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Corría el año 1766 en Francia cuando comenzó a circular el libro Las Confesiones, escrito por el filósofo y futuro revolucionario Jean-Jacques Rousseau. En sus páginas, podemos encontrar la afirmación de que una “gran princesa” dijo que “los pobres, si no tienen pan, deben comer brioche”. No había torta alguna ni tampoco se hizo referencia a ninguna María Antonieta. Tampoco podía ser una alusión encriptada, dado que la princesa tenía solo diez años de edad y vivía en Viena a la hora de publicarse el libro en cuestión. Pero, ¿para qué arruinar una buena historia, no?
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Existen preguntas que me atraviesan todos los pensamientos durante un buen tiempo. Hace unos diez días encontré una publicidad dentro de una revista que tendrá unas tres décadas. Esa página me llevó a preguntarme desde un vacío, me intrigó lo contrafáctico de lo imposible y se me hizo presente aún después de intentar purgarla con una publicación en una red social.
Toda leyenda urbana comienza con una historia mal contada. ¿Es una mentira? Depende de quién inicie la leyenda y si lo hace a propósito. Lo que sí es cierto es que quien la repite creyéndola cierta, no sabe que está mintiendo.
En un acto que cualquiera podría calificar de exagerado adrede, el Presidente de la Nación dijo que el “90% del periodismo” son “los mayores creadores de noticias falsas en la historia de la humanidad”. Me duele poner un “son” después de un número singular, pero así se habla acá. No puede haber mayor exageración dado que el periodismo no existió durante mucho más del 90% de la historia de la humanidad. Quizá sería más creíble si le agregara algún decimal después de un número entero. “90%” suena a exagerado. Decir “89,2%” es un montonazo, igual de inchequeable, pero suena a dato duro y crudo.
Lo que vulgarmente denominamos “entrevista” ha mutado. Antiguamente, no existía diferencia alguna entre una entrevista y una declaración indagatoria, más allá de que en la segunda hay que estar imputado de algún delito. El formato es el mismo: una persona hace preguntas, otra responde sin estar obligada a decir la verdad. La viveza del inquisidor –el empleado judicial o el magistrado que tome la indagatoria– está en saber escuchar, prestar mucha atención y administrar los tiempos. O sea: por más que el indagado no esté obligado a decir la verdad, hay que repreguntar cuando se encuentra un hueco. En cuanto al manejo de los tiempos, la regla es básica: nunca, jamás de los jamases, interrumpir cuando el entrevistado comienza a hablar de corrido, aunque a primera vista pareciera no tener dirección. Irse por las ramas es, en sí mismo, una declaración.
Pero en los últimos tiempos nos hemos desacostumbrado tanto al correcto uso de las definiciones que hoy le llamamos “entrevista” a una conversación entre dos personas y no mucho más. Y como en toda conversación entre amigos o conocidos, se puede dar que una parte hable muchísimo y la otra solo diga “ahá”.
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Arthur Woodward fue un paleontólogo que en 1912 presentó un cráneo fosilizado encontrado en Piltdown, Inglaterra, al que describió como el famoso eslabón perdido entre los humanos y los simios. Resultó ser un cráneo humano de la Edad Media al que le agregó una mandíbula de un orangután. Para cuando se descubrió la mentira, Woodward ya había muerto.
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El Presidente es una persona que, cuando es recibido por sus amigos, siente que lo quieren escuchar cuando todos se mueren por tenerlo para romper el rating y tener una catarata de frases que se conviertan en titulares. Y el Presidente, en esta nueva etapa de sesiones maratónicas, se olvida de que ya no es un mero comentarista de la realidad del país que ahora preside. De tanto perfeccionar sus charlas durante los años de expositor, se le escapan cosas y dice que tomar deuda es inmoral o que Cavallo tuvo que subir el IVA al 21% “y nunca más lo bajaron”. Todo esto, frente a un colega que oficia de receptor y moderador, más que como interlocutor. Y que, colocado en el lugar de quién hace las preguntas, no se da cuenta de que ése que habla es el Presidente, que su gobierno tomó deuda y que no tiene en sus planes hacer absolutamente nada con el IVA en los próximos días.
Imaginate si la entrevista se diera en un contexto de periodismo combativo. En un error de la Matrix en el que, de todos modos, se diera esa entrevista, ¿qué debería contradecir el entrevistador? ¿Por qué Cristina no quiere bajar el IVA? ¿El consultor catalán tuvo algo que ver? “Discúlpeme, señor Presidente, ¿usted considera que tuvo que recurrir a una inmoralidad en beneficio de los intereses de la Nación?” Es absolútamente válido correr los límites dogmáticos en función de un bien superior y por eso es conveniente nunca ser tajante con cuestiones de prácticas.
Yo creo que en el entorno de Milei saben de sobra que este presente no tiene ni por lejos un atisbo de periodismo combativo o de trinchera. Saben que se les hace un precio enorme por vagancia, por cagazo, por falta de ganas, por desconcierto, por interés o por lo que fuera. Si existiera un periodismo combativo, otro sería el humor del Presidente. Y hablo del entorno porque para el Presidente no hay matices entre un periodista con tres doctorados o una estudiante de 19 años: si se le pregunta desde la ignorancia o se toca un tema incómodo, reacciona con furia.
El desborde de soberbia se convierte en una falta total de educación, aunque esta sea una apreciación subjetiva. Lo que no es subjetivo es la relación lineal entre predisponerse para entrar a un templo religioso y no dejar en la puerta esa mundanidad intolerable. Hay una persona de la que el Presidente dijo que es un “imbécil”, “el representante del maligno en la Tierra”, alguien que “siempre está parado del lado del mal por apoyar impuestos”, que “tiene afinidad por los comunistas asesinos” y que viola los Diez Mandamientos por defender la “justicia social”. Esa persona era Francisco, Jorge Bergoglio, entonces Papa en funciones. Y más allá de que tenga o no razón, son su personalidad y principios morales los que entran en juego. ¿Cómo es que a la personas a la que considerás un embajador del diablo vas y la abrazás y a un tipo que te da la mano lo dejás de garpe? Repito: no hablo ni de percepción de traición ni de percepción de maldad, hablo de una vara celestial y otra por el suelo.
Existe una acción humana que denominamos “sesgo de percepción por proximidad” o con palabras similares. Es cuando creemos que la realidad que nos rodea en lo cotidiano es la realidad del mundo. No lo hacemos por ignorancia sino por percepción y por lo general termina por jugar en favor de los prejuicios despectivos. Hay una Marcha del Orgullo y podemos suponer que el mundo se ha vuelto homosexual, cuando es una marcha de miles de personas y no de 47 millones de argentinos. O podemos suponer que la cantidad de judíos que existen son muchísimos porque los vemos en nuestra día a día, cuando la realidad dicta que somos el país con mayor cantidad de judíos en todo el mundo hispano parlante, el tercero de toda América tras Estados Unidos y Canadá y el séptimo a nivel mundial. Esa presencia puede confundir y creer que están por todos lados –y así alimentar a los antisemitas de siempre– cuando son el 0,02% de la población global.
Yo puedo entender que el Presidente crea, entonces, que todos somos como los periodistas con los que acostumbra a tratar periódicamente, pero la inmensa mayoría tiene que hacer malabares para subsistir y los únicos sobres que conocen son los de servicios para pagar.
Decía que están lejos, muy, demasiado, mucho muy lejos de tener un periodismo combativo en la vereda de enfrente. Es más, ha sido más combativo esta semana un periodista de los favoritos del Presidente que todos los demás. En su misión de contar la verdad de las cosas para que la gente esté informada, el señor al que Alfredo Casero dejó plantado al aire pasó un par de días abocado a pegarle a Ricardo Darín por el precio de las empanadas.
Aclaración: si usted lleva una vida sana y alejada de las noticias, el actor se convirtió en el centro de la conversación pública por decir que “la gente la está pasando muy mal” y puso como ejemplo que él paga “48 mil pesos” por una docena de empanadas. No mintió: él paga eso porque compra de la casa “Mi Gusto”, que vende a ese precio. ¿Las hay más baratas? Casi todas las demás. Pero cada uno es libre de tomar el parámetro que quiera para medir la realidad económica de un país. Podemos tomar otras variables, como el índice Big Mac, que indica que en la Argentina tenemos el segundo más caro del mundo, solo superados por Suiza, donde el salario promedio ronda los 6.500 euros mensuales y parte de un salario mínimo de 4.500 euros, según el cantón en el que se encuentren. Igual, demasiada explicación al re pedo: cualquiera puede comparar cualquier precio con el exterior y pegarse un tiro en la billetera.
No voy a debatir empanadas porque ahí se juega otra cosa: la creencia de que la gente es idiota y puede asumir que la realidad que la rodea es distinta si le cree a Milei o a Darín. Mucha auto percepción de superioridad. Hay que tener un sesgo de confirmación muy extremo para fijarse en cuánto paga uno por una docena y no en el mensaje de cómo se encarecieron las cosas, porque probablemente esas empanadas habrán tenido un precio mucho menor hace un año. No es el precio, es cómo lo percibe el cliente. Algunos lo sentirán en el aumento perpetuo de la Coca-Cola, otros en el kilo de carne y, los que están más sueltos económicamente, lo verán en unas empanadas sobrevaluadas. Con otro sesgo, también se puede creer que está todo bien porque hay mayor oferta textil, o porque el combustible bajó un escalón luego de subir por ascensor, o porque somos un país en el que, al fin, podemos sentirnos terrícolas al pedir un producto al exterior y que nos llegue a la puerta de casa. La normalidad no borra la percepción del que tengo al lado. ¿Qué hizo un periodista de buen rating? Mandó a comprar empanadas de menor valor para pegarle al actor al mostrar el ticket. Compró media docena. Solo en cámara había cinco personas. Ni Antonio Musicardi se atrevió a tanto.
No hay un periodismo combativo más allá de algunos lobos sueltos y de algún medio residual con una postura más kirchnerista que antimileista y tan desprestigiada que suena a ruido blanco. Y saben bien que no hay un periodismo combativo, sino más bien todo lo contrario. Es más, creo que debe formar parte del ABC copypasteado desde la Casa Blanca. Allí, la vocera Karoline Leavitt impulsa un sistema de scoring para los medios acreditados basado en amonestaciones cuasi futboleras: doble amonestación, expulsión. Como justificativo de su implementación, la portavoz del presidente norteamericano apuntó a por qué debería permitirse la permanencia de medios que mienten. El ejemplo utilizado fue “si le llaman Golfo de México al Golfo de América, mienten”, en referencia a la agencia internacional AP que se niega a decirle a todo el mundo que el Golfo de México no se llama más Golfo de México. Obviamente, fueron sancionados.
Al mismo tiempo, el Presidente Trump entabla demandas judiciales contra distintos periodistas. El esquema de medios norteamericano se mueve de forma permanente en fusiones y cambios de firmas. Todas ellas requieren de un monitoreo gubernamental que puede impedirlas. Adivinen si la gestión de Trump puso la lupa sobre la prolijidad de las transacciones, las cuales no pueden llevarse a cabo si hay litigios irresueltos. Adivinen si los dueños de los principales medios ahora piden saber de antemano qué se publica y, en algunos casos, hasta piden bajar el tono.
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No hay una sola fuente fidedigna que respalde que Julio César haya dicho “tu también, Bruto, hijo mío”. Tiene sentido: difícil decir algo mientras te acuchillan en simultáneo. Suetonio, biógrafo de los césares, dijo que algunos dijeron que el César dijo. Pero Suetonio nació treinta años después del hecho en sí. La frase, tal como la conocemos, la dijo el Julio César que escribió William Shakespeare dieciséis siglos después.
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El mejor ejemplo de que no hay periodismo de trinchera, con el casco puesto y betún en los pómulos, lo podemos encontrar en cómo nos paramos frente a situaciones que serían encaradas de otra forma si tuvieran otros protagonistas. Y en esto podemos hasta salir del periodismo y comprobarlo con un vecino. “Che, sabías que Cristina dejó con la mano en el aire al Jefe de Gobierno y a su Vicepresidente”. Estaríamos todos indignados con algo que era normal y habitual. Periodísticamente se titulaba con esos modos, como cuando Infobae colocó en portada que había “Malestar en la Iglesia por el faltazo de la Presidente al Te Deum”.
Sin embargo, y a pesar de los ataques permanentes del Presidente, en los medios aún le bajan el tono a sus declaraciones o prefieren obviarlas. El medio más leído del mundo en español decidió titular el hecho de la Catedral del domingo pasado con un diáfano “La distancia de Milei con Villarruel y Jorge Macri”. De qué distancia hablan, si les pasó por al lado y todo.
Por si usted no había nacido, hace unos años se hicieron públicas unas conversaciones telefónicas de Cristina con su correveidile Oscar Parrilli, quien desde entonces pasó a ser apodado “El Pelotudo”, todo un mérito por el nivel de competencia existente en este país. Cada exabrupto de Cristina Kirchner se hizo titular o fue a parar al subtítulo o se transcribió sin eufemismos, palabra por palabra, letra por letra. “Pichetto es un traidor hijo de puta” se leyó un día. Luego llegaría una épica respuesta a la consulta de si participaría del Congreso Nacional del Partido Justicialista: “Ni en pedo, que se suturen el orto”. Un mes después saldrían a la luz berrinches que fueron a parar a los titulares con la Unión Industrial Argentina como destinataria: “Pero ellos que se vayan a la concha de su hermana, ojalá se fundan todos, hijos de puta, fueron todos los que fugaron guita. Ojalá se fundan todos los de la UIA, ojalá se recontra refundan todos y terminemos trayendo azúcar de Cuba o de la China o de la concha del mono”.
Ok, ya no era Presidente. Lo tomo. Pero durante su mandato, cada frase aplaudida por la militancia terminaba en tapa, como burlarse del estereotipo del habla de los chinos o hacer un chiste en medio de una inauguración en el Ferrocarril Sarmiento: “Rápido, que viene otra formación y nos lleva puestos”. Es el tren del choque en la terminal Once. Fue tapa.
Entiendo que el debate sobre las formas aburre más que hablar de empanadas y este texto no apunta a las formas en sí, sino al concepto de periodismo combativo, algo totalmente inexistente por estos días. Imaginate si hiciéramos titulares con frases textuales, elemento básico del periodismo:
Milei contestó a quienes cuestionan su lenguaje: «Por qué no se van a la concha de su madre»
El Presidente y las críticas por el Te Deum: “Lloran los imbéciles de las formas, los periodistas corruptos y los ñoñosh republicanos”
Milei contra los que pronosticaron suba del dólar: “Les dejamos el culo como un mandril”
Más que precio se hace oferta, combinamos promociones y negreamos impuestos para que el monto quede por el suelo. Y la vara comienza a ir para todos lados. Se hace tanto precio en general que nadie se atrevería a titular “Los peronistas Santilli y Ritondo acordaron con los peronistas Pareja y (algún) Menem una alianza para vencer al peronismo bonaerense”.
En cambio, volvimos a usar “músculo político”. ¿Contexto? “Karina Milei arma un acto para mostrar músculo político”. Yo pensé que estaban todos en pedo en la redacción hasta que recordé que las mismas palabras se usaban en las notas para darle una mano a Alberto Fernández cuando todavía creía que alcanzaba con hablar para que Cristina no le rompiera las guindas. Entonces caí en la obviedad varios años después: lo tomaban para la joda o no podían inventar una mejor frase que no causara gracia. Ahora la usan para instalar a la mente maestra de la política moderna.
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Es mentira que Einstein fuera un pésimo alumno, hay dibujos que muestran que a la Gran Esfinge de Giza le falta la nariz desde varios siglos antes de que “Napoleón la bombardeara”, Van Gogh se cortó la oreja en un brote depresivo y no por amor, las pirámides de Egipto fueron construidas por empleados libres y no por esclavos… Podemos estar días enteros desarmando mitos y leyendas que damos por ciertas y sin siquiera meternos en textos sagrados que damos por válidos. Pero ya llegaré al punto.
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Existe un discurso respecto de las formas que es casi un consuelo, una legitimación de lo absurdo: «con buenos modales nos cagaron». Es una frase ridícula y conformista, no por ello menos cierta. Sí, con buenos modales nos cagaron. También nos cagaron con malos modales. Nos han jodido con palabras difíciles, con acentos cadenciosos, con voces serenas y también a los gritos. Bajo ese criterio, deberíamos aceptar un presidente extranjero porque “mirá como nos jodieron los argentinos”. O por qué no aceptar una perpetuidad presidencial, si total “bastante nos cagaron esos a los que votamos”. ¿Para qué insistir, no? Y la realidad es que uno insiste porque alguna vez podríamos desear tener dos parámetros dentro de la normalidad y al mismo tiempo. No me entra en la cabeza que la Argentina tenga que elegir entre masticar chicle o respirar y no pueda hacer las dos cosas. Y ya no hablo de las formas si no de todo lo que se va detrás de las formas. Porque cada vez que el Presidente putea se corre el eje de una discusión. El “no odiamos lo suficiente a los periodistas” me tiene sin cuidado, si detrás de eso se discute la frase y no alguna nueva regulación gubernamental que poco y nada tiene que ver con el rumbo económico pretendido por el gobierno.
Económicamente ya dan cuenta de una recuperación económica en once de los quince rubros medidos. No podría irle mejor a una gestión ni en sueños, más si se tiene en cuenta desde dónde comenzaron. ¿Por qué tanta rabia? ¿Todo porque un periodista dijo algo que resultó inexacto o deslizó una crítica hacia cualquier otra política? ¿Por una mentira pagan todos? ¿Por tres empanadas para cuatro personas? ¿No es mucho? Entiendo que Maquiavelo dijo que “mejor que ser amado es ser temido”, pero eran tiempos en los que te saqueaban una ciudad en una noche. Antes que inspirar cagazo, ¿tan difícil es aspirar al respeto? Porque no hay nada más fácil que confundir miedo con respeto. No es lo mismo. Pero todo depende de qué se desea, claro.
Sobre todo si es que vamos a ir por la vida con el dedo moralizador de señalar que otros mienten, cuando desde Casa Rosada pueden decir abiertamente que en el Hospital Garrahan ganan mal porque tienen más administrativos que médicos y tirar numeros al voleo del que ni uno solo es cierto. Fíjense qué gran precio que les hace el periodismo: nadie puso en tapa que mintieron.
Me fui lejos para contarles eso de que tengo una pregunta que da vueltas. En base a una publicidad que me crucé en una revista de archivo, descubrí que no soy el único con una pregunta, sino que cada tanto escucho cosas idénticas en algunos pasillos, en algún bar de esos que frecuentamos para tomar cafés de mierda: ¿Te imaginás a Lanata en medio de todo esto?
Si nos lo preguntamos es porque sabemos algo elemental y que está a la vista de todos: el tremendo precio que hace el periodismo.
Un periodismo que, aclaremos, está regalado y más preocupado por hacer editoriales para dar clases de una moral de la que carece y quejarse del “país de los atajos y la avivada” desde la comodidad del nepotismo y/o la amistad con el presidente de turno.
Qué barato sale todo. Cuánto showman disfrazado de superhéroe.
Y qué figura Jorge Ernesto.
El tipo te mete el dedo en la llaga aún en ausencia.
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En el año 139 antes de Cristo, en un campamento ubicado en lo que hoy es el cerro San Vicente en Salamanca, España, el líder lusitano Viriatus decidió enviar emisarios para negociar una paz con Roma a través del procónsul Quinto Servilio Cepión. Los ñatos enviados se quedaron un par de días agasajados y, con varias promesas de riquezas, volvieron a su campamento y dieron muerte a Viriato mientras dormía. Obviamente, se tomaron el palo y volvieron con los romanos, tras lo cual se pierde el rastro histórico. La frase “Roma no paga traidores” (Roma traditoribus non præmiat) nunca estuvo en boca del procónsul y se sumó a una versión de la historia contada mucho tiempo después. Había que lavar las culpas de una Roma que no quería la imagen de un enemigo indefenso muerto a traición.
Bonita frase para tener de cabecera en cuestiones de honorabilidad.
P.D: «No odiamos lo suficiente a los periodistas», debería ser la frase de cabecera de Lázaro Báez.
P.D. II: ¿Te acordás cuando nos interesaba la corrupción y reclamabamos Justicia?
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4 respuestas
Parate frente a cien tipos y gritales castrensemente ( sic)) y van a salir cagando entre cuerpo a tierra y carrera marrrrch……hora idem frente a uno solo…casi seguro te revolea un sopapo. Mandar manda cualquiera, autoritarios somos ( o podemos ser) todos….tener autoridad es otra cosa, vió don?
Ud habla de hechos del pasado, de hace siglos. La asunción a Presidente hace año y medio fue entre toques, palabras y risas cómplices con la Vice saliente, esta filmado, con la que no debió tener ningún contacto porque el mínimo destrozaba su imagen y no le importó y tenía razón: a nadie le importó excepto a mí que no existo ni soy.
Se la pasa hablando de casta mientras tiene a Menem (cualquiera fuere) y a sholi y todos los que no sé, adentro de su esfera. Y el mismo pasa a ser casta al ser elegido como los demás. Pero tampoco a nadie le importa
No voy a defender al periodismo como tampoco voy a defender a los votantes
Vivimos en un país poblado de gente sin moral, sin justicia, sin ética, sin verdad, sin honestidad, sin educación, sin valentía, sin honor, sin respeto, sin nada y a nadie le importa. Los mayores contribuyentes a que tengamos este país así, fueron los militares del último golpe que persiguieron y expulsaron a todos: ¿quién honesto y valiente admite todas las violaciones a las leyes que hizo el proceso, sin pelear o exiliarse o someterse?
Y no justifico con esto ni un poquito las violaciones a las leyes de la mentirosa «juventud maravillosa» o de las organizaciones terroristas de derecha o izquierda
Como conclusión pienso que no tenemos arreglo. Lanata y los como él mueren y no aparecen demasiados suplentes, de los otros hay una plaga más contagiosa que el covid en épocas del estadista Alberto Fernández
Perdón, no me di cuenta y quedó como anónimo. Repito, gracias por tantas verdades. Admiro tu lógica y te leo desde hace años.
Gracias por tantas verdades. Admiro tu lógica!