Inicio » Relato del presente » Y tu mamá también
En marzo de este 2025 España amaneció con una serie de publicidades de una cadena de hamburguesas. La campaña vino en distintos formatos con una premisa “Tienes cara de que te falta un buen poll*zo”. El asterisco es de la publicidad, no mío. La cadena Cheek´s –de ellos hablamos– se hizo viral de manera instantánea gracias a la publicidad negativa en redes sociales. Esos comentarios contrarios a la publicidad, a su vez, generaron risas y defensas a la libertad de expresión de la marca y a restarle importancia a la sensibilidad de los consumidores transeúntes que se encontraban con tamaño cartel por las calles.
–|–
Como niño criado entre abuelo y bisabuelos inmigrantes, el uso de las malas palabras estaba a la orden del día pero respondía a una lógica que no podría precisar en qué momento me fue enseñada. Todo consistía en conocer el significado de las malas palabras y el contexto para utilizarlas. De observar el comportamiento de otros niños, puedo adivinar que yo también debo haber quemado cabezas al preguntar mil veces si determinada palabra consistía o no un insulto.
Así es que todos aprendemos que una mala palabra no es sinónimo de un insulto. Así incorporamos un montón de coloquialismos, argentinismos, palabras extranjeras que agregamos a nuestro léxico cotidiano o al lunfardo, y un sin fin de expresiones que tienen una acepción pero que, al cambiarles la aplicación, adquieren otro significado: culo, mierda, concha, carajo, pedo, cojer (con jota, claro), garchar, verga, poronga, y un largo etcétera de cosas que no se dicen en público porque es de mala educación.
Como todos, también aprendí de insultos que pocas veces tienen que ver con las malas palabras. Como no soy ningún privilegiado, doy por sentado que todos recibimos una educación similar en el hogar como para saber que “corrupto” no es ninguna mala palabra, pero imputar dicha conducta a una persona honesta es un insulto.
–|–
En abril del mismo 2025, otra vez en España, se lanzó una campaña que también generó una notoria polémica, esta vez en manos de la cadena KFC. Aparentemente la comida rápida vinculada a los pollos genera algún tipo de atontamiento de los frenos inhibitorios. El caso es que KFC lanzó unos spots en los que un cliente pide la promo Megabox, compuesta de cinco productos –una hamburguesa, una tira de pollo, las papas, una gaseosa y eso que llaman helado– por cinco euros.
Y en España, hablar del cinco es casi lo mismo que en la Argentina decir “ocho” o “nueve”. Ya saben, esas rimas zonzas como cuando alguien pregunta qué foto, o qué video, o qué fiesta, o qué marcha o si sabemos quién es Marcelo. En la publicidad de la península ibérica, el cliente pregunta “¿cuánto?” y comienza a darse un diálogo divertido en el que el cajero comienza con un “cuatro más uno” hasta que todo termina en un brutal “cinco” y la respuesta “pues por el culo te la hinco”, cortada antes que se escuche culo. A mí me hizo reir, pero no soy parámetro de ningún tipo de normalidad alguna.
–|–
Recuerdo cuando las malas palabras y los insultos no eran sinónimos. Cierta vez me llamó la atención que un personaje de un libro se sintiera profundamente agredido por una calumnia, una acusación de ser algo que decía no ser. Un insulto. De esta forma aprendimos que el insulto es un arte que puede alcanzar toda la finura o ser una derrame cloacal, que todo depende del nivel de ofensa que se quiera generar y, fundamentalmente, de la capacidad de articulación y conocimientos del lenguaje.
Y eso que todavía no había leído a Cervantes que puso en boca de su hidalgo personaje una catarata de improperios contra el pobre Sancho: “Traidor, descompuesto, villano, infacundo, deslenguado, atrevido, desdichado, maldiciente, canalla, rústico, patán, malmirado, bellaco, socarrón, mentecato y hediondo”. Existen tratados que analizan la transformación de Alonso Quijano en Don Quijote en base a la evolución de su lenguaje, cada vez más cortés mientras ingresa en el mundo de la locura. Es en ése ámbito donde pierde los estribos verbales, sus frenos inhibitorios que nadie sabía que existían en el siglo XVI, pero así y todo mantiene la cortesía incluso para degradar a otro ser humano a través del lenguaje.
Y es que el insulto, por definición, es un agravio y sólo tiene un objetivo: herir a otra persona.
No quiero hacerme el Mariano Grondona, pero en este caso viene bien la etimología porque es fantástica. “Insultare”, en latín, quiere decir “saltar contra” alguien. Y por cuestiones físicas, todos sabemos que saltar contra alguien solo puede provocar una cosa: una lesión o un daño.
Técnicamente, insultar es la acción de ofender a alguien provocándolo e irritándolo con palabras o acciones. Si sumamos que la palabra insultar es una de las que menos sufrió en morfología entre todos los idiomas influenciados por el Latín, nos encontramos con que todos sabemos qué queremos decir con “insult” en Inglés, Francés, Italiano, Español, Portugués, Occitano, Rumano y hasta en Catalán. Podría decirse que casi la mitad de la población del planeta comprende qué quiere decir una persona cuando afirma que se siente insultada sin necesidad de recurrir a sus sinónimos: ofender, ultrajar, agraviar, injuriar, denostar, denigrar, zaherir, faltar, trapear, acabar, tapear, entre otros.
Que el presidente haya decidido «dejar de insultar» es algo para tomar con pinzas. Primero, porque existe una novedad en la toma de decisiones llamada “encuestas” y ninguna le da la razón sobre las bondades de decir cualquier guarangada que se le venga a la mente. Es todo un hito que se dé este cambio de actitud por parte de alguien que dice que se caga en la opinión que cree equivocada y en la corrección política, cualquier cosa que él crea que significa esto último.
Es muy esperanzador, también, que el presidente diga y repita que “no va a insultar para no herir los sentimientos de las almitas sensibles”. Cómo no quedarse satisfecho, ¿no? Creo que en otras circunstancias remarcó lo de los insultos al referirse a “republicanitos” o “almas bellas” o cosas por el estilo. En cada aclaración hay un nuevo insulto, propio de alguien que cree que una herida solo es producida por una mala palabra y no por el contenido de una frase. Cuando el Presidente habla de “parásitos mentales” o califica de gusanos y ratas sin dar nombres, onda que nadie pueda exigir una rectificación y todos se sientan intimidados, ¿qué pretende si no es causar daño al boleo?
Entiendo que ya todo da lo mismo, que se repiten conceptos como mantras sin tener la más whore idea de qué hablamos y que ni siquiera los que, supuestamente, saben de liberalismo han leído a autores como John Locke y su explicación de los límites. Sin embargo, más allá de toda apreciación, no me entra en la cabeza que alguien suponga que un insulto no es agresividad verbal y que lo normalicemos.
Hay acciones que pueden parecer dañinas pero son las explicaciones las que generan una exacerbación narcisista. Cuando a Sebastián Pareja se le consulta por la magnitud política de los candidatos presentados en las listas para las próximas elecciones, el hombre eligió responder: “El casting del que hablaban tiene que ver con esto, tiene que ver con gente probada en mantenerse en una idea y ahí no importa el curriculum que tengan”. Básicamente, que lo único que importa es que levanten la mano a todo lo que envíe el Ejecutivo. Si saben de qué se trata o no, a nadie le importa. Solo esa actitud puede considerarse un insulto y no tuvo ni una palabrota.
Lo que pasa cuando pasa esto que pasa es que, de tanto decir “señor, sí, señor”, alguien se engolosina con la plata y nadie lo frena. ¿A quién culpamos por decir que se pide guita? Al año electoral o a los que hacen leña del arbol caído. Y ahí se va el director de la Agencia de Discapacidad sin saber si lo corren por ladri, por botón o por idiota.
Y acá entra otra dimensión del insulto: no siempre son palabras. Existen actitudes que ofenden, acciones que dañan. Esta semana me tocó aprovisionarme de mis pastillas. Tengo un bruto descuento gracias a mi plan médico, pero a la vez soy un termómetro de la inflación en pastillas mes a mes. Al momento de pagar y ver la guita en bruto, me emocioné hasta las lágrimas. No todos los días se tiene la posibilidad de colaborar de manera directa con el bienestar de los paladines que llevan las antorchas de la libertad a todos los rincones de la Patria.
–|–
La Argentina ha tenido algunos trucos publicitarios que nos ayudaron a reirnos con complicidad sin la necesidad de tener que explicar nada a nadie. Recuerdo la publicidad de la Compañía Telefónica del Interior (CTI) que un verano se dedicó a bromear con las canciones pegadizas y lanzó la propia intitulada “Te clavo la sombrilla”. Doble sentido, dudoso gusto, pero nada para explicar. Más atrás en el tiempo había una publicidad de esas que no muestran ni dicen nada, solo una voz en off que relataba que “cuando se apaga la luz, se enciende Gimonte”. Actualmente contamos con la invalorable colaboración de Wanda, que en un giro inesperado para la publicidad argentina de los últimos tiempos, apareció como la cara de Maní King y un eslogan épico: “orgullosamente manicera”. Dudoso gusto, cero necesidad de explicar a nadie el doble sentido.
–|–
Al igual que con las publicidades emitidas fuera del horario de protección al menor, el contenido de cualquier discurso puede medirse en una sola variable y toda variable puede zanjarse de una manera muy sencilla: ¿Te gustaría explicarle a un niño qué significa dejarle a alguien el culo como el de un mandril?
Claro, para hacernos esta pregunta, primero deberíamos tener algún niño en la familia o entre los ceranos, algo menos común de lo que uno creería en el conservadurismo de Dios, Patria y Familia, otro discurso en el que no se predica con el ejemplo: son todos solteros sin hijos. Pero más allá de este detalle que hoy pueden considerar mínimo –la magnitud de las contradicciones cambian a una velocidad que asusta– me intriga, todavía, qué pretende una persona que busca herir el orgullo de un adversario o, tan solo, de un boludo que osó esbozar una crítica, una opinión o, tan solo, realizó una pregunta fuera de libreto. El insulto no es “tomá, imbécil, la tenés adentro”, sino el mensaje, aún limpio de cualquier improperio: mi respuesta somete a tu pensamiento, el tuyo no vale nada, el mío es superior.
Si hay algo que caracteriza a mi crianza es la proliferación de malas palabras y en diversos dialettos. Aún me río de recordar las barbaridades que le seguían a un “Si io ti pigghiu” (algo así como “Si te agarro”). La gracia estaba en que siempre era algo nuevo. Así, del enojo por la travesura, tanto el adulto como el niño pasábamos a reirnos y descomprimir.
Ahora, cuando un adulto escolarizado recurre a la guarangada en contextos que no la ameritan, se traspasa un límite que alguien que dice ser un buen conservador conoce de memoria: el de las buenas costumbres. Luego se da la paradoja de que lo disruptivo no puede normalizarse porque, si pasa a ser la norma, deja de ser disruptivo.
Y aunque se ha dicho mil veces, va de nuevo: si el más capo se comporta de determinada manera, qué nos queda al resto. Si el insulto y la agresión es una constante, el respeto es una pelotudez, cosa de ñoños, una debilidad impropia de quien manda. Después se preguntan cómo puede ser que los bailen en cada sesión legislativa. ¿Cómo es que le votan todo en contra si sólo reciben puteadas? ¿Acaso a los orcos no les importa ser expuestos ante la opinión pública? ¿Putear no funciona?
Kilómetros de textos y soporíferos editoriales televisivos y radiales dedicados a decodificar qué quiso decir el Presidente cuando mandó a cagar a alguien. Y todo para terminar con largos ensayos de semiótica y antropología social que puedan determinar si está bien o no que el presidente se meta en una escaramuza tuitera con un nene de 12 años. Un juez dijo que sí, que no pasa nada, que el Presidente es otro cuando tuitea.
Y eso pasó esta semana, solo que después quedó tapado por la detención del inviable dueño de un laboratorio y que, a su vez, quedó tapado por unos audios que demuestran, una vez más, dos cosas: la primera es que acá cualquiera hace guita por izquierda. La segunda es que no hay uno solo que no sea un bocón y acomodaticio. Puede que en parte todo se deba a que ese «fenómeno inexplicable» del ascenso veloz de Milei también implique, indefectiblemente, la carencia total de personas confiables y capacitadas para cada cargo. Si al frente de la agencia de medicamentos tenés una persona apellidada Mantecón Fumado, es que algo te faltó. Yo lo tomaría como una señal.
Va de paso, y ya que estamos, hablar de Justicia. Puntualmente de la designación de jueces, un faltante cada vez más grave (van 280 cargos vacantes en el Poder Judicial de la Nación) y de un punto de partida aún más horrible que es la joda loca que reinó en un Consejo de la Magistratura reventado por el kirchnerismo desde el día cero. El juez que falló a favor de la postura del Presidente al decir que lo que quiera decir en su cuenta gubernamental de Xuitter no implica que lo diga en su calidad de Presidente, se llama Alberto Recondo y es el titular del Juzgado Federal de Primera Instancia en lo Civil, Comercial y Contencioso Administrativo Nº 4 de La Plata.
Luego de años de permanecer vacante el cargo, en 2006 el Consejo de la Magistratura llamó a concurso. La tarea de convocatoria, examen y entrevistas terminó en 2008 con una terna elevada al Poder Ejecutivo para que este elija uno de tres y lo mande al Senado. Ya saben, el caminito de designación de jueces que nos enseñaron en Educación Cívica, Instrucción Cívica, Formación Ciudadana, Ersa o como corno se haya llamado cuando cursamos la Secundaria.
Lo curioso es que de aquella terna obtenida del Concurso 176 salieron en orden de mayor a menor puntaje la doctora Adriana Delucchi, el doctor Pablo Cayssial y Leonardo Pastorino. Por las dudas, el reglamento contempla sumar un suplente. Ese “por las dudas” incluye a las impugnaciones y a que muchos candidatos se presentan a varios concursos y pueden quedar preseleccionados en otros y aceptar antes. El suplente fue Recondo.
Nadie se bajó, así que Cristina eligió al candidato que mejor le pareció: el suplente. De pronto, todo el proceso quedó manchado por esa enorme irregularidad. Repito: ninguno de los tres candidatos de la terna (terna-tres) se bajó del concurso, ninguno dijo “sabe qué, doña, me surgió una changa y renuncio a la posibilidad de ser Juez Federal”. Nadie. ¿Por qué eligieron al suplente? Uno creería que pasó desapercibido, pero lo único que pasa desapercibido en nuestras vidas es la voluntad de retener información. Por ejemplo, de aquel quilombo se quejaron Poder Ciudadano, Comisión por la Memoria, Comité contra la tortura, Mujeres en igualdad, Observatorio para la justicia, y un largo listado de impugnaciones. ¿Cómo resolvió esto el Ejecutivo? Dos años después –todo a su tiempo– mandó otra vez el pliego. El mismo, no otro. Así, la irregularidad se convirtió en una traba insoportable.
El Senado trató 53 pliegos de jueces y objetó seis, entre ellos el de Recondo por razones obvias. Fue a parar a la Comisión de Acuerdos. Se aprobó. Ah, no se resolvió ninguna de las impugnaciones, pero es lo de menos. ¿Ven lo que pasa, queridos chichipíos que justificaban cualquier cosa de Cristina, cuando se boludea y se dejan pasar cosas? Ahí tienen a un juez que ya no importa si está en condiciones, o no, para ocupar un cargo. Importaba hace mil años, ahora ya fue. Si no captan la moraleja, va con moño: fue nombrado el mismo año en el que asumieron sus cargos otros jueces federales, entre ellos el que ordenó el allanamiento de todos los que quedaron pegados a los audios de Spagnuolo. Se puede usar el mismo carpetazo para cuestionar a cualquier juez.
Y es que esa es una constante que se repite de manera perpetua: como alguien creyó que hablar de desmanejos judiciales era darle de comer a la oposición de entonces no se dijo nada y ahora te comés eso de lo que tanto se advirtió. El silencio selectivo es así, la justificación a dedo es así. Quizá por eso sea tan difícil hoy hablar de si la Karina que aparece en esos audios recibió guita como funcionaria o lo hizo en su tiempo libre, si los Menem le dan servicios al Banco Nación cuando laburan para el Estado o después de las 18 horas, si el que publicitó una shitcoin fue el Presidente o un tuitero. De un lado, jodete por quejarte recién cuando lo hace otro; en la otra vereda, no hablaremos de esto para que no vuelva el kirchnerismo.
Mientras todo esto ocurre, no nos damos cuenta de que vivimos inmersos en un insulto a la inteligencia permanente por parte de cualquier factor de comunicación o de personajes con una cuota de poder. Esta semana puse, para ver qué onda, un rato el noticiero de un canal de aire de los más vistos. Casi no hubo noticias políticas ni económicas. Por cronómetro, pasaron 10 minutos dedicados a la historia de superación de un tipo que se metió drogado a correr una maratón en un pueblo perdido en el norte de Brasil. Luego siguieron con tips extraídos de videos de Tik-Tok y más tarde comenzaron a hablar de la alineación de los planetas. Y eso era el noticiero central.
También pasé por algo más comprometido, como la radio que financiamos con las expensas. Con total soltura hablaban de que estaba bien que Kicillof no haya colocado muchos candidatos en la lista del PJ, porque Kichi cree que la Presidencia de Milei llegará a cumplir su mandato.
El que hablaba daba por sentado que el resto no cree lo mismo y que está bien que se preparen para una Asamblea Legislativa. No sé si saben algo que nosotros no tenemos idea, si este es un plan que se toman en serio, si deliraron por desayunar con ginebra o tan solo querían insultar a los que creen que los sistemas están para respetarlos. Si el gobierno te parece una mierda inimaginable en cualquier otro contexto, ponete a pensar qué pasó para que exista este contexto. Milei no es una causa, es una consecuencia.
Sin embargo dejé de tomar en serio la conspiración cuando el conductor que la justificaba dijo que Milei es un tipo sumamente inteligente que sabe correr la discusión de la economía hacia donde él quiere que se discuta, como la peli de Francella o el cierre de listas. Nadie puede dejarse correr si no acepta cambiar de tema, pero bueno, son percepciones.
Fijate lo poco planificada que será la comunicación deseada que, mientras todos miraban para otro lado, apareció Sturze con uno de sus chorizos tuiteros para contar algo que no tuvo ni medio comentario positivo: los camiones bitrenes de 26 metros de largo podrán circular por cualquier ruta. Sí, nuevamente, a alguien le pareció una buena idea avanzar en esa dirección sin consultarle a ningún experto en la materia. Tampoco hizo falta ningún especialista para que le recordaran al ministro que Vialidad se desentendió del mantenimiento de las rutas hace dos años.
Los que sí entienden del asunto no pusieron el grito en el cielo porque todavía intentan comprender si se trató de una joda o en serio un tipo en un escritorio cree que es viable y seguro que haya monstruos que pueden llegar a conformar una hilera interminable. ¿Nunca agarró una ruta agropecuaria? ¿Cree que el país está unido por la Autobahn alemana? Ya no digo que se pregunte, como buen especialista en números, cuánto podrá afectar el doble de tonelaje a caminos preparados para otra cosa, sino que voy a algo más sencillo. ¿No se entera del estado de las rutas ni por las noticias?
El anunció resultó un insulto para la cámara del transporte. No, no hablo del sindicato de Moyano, me refiero a los empresarios que no pueden creer lo que ocurre. Sturze, en su asignación laboral de eliminar regulaciones excesivas, carga contra las que no entiende y sin realizar un estudio previo. Donde antes había camioneros que debían ser evaluados cada seis meses para determinar si seguían en condiciones de transportar materiales peligrosos, ahora está la nada. Donde antes existía una revisión rompebolas sobre un gigante de acero que desplaza 52 toneladas a 80 kilómetros por hora, ahora hay eliminación de requisitos y extensión de la verificación técnica. Y todo así.
Yo entiendo que estábamos hiperregulados. De hecho, creo que la mayor parte de los textos de este sitio deben tocar alguna de esas cosas. Ahora, incluso el minarquista que cree que el Estado sólo debe garantizar lo mínimo, sostiene que ese mínimo incluye el derecho a la vida. Por lo que se le puede leer en redes sociales, cada vez que algún amigo le comenta algo, activa una derogación. ¿Alguien le puede acercar a Sturze un sumario de estadísticas viales?
–|–
En los primeros dos años de la Secundaria tuve una profesora de inglés que era todo un personaje sacada de alguna historia de docentes que dejan impacto positivo en sus alumnos. Tenía unas historias fantásticas de haber vivido gran parte de su vida entre Amsterdam y Londres y más de una vez la gastamos porque en castellano no decía una mala palabra ni por accidente. El último día de clases de segundo año nos dejó un listado en inglés. Eran todas las malas pabras que conocía. Nunca pensé que había tantas.
P.D.: ¿Alguien recuerda cuando nos matábamos al hablar de meritocracia? ¡Qué plato leer tanta gente hacer vueltas mortales para justificar tanto pelmazo!
P.D.II: Qué buen momento elegiste para unir fuerzas con el oficialismo, Mauri.
P.D.III: Que la envidia no los asuste. Espero que llegue mi cuota del precio de las pastillas a los bolsillos de esta pobre gente tan necesitada.
El astrólogo no se paga solo. Compartilo, que los algoritmos me esquivan. Este sitio se sostiene sin anunciantes ni pautas. El texto fue por mi parte. Pero, si tenés ganas, podés colaborar:
Y si estás fuera de la Argentina y querés invitar de todos modos:
¿Qué son los cafecitos? Aquí lo explico.
Y si no te sentís cómodo con los cafés y, así y todo, querés, va la cuenta del Francés:
Caja de Ahorro: 44-317854/6
CBU: 0170044240000031785466
Alias: NICO.MAXI.LUCCA
Si querés que te avise cuando hay un texto nuevo, dejá tu correo.
(Sí, se leen y se contestan since 2008)
2 respuestas
El país de las malas decisiones tomadas por gente que no tiene ni la más pálida idea de cómo va a afectar su decisión… No es así para todo? Bueno, nos hace ser resistentes…pero porque no nos queda otra.
Mi obra social no me cubre ni los anticonceptivos! Será una movida para que aumenten los nacimientos? No creo que funcione, hasta las citas casuales están complicadas. En fin. Siempre un gusto leerte.
Excelente como siempre. Doy fe de la falta de noticias importantes en, precisamente, los sitios o canales de noticias. Por ejemplo, Infobae tiene dos, sí, dos noticias relevantes y el resto del sitio lo completan con chismes varios, historias de superación y artículos de expertos que dicen cómo hay que comer la lechuga capuchina al mediodía. Sinceramente lo de Mauri me da pena. Yo lo voté en 2015 y 2019 y creo que todavía no pudo superar la derrota. Las pocas veces que lo ví dando entrevistas lo noté empastillado, por ahí es una idea mía. El insulto más divertido que escuché en mi vida salió de mi tía, la hermana de mi vieja. Después de una de las tantas discusiones que tuvo con el marido, un poligrillo que vivió bien al calor del 1a1, me mira y me dice «tu tío es un hijo de siete mil whores». Es hasta el día de hoy que lo sigo usando cuando alguien me supera en estupidez.