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Distintas prioridades

Distintas Prioridades

Cuenta una leyenda urbana que en un primerísimo club argentino, a mediados de la década de 1990, un debutante ya había decidido en qué gastar su primer contrato. Aún con manchas de tinta en las manos, salió del club, cruzó la avenida y se dirigió a la concesionaria de autos. No sabía que allí lo esperaba el director técnico, quien lo tomó del brazo, lo subió a un auto, lo paró frente a una inmobiliaria y le ordenó elegir un inmueble.

Alguien le enseñó un orden de prioridades que, obviamente, no eran las suyas. Pero, o compraba el inmueble, cualquier inmueble, o se atenía a las consecuencias.

Cuando era chico y me aceleraba con algún tema, mis viejos siempre me frenaban con la misma pregunta: ¿qué viene primero? Podía ser que estuviera pensando en el fin de semana cuando era martes o lo que fuera, siempre me bajaban a tierra con el mismo cuestionamiento. Lo bueno es que, con el tiempo, descubrí que debe ser el comportamiento más normal que tengo. La prudencia en la planificación es una conducta humana que se aprende, sea enseñada o a los golpes.

Pasa en todos los ámbitos, sobre cualquier tema y a cualquier edad. Compras innecesarias, saturación de agendas que estresan sin que podamos ver cuáles son eventos necesarios y cuáles superfluos. Y lo que para mí es necesario, para usted puede no serlo. Hay gente que necesita de eventos sociales para descomprimir. Quien lo mira desde afuera puede llegar a entender que uno está de joda.

Hay personas que no conciben la vida sin competir para ganar una carrera que nunca termina. Y cuando alcanzan una meta, sienten el vacío apoderarse de sus vidas como si fuera un síndrome de abstinencia que sólo se calma con un nuevo desafío. Dedicados al deporte, se convierten en nuestros ídolos. El tema son los que se dedican a la política: en el medio estamos nosotros.

En una visión simple de lo que ocurre en el día a día de nuestra dinámica política, cualquiera podría darse cuenta que la prioridad número uno del Gobierno nacional es bajar la inflación a como dé lugar. Y ése es un error de percepción. La prioridad número uno es consolidar el Poder, el control de la inflación es una herramienta de doble vía: comunicacional y de Poder. ¿Vieron que podíamos domar la inflación?

La referencia a los primeros tiempos de la estabilización de Menem es inevitable. Todos recuerdan los dos años de inflación de cuatro dígitos. Pocos, en cambio, recuerdan que la Argentina vivió con inflación de tres dígitos anuales durante doce de los quince años previos. ¿Vieron el dolor de la inflación del 2023? Bueno, imagínense esa situación como algo cotidiano. El Gordo de fin de año, el de Navidad y la infla de tres dígitos. El costo de bajarla a niveles internacionalmente aceptables fue altísimo, pero la historia ya los juzgó y hoy se recuerda la dominación de lo que nadie podía dominar. Si salís del infierno con una pierna menos, no importa: saliste del infierno, estás mejor.

Lo que cuesta entender en el entramado de prioridades es el quilombo que se puede armar con lo que no es prioritario para uno. Por ejemplo: a mí no me interesan las relaciones públicas. No me son indiferentes, sólo me cuestan, no me gusta cómo me siento en el intercambio protocolar con contadas excepciones. Y esas contadas excepciones son tan gratas que no podría considerarlas relaciones públicas. Ahora, por no ponerle garra a mejorar en algo que flaqueo, he perdido grandes oportunidades que fueron aprovechadas por otros en mi detrimento. Si tenés fama de conflictivo y no te abocás a las relaciones públicas, la fama se acrecentará. ¿Quién te va a defender de lo que es evidente?

He dicho desde acá que al Presidente, lo que no le gusta, lo delega y se desentiende del asunto. Sus prioridades son hablar de economía teórica. Alrededor suyo, se ve, aparecieron otros con distintas prioridades. Ahí va el pliego de Ariel Lijo para la Corte Suprema de Justicia. ¿Era prioritario cubrir la vacante de la Corte? En una república, es un inmenso “sí”. ¿Tenía que ser Lijo? Desde lo personal –y sé que no soy el único– es un inmenso “no”. Cuando la comunicación que se instala desde el Gobierno es la normalización de las instituciones, el combate contra la casta y la gestión centrada en una economía competitiva, la última de las prioridades es enviar a un Lijo a un cargo con más poder que el del Presidente.

Lijo es prioritario para otro sector al que Milei dice combatir. Para quien tenga un mínimo de recuerdo de algo ocurrido en el país antes del cambio de siglo, si hay una persona contraria al concepto de perfil bajo, ése se llamaba Mariano Cúneo Libarona. Hoy, es un silencioso funcionario a cargo del ministerio de Justicia. Nadie se habría atrevido a darle tamaño cargo si no fuera que al presidente le importa entre poco y nada.

Para don Javier Gerardo su prioridad fue tan, pero tan distinta que se ausentó del país mientras se enviaba el pliego al Senado. Y mientras le pedían la renuncia a su Jefe de Gabinete. ¿Viajó a una cumbre? No, fue a reunirse con grandes empresarios. Bienvenido sea, vamos a darle la derecha de que es prioritario para los intereses de todos.

Alentado por su entorno, también aprovechó el viaje para presenciar la jura del nuevo mandato de Nayib Bukele en El Salvador. Por más que quiera consultar, nadie cercano le dirá que no está bueno violar la constitución de un país para obtener un segundo mandato ilegítimo. Pero bueno, en la era de las redes sociales, todos podemos confundir popularidad con legitimidad.

Su delegación de lo que no le interesa puede resumirse en el off the record que dieron desde la nueva jefatura de gabinete: “en la Casa Rosada pasaron de considerar la administración del Estado como algo secundario a la economía, a priorizarla”. O sea que, si el artículo 99, inciso 1º de la Constitución Nacional dice que el Presidente es “responsable político de la administración general del país”, el nuevo primer mandatario es Guillermo Francos.

Guillote aclaró los tantos de la decisión al comentar que a Milei “la política argentina se le hace complicada, no la entiende”. Todavía me debato en si quiso darle una mano o le disparó un escopetazo en una rodilla.

Y Milei no es tan boludo como lo presenta su flamante Jefe de Gabinete. En el Tedeum ninguneó a Posse, pero fue de la mano de Victoria Villarruel. Milei no tenía apodo despectivo para Posse. Los tiene para Villarruel. ¿Por qué a uno el frío y a la otra la calidez? Ella es la única que le pelea la imagen positiva, a Posse no lo juna ni la madre.

Todo se maneja con la prioridad de cada uno. Y nada es más prioritario que la supervivencia, con lo cual las mismas prioridades pueden cambiar de un segundo al otro. Milei expone un doble ejemplo al explicar, nuevamente, qué opina de lo que no le interesa y qué cree que ocurre en cuestiones de supervivencia: “Va a llegar un momento donde la gente se va a morir de hambre, de alguna manera va a decidir algo para no morirse, no necesito intervenir, alguien lo va a resolver”. La lógica más básica de la oferta y la demanda, pero con personas en vez de objetos.

Hay distintos tipos de supervivientes. La lentitud del Juzgado Federal 7 para proceder en la denuncias de Sandra Pettovello contra los piqueteros denunciados –los que convenía que fueran denunciados, que el resto toma mate– fue inversamente proporcional a la velocidad para filtrar datos de la causa. Esta semana el juzgado puso segunda y avanzó contra Belliboni y compañía. Puedo suponer que una investigación iniciada por la jueza Capuchetti contra el Juzgado y el Fiscal por la filtración de datos apuró el asunto. O tan solo que cambió la perspectiva de qué era prioritario.

Y ya que estamos, paseamos por todas las áreas y la necesidad prioritaria de mostrar acción. Pettovello denuncia a cuatro manos, Petri se disfraza de lo que se cruza y Patricia volvió a un clásico de su anterior paso por la gestión en seguridad: la deportación de criminales.

Hace mucho tiempo, en mis tiempos de cagatintas en un Juzgado Federal, teníamos a un preso que era todo un personaje y hasta me habría caído simpático si no fuera porque me rompía demasiado las pelotas hasta el hartazgo. Eso y que era un asesino impiadoso condenado por matar a candadazos en la cabeza a un comerciante. El tipo, de una Ucrania saliente del comunismo, no sólo había aprendido nuestro idioma: se conocía el código penal y el de procedimiento de memoria. Tengo varias anécdotas sobre su accionar dentro de Ezeiza y su manía por agotar la paciencia de los empleados judiciales con planteos irritantes que pueden chusmear por aquí o al final de la nota.

El asunto es que, varios años después, volví a saber de él en dos oportunidades. La primera cuando se hizo noticia por querer crear un sindicato de presos. La segunda, cuando fue deportado a su país de origen para terminar de cumplir su condena.

Existe algo a nivel internacional y aplicado por muchísimos países: cuando un extranjero es condenado y tiene sentencia firme, cumple con un porcentaje mayoritario en el país de la condena y luego es deportado para terminar de cumplir la condena en su país natural. ¿Por qué no se lo envía a cumplir la totalidad de la condena? Por los fundamentos de la pena: por qué condenamos a alguien. ¿Es por castigo? ¿Es por resarcimiento hacia la víctima? ¿Acaso es para resocializarlo y reinsertarlo? En teoría, debería ser por lo último, en la práctica es por lo segundo y en el imaginario y deseo popular es por lo primero.

Ahora, cada país tiene sus leyes y sus tratos hacia sus reos. Kepych –así era el apellido del ñato que me sacaba canas verdes con sus habeas corpus permanentes– sentía un agravamiento de su detención ir a parar a una cárcel ucraniana. Un sistema mucho peor y menos contemplativo que el nuestro. Otros países pueden tener sistemas más blandos o más corruptos. Puedo entender que para el común de la sociedad un preso sea un gasto innecesario sobre un ser indeseable. Qué mejor que se haga cargo su país de origen. ¿Y si le preguntan a la víctima, a ver qué opina de perder el control sobre qué pasa con su victimario?

Y mejor ni hablo sobre mi opinión de deportar narcotraficantes en el país de las fronteras como un producto de nuestra imaginación. Cinco minutos de atención al documental “Fronteras” de Lucía Salinas –gratis, YouTube, aquí– y les puedo asegurar que sentirán que viven en algo llamado país sólo porque alguien dice que es un país. Si me dan a elegir entre gastar guita en tener encerrado a un narco antes que devolverlo al país que no pudo evitar que el tipo crezca tanto en su negocio como traerlo a la Argentina, lamento no coincidir: lo quiero preso acá, aunque me cueste guita. Más caro me sale que siga con su negocio.

Pero en tiempos de mano dura garpa más mostrarnos intransigentes con la ilusión de que la Argentina es un país con un murallón de más de nueve mil kilómetros. Prioridades. Que no coincida, no quita que no sea la prioridad de otro. Y aplica para cualquier punto: se puede iniciar un expediente por homicidio con una indagatoria o se puede esperar al resultado de la autopsia. ¿Cuál es la prioridad? ¿Saber cómo murió alguien o apresar a su asesino?

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Una anécdota contada por una persona que rosqueó fuerte en la última reforma constitucional es el mayor ejemplo del orden de prioridades establecido por distintas partes y cómo confluyen para que todos sientan lo mismo: que cagaron a la otra parte y que obtuvieron lo que quisieron.

El entonces Presidente de la Nación recibe a uno de sus operadores y éste le dice que un grupo de convencionales introdujo la autonomía total de la Capital Federal, algo que excedía el acuerdo original –el “Núcleo de Coincidencias Básicas”– que solo hablaba de dotar a la ciudad de mayor autonomía, no plena.

–¿Complica la reelección?
–No.
–Que le den para adelante.

Pasó poquito tiempo para que el presidente recibiera una nueva actualización de cómo marchaban las negociaciones.

–Metieron la coparticipación en el texto y se la patean al Congreso.
–Pero de la reelección no dicen nada.
–No.
–Perfecto.

Y así se fueron dando las consultas siempre con el mismo resultado. ¿Una radical chaqueña metió el reconocimiento y resarcimiento a los pueblos originarios? Adentro. Limitaron los Decretos más allá de lo que esperaba el presidente? Adentro. ¿Más poderes de los esperados a la futura Auditoría General de la Nación? Adentro. Si no toca la reelección, adentro. “Del resto me encargo yo, chango”, como respuesta a todo. Prioridades establecidas y claras desde el inicio.

Digan lo que digan y griten lo que griten, todos los presidentes que siguieron tomaron de la Constitución que votaron sus partidos lo que les convenía. Es lo que Carlos Fayt, en un encuentro con jóvenes periodistas, resumió en una frase que para siempre rebotará en mi cabeza: “En la Argentina, la Constitución es un listado de sugerencias”.

¿Sabían que la Constitución dice que las autoridades del Gobierno Federal residen en la Capital Federal y no en una Quinta a dieciséis kilómetros de distancia de la Rosada? ¿Sabían que, al igual que en la Carta de Derechos norteamericana, nuestra Constitución establece como derecho “el bienestar”? ¿Quién carajo decide cuál es el bienestar de alguien? Si sacamos de un monoambiente a un laburante y lo metemos en un tres ambientes a metros del subte, probablemente hayamos mejorado de forma notable su bienestar. Saquemos a Mirtha de su palacete en Barrio Parque y mudémosla al mismo depto de tres ambientes. ¿Se entiende? ¿Qué es “el bienestar”? Depende de la prioridad.

Y puedo llevarlo a la mínima expresión de lo que cada uno desea para su vida. Hay personas que no pueden vivir sin correr una carrera constante, que viven como si le exigieran al mundo el pago de algo que nadie les debe. Hay sujetos que centran su líbido en el crecimiento laboral constante.

Y existen otros que tienen la vida centrada en poder ir a buscar a sus hijos al colegio. O en cuidarlos cuando tienen fiebre. Una noche en vela, o dos, contra esa presentación laboral que podría colocarte en carrera. ¿Cuál es la prioridad? Las dos respuestas posibles son correctas, es solo una cuestión subjetiva.

Pero importante. Porque el orden de prioridades determinará qué pueden esperar de nosotros, qué podemos esperar del otro. Aplica a la vida. Aplica a los gobiernos.

Nicolás Lucca

PD: Se cumplen 174 días sin que el Presidente firme el decreto prometido para incorporar a la Organización Terrorista Hamás dentro del listado de Organizaciones Terroristas.

 

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