como en la del Ministerio de Seguridad de la Nación.

El abogado, con una causa que recién comienza a tener sus primeros escritos, afirma en una declaración ante la prensa que los victimarios merecen la pena de muerte. Soy de la teoría de que, en los primeros cinco minutos después de cobrar un sopapo para robarnos la billetera, todos pedimos la pena de muerte más humillante que se pueda realizar. Luego nos baja la espuma, así que no soy quién para meterme en el sentir popular y podríamos debatir la conveniencia o no de penas irreversibles en un país en el que las administrarían estos mismos jueces. Sin embargo, que lo diga un abogado es demagogia jurídica. Mejor que nadie sabe que el código penal contempla las penas de prisión, reclusión, multa e inhabilitación. Lo sabe y lo dice igual. Primero, porque tiene lengua. Segundo, porque vivimos en un país soberano, libre, con libertad de expresión, sin censura blablablá, y tercero porque es candidato a diputado.

Algo que sí resulta interesante –y por interesante me refiero a que me hizo arrancarme los pelos– es la cantidad de veces que escuché decir que “cuando el Estado se retira aparecen los narcos” en el sentido de que lo que antes te daba el puntero, ahora te lo da el otro puntero, el de falopa. Honestamente, no sé si hablan a favor o en contra del Estado. El puntero político no es la presencia del Estado: es un criminal que utiliza al Estado para montar un mini feudo en el que todo pasa por él, gracias a él o con permiso de él. Puedo trazar el origen de este pensamiento hasta el mito de un Pablo Escobar como generoso favorecedor de obras y beneficencia, ese que “en Medellín te hablan maravillas”, algo que es falso de toda falsedad.

Pero lo más insólito de este razonamiento es el lugar que habitan los que piensan así y lo dicen. ¿De dónde creen que sale la cocaína que consumen sus amigos, o el vecino, o ese al que conocen que toma merca? ¿Creen que la compra en Paseo Alcorta o que salió del culo de un transa que hace el pasamanos en Corrientes y Callao desde la ventanilla del coche a las tres de la tarde de un soleado día de semana? Esa creencia de que la droga es sinónimo de marginalidad es lo que marca esa división entre universos que nos cuesta concebir que coexisten cuando el razonamiento es lineal. ¿Sabés de alguien que consume? ¿Creés que va a comprar de madrugada al corazón de la peor villa que podamos imaginar o que le llega a su casa como la comida?

En el pináculo de la pajereada opinóloga, llueven los teléfonos de los especialistas en cosas que intentan hacer lo mismo que los abogados mediáticos: aprovechar la ola para buscar potenciales compradores. Uno que logró pasar el filtro de varios productores dijo que “el mensaje no fue hacia los mandos más bajos, sino hacia arriba, hacia la política”. Llámenme escéptico, pero dudo mucho que los altos mandos mafiosos se reúnan en un concilio para analizar los nuevos paradigmas políticos que condicionan la inserción de la Argentina en el concierto de naciones.

“No conozco el expediente”, es una frase de cabecera de los funcionarios judiciales cuando les consultan por causas de sus colegas. Y es una frase que deberíamos tener todos tatuados y por eso la repito cada vez que puedo. Desde el punto de vista objetivo, tengo tres cuerpos, un asesino material, puede que uno, dos o tres cómplices, y con toda la furia podría haber un autor intelectual. El fiscal y el juez de turno deben probar quién fue y nada más que quién fue.

Sí, hay serios vínculos posibles con el mundo del narcotráfico, y no por eso la causa tiene que pasar a la Justicia Federal. Por más que sean homicidios ordenados por el mismísimo capo de tutti capi de la falopa argenta, los homicidios son jurisdicción de la justicia ordinaria y es mejor que así sea. Bastante quilombo tiene el juzgado federal que deberá investigar la red narco como para encima tirarles con los tres homicidios cuando el juez y el fiscal de instrucción están capacitados y fueron designados precisamente para investigar ese tipo de crímenes. Hay un abogado disponible en cada medio periodístico, pueden consultarle antes de decir lo primero que les venga a la mente.

Si las chicas ejercían o no la prostitución sirve sólo para determinar si fue el causal de sus muertes. Una vez establecido, ya no importa. No hay juicios morales, están prohibidos hace un par de siglos. Se juzgan hechos.

Ahora, si lo que interesa es el escándalo, bueno, les juro que así como es recontra fácil conseguir drogas, hay mujeres que ejercen la prostitución. Un testigo dijo que las víctimas “chambeaban en Flores”. Chambear es parte de la jerga mexicana que pueden encontrar en canciones populares como esta de Peso Pluma y Arcángel. Una chamba, un laburo, una changa no muy legal. El escándalo alcanza niveles estrafalarios cuando nos enteramos que una de las chicas es bastante menor de edad. Y que los testigos lo cuentan como si nada.

De pronto aparecen análisis de cualquiera que se acerca a un micrófono en una entrevista al azar y comienzan a especular con la falta de cultura del trabajo, carencia en el sistema educativo y demás cuestiones que, al igual que con las drogas, pareciera que existen sólo en los sectores bajos de la sociedad. No hay escorts, no existen damas de compañía ni señoritas con semipisos en barios recontra tops que encontraron en la prostitución una buena manera de satisfacer sus deseos materiales. Y ya me calienta que, por tener que aclarar esto, mi relato comience a parecerse a un discurso progre, pero es lo que veo: “se prostituían por una cuestión cultural o por una vía de acceso inmediato a objetos de deseo”. Todos somos psicólogos.

Nadie quiso informarse de qué carajo hablamos cuando decimos “Tusi” más que tirar “la cocaína rosa”. No, no tiene prácticamente nada que ver con la cocaína más allá de su forma de consumo esnifada. Y como esto es un servicio al lector, paso a explicar brevemente que el tusi es una droga de fabricación casera sin ningún standard. Debe su nombre a una droga europea. Así como la cocaína es el nombre vulgar del Tetrahidroclorhidrato de cocaína, existe en el viejo continente una droga de laboratorio llamada 4-bromo-2,5-dimetoxifeniletilamina, abreviada como 2C-B. En inglés: two-c-b. Tusi.

Lo que acá conocemos como Tusi no tiene ya nada que ver con esa composición química original y es una mezcla de ketamina, anfetaminas, cafeína y demás excipientes que provocan un estado obvio de alerta inmediato y sobreexcitación. Y como no hay ningún manual, puede provocar cualquier cosa según quién la fabrique. ¿A qué debe el rosado? A un colorante.

El Tusi latinoamericano se popularizó durante la pandemia cuando, por las restricciones a la circulación, la tarea de la distribución de cocaína comenzó a ser un contratiempo. ¿Qué ocurrió? Bueno, si nada puede entrar al barrio, fabriquemos algo.

Otra cosa que sería interesante aclarar es que debemos terminar de una vez por todas con el verso idiota de que “la Argentina es un país de circulación de droga, no es un país productor”. En 2003 todos los que pisábamos un pasillo judicial federal aunque fuera para llevar unas resmas de hojas, tuvimos que hacer un curso urgente sobre una droga que hacía estragos. Ahí conocimos el origen de esa sustancia que caía en el juzgado como cocaína pero que no tenía forma de cocaína. Ahí conocimos al Paco.

Esa droga se hace con lo que sobra de la producción de cocaína. Es tan, pero tan barata que nadie con un mínimo de pensamiento comercial se calentaría en mover un dedo para importarla. No tiene sentido arriesgar recursos humanos, la posibilidad de ir en cana, una investigación y un dineral por una droga que no genera dividendos interesantes. Entonces, si hay paco y nadie importa paco, quiere decir que hay materia prima. Entonces, si hay paco, Argentina produce. Como también producimos las pastillas de MDMA, los cristales de metanfetaminas y el Tusi. Producimos hace décadas. ¿Quieren aclarar que no producimos cocaína? Ok, expliquen el paco, entonces.

El listado de lo que me aqueja en torno a este tema es interminable. Puedo seguir con el pedido descarnado de cerrar las fronteras, cuando las cárceles argentinas están reventadas de presos en un 94% argentinos bien argentinitos para orgullo de nuestra industria nacional. Y si las estadísticas no son de consumo habitual, sí podemos intentar con una cuestión lineal. Todos coincidimos en que la mayor organización narcocriminal que asoló esta tierra en los últimos tiempos son Los Monos del Gran Rosario, ¿no? Genial. ¿Dónde nacieron? Ahora que en este país que viaja a la velocidad de la luz el tema es el financiamiento de Espert ¿de dónde es ese narco que le puso guita y avión y que se merece cárcel o bala hasta que se convierte en algo más complejo? ¿De Villazón o de Trelew?

Nota al margen: no puedo creer que Kicillof salga a decir que ninguno de los señalados por narcotráfico en el caso de Espert es del kirchnerismo. No, no lo son. Casi la totalidad del resto de los políticos acusados en los últimos años, sí. Algunos hasta se autoincriminaron. Podríamos cerrar en que son todos narcos, pero no quiero estigmatizar a la totalidad de la política porque alguna esperanza hay que guardar. Y también podríamos volver al debate insalvable sobre el financiamiento de la política. Mientras, podemos cuestionar las elecciones de vida de gente marginal.

Las preguntas pueden abundar aún más. Si los vínculos que permitieron la existencia de clanes marginales llegan a políticos, jueces federales, gobernadores y legisladores ¿cómo vamos a creer que un pibe mal peinado aterriza a los 20 años en la villa 1-11-14 y dice que ahora es su territorio y vive para contarlo? ¿Alguien piensa dos segundos antes de decir que “le robaron media tonelada de droga”? ¿Cómo te llevás media tonelada de algo en una cartera? ¿Descartás la Labubu?

Al igual que en tantos otros casos, todo lo que podía salir mal, salió mal. El Estado no lo puede todo y debemos aceptarlo. Probablemente, más que no poder, no quiera hacerlo. No quiso hacerlo con gobiernos de corte progresistas –al menos autopercibidos como tales– mucho menos ahora.

Esta semana se dio a conocer un video del cumpleaños de quince de Lara, la víctima más chica. O sea, su último cumpleaños. Pueden corroborar en los medios que compartieron el video el concepto de superioridad moral autopercibido por el grueso de los comentaristas que, para resumir, dan por sentado que bien muerta está. En la Argentina, hasta donde nos enseñaron a todos, no existe la pena de muerte por bailar con botellas de alcohol en las manos, por más caras que sean. Y no, les juro que en la Argentina no existe la pena de muerte por puta, aunque sea demasiada la gente que quisiera que sí. De hecho, si recorremos el grueso de las culturas que habitan el planeta Tierra, incluso las más aisladas y primitivas, no hay castigo para malos padres que contemple la muerte de sus hijos. ¿Recuerdan cuando les conté que el derecho penal es una de las dos materias sobre las que no se puede plebiscitar? Ahí tienen el por qué.

También existe algo que me costó mucho entender por qué me molesta: los padres creemos que nuestros hijos son perfectos y que jamás harían algo marginal porque los educamos bien. Los centros correccionales y los de rehabilitación están llenos de nenes perfectos. No hay forma de saber todo el fucking tiempo en qué andan nuestros hijos adolescentes y, al mismo tiempo, no criar un adulto con personalidad de flan que cree que el mundo es perfecto, esos a los que después llamamos snowflakes. Hay que elegir: o los dejamos equivocarse sin nuestra presencia o los convertimos en boludos. ¿Enseñar valores? Eso nunca impidió que un nene bien educado se meta un polvo por la nariz para saber qué se siente.

Esto va más allá de este caso puntual y sé que con esta postura me estoy comprando un acto de abandono de buena parte de ustedes, pero es lo que pienso en base a mi experiencia como persona, como ex niño, como ex adolescente criado con valores y que sus buenas cagadas se mandó. ¿Por qué las hice? ¡Qué sé yo!

También va más allá de si los padres de las víctimas son la reencarnación de la santísima inquisición o unos libertinos proxenetas y vividores. Repito: en ningún caso nuestro sistema contempla la pena de muerte. Menos si el delito es que no nos gusta.

Imaginen el escenario más distópico que puedan concebir. Imaginen que en sus barrios, sin importar donde vivan, tienen gente del bajo mundo que pueden cruzarse en la verdulería, en el kiosco o en el ascensor. Si esperan que el transa sea un tipo con el peinado de pene mal circuncidado de Pequeño Jota, cuando caiga en cana el empleado bancario con tres pibes y una casa quinta se les caerá la mandíbula al piso. Gente que uno no entiende cómo es que terminan vendiendo falopa. Es mucho más sencillo creer en el mundo de El Marginal o de Un Gallo para Esculapio, pero esos mundos coexisten con los nuestros, están ahí.

¿Tiene arreglo? Antes, con manuales escritos por otros y pensamientos prestados, decía que sí. Hoy no sé qué responderme. Hay zonas marginales y marginalidad en otras zonas en cualquier ciudad de las que nos enamoremos. Es fácil conseguir droga en Nueva York, en Londres o en Berlín. Hay bajomundos en Baltimore, en Madrid y en París. Quizá el enfoque para combatir el narcotráfico es equivocado, quizá es el correcto y todavía no se probó en serio. Quizá la marginalidad no tenga arreglo, pero al igual que con la felicidad, tenemos que pensar que sí, que se puede alcanzar para no bajar la persiana.

Hablar de la naturalización del crimen ya me sonaba raro cuando lo escuchaba en boca de mis abuelos criados a tangos plagados de compadritos, cuchilleros, proxenetas y faloperos. Hoy ya no están, pero el concepto persiste. Lo que tampoco parece que cambiará nunca es la certeza de que sabemos cómo deben ser criados los hijos. Los de los demás, claro. Cuesta amortiguar el impacto de asimilar que la marginalidad siempre existió, que forma parte de la naturaleza humana y que en ella se basan hasta las religiones más antiguas, en esa eterna pugna entre el bien y el mal, entre la tentación y lo que corresponde. Y que el sistema de premios y castigos ya existe, está contemplado en nuestros sistemas legales y hasta designamos a quienes deben aplicarlo.

Por último, otro tip para futuros colegas, que los actuales somos un caso perdido: ser pobre no es sinónimo de marginal, la droga no debería ser menos aceptable de acuerdo al poder adquisitivo, faloperos hay en todos lados –pensé que, a esta altura, los que trabajan en medios tendrían un poquititititito de pudor al respecto– y un puñado de arribistas que venden drogas baratas no constituyen un cartel internacional hasta que lo determine la justicia de, al menos, dos países. Sé que estamos rodeados de un ejército de especialistas en el “para mí”, pero si les venden que una banda peruana quiso expandir su comercio de tusi hacia la Argentina, deberían preguntarse algo muy básico que ya se desprendió más arriba: ¿Quién querría exportar algo que se fabrica en un garage con lo que conseguimos en una farmacia y una veterinaria? Y si un pendejo cae preso como un idiota luego de ser vendido por una de las novias, quizá no sea el líder narco cuya prisión traerá paz a nuestras vidas.

Eso no quita que detrás de este caso esté un grupo criminal con tentáculos que se expanden por toda América Latina y Europa, pero no es ese el punto. El tema es lo que se vende. Y a pesar de que se quiera aparentar lo contrario, el tema es remarcar el morbo de las masas, para que todos podamos jugar a ser jueces por un rato con la tranquilidad de que a nosotros nunca nos pasará. Porque no andamos en nada raro, ¿vio?

Nicolás Lucca

P.D: No me dejen. No soy bueno para hacer amigos.

P.D.II: En la era de la plata fácil disimulada en onlyfans, ponzitraiders y streaming a la nada, ¿cómo nos atrevemos a juzgar solo a tres víctimas?

P.D.III: Al final era cuestión de sentarse a esperar.

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