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Enemigo para armar

Enemigo para armar

Todavía no hemos descubierto un método mediante el cual los malos sepan que son malos y los buenos se consideren buenos y ninguno agreda al otro. Si coincidimos en este punto, sepa, querido lector, que yo sí creo en un Estado. ¿De qué tamaño? Soy old school de la corriente Jean-Jacques: del tamaño justo y necesario para administrar idéntico tamaño de habitantes y variables. ¿Quién determina eso? Bueno, ese es, exactamente, el problema que tenemos desde que existen los Estados modernos.

Me resbalaron las declaraciones de Milei en España. Las leí después, al día siguiente, creo, y porque entré a ver a cuánto había cerrado el dólar. De masoquista, no más. Y encontré un lindo, bonito quilombo, con una historia que no pareciera ser real, pero este es mi país, señores. ¿Se pasó por el centro de las nalgas cualquier principio diplomático? Cuál es la novedad. Cuál es. Creo que hace mil siglos desde acá se dice que, lo que a Milei no le interesa, no lo delega: lo desprecia. Lo digo en el sentido literal de la palabra: tenerle poca estima a la cosa, no mostrar interés, etcétera.

Apostaría plata, si todavía me quedara algo, a que el Presidente no sabe si tiene más poder un General de Brigada o un General de División, a pesar de haberse vestido de milico un par de veces. ¿Por qué lo sabría si no le importa? En todo caso, la pregunta debería ser qué tanto debería saber del funcionamiento del Estado una persona que se propone y dispone a administrarlo. Convengamos que nunca nos hacemos esa pregunta a la hora de votar.

Milei todavía cuenta con una imagen positiva propia de esta altura de un gobierno, pero absolutamente contraria a la de un tipo que encaró un ajuste mientras toca con sus amigos. En parte, dicha popularidad se justifica por la carencia de opciones y el espanto a las existentes. Pero, a esta altura del partido, hay que aceptar que también nos representa como pocos.

Si todavía no cerró este texto, enojado, ofendido y acordándose de toda mi familia en ascendencia materna, paso a explicarme.

En 2007 se emitió en la tevé argentina la versión local de El Gen, un formato replicado en varios países en el que se armó un concurso de enfrentamientos eliminatorios entre un puñado de figuras públicas e históricas de la Argentina. En cada fecha, exponían defensores y detractores de cada figura histórica hasta llegar a la gran final, en la que cinco personalidades fueron sometidas al voto popular para consagrar al que mejor nos representaba, al que portaba El Gen argentino. Ganó el General don José de San Martín. Si mal no recuerdo, en segundo lugar quedó René Favaloro.

El programa no se llamaba El Argentino Más Grosso, sino El Gen Argentino y la consigna era básica: quién representa mejor que nadie al argentino. O la gente no entendió la consigna o tenemos un serio, muy serio problema de autopercepción. Porque otro sería el cantar de esta sociedad si nuestra forma de ser estuviera marcada por los parámetros de un San Martín o un Favaloro.

Cuando digo que Milei es el que mejor nos representa, no hablo del estereotipo del argentino propenso a la corrupción, que de esos también tuvimos buenos representantes. Me refiero al champion de la life, el que la sabe lunga, el que la tiene más clara que vos, que yo y que todos los demás. El autorreferencial, el que tiene que exagerar cada afirmación como si el mundo fuera a acabar si no lo hiciese, el que no considera que alcanza con imponerse sobre un adversario, sino que hay que humillarlo. El que se entera de algo porque se lo comentaron y lo repite sin saber si es cierto o no, pero con la certeza del que tiene la posta.

Ese al que no le causa gracia el chiste de que Jesús es argentino: vivió con los viejos hasta los 30, cree que su padre es Dios, su madre es virgen y su palabra la verdad revelada.

Lo único que me sorprende de la presencia de Milei en España es que, por primera vez, ningún español presente se espantó de ver a un argentino hacer todas las cosas que, según ellos mismos dicen, odian de los argentinos: ir a la casa de otro a dar clases de moral, buenas costumbres y cómo deben dirigir sus vidas, a los gritos, con risas socarronas y gastadas. Evidentemente, la imagen que nosotros creemos que los españoles tienen de nosotros, no es la adecuada. El problema de generalizar.

No me molesta para nada que Milei haya hecho lo que hizo. Un poco porque Sánchez me parece un tipo muy peligroso, otro poco porque no vivo en España, no estoy empapado en el día a día español y otro poco porque, repito, no esperaba otra cosa. Quizá puedo expresar alguna que otra sorpresa por todos aquellos que extrañaban el charm de Juliana Awada y el don de gentes de Mauricio Macri o la fiesta del G-20 en Buenos Aires y ahora están contentos con esta manía de llamar pelotudos a los pelotudos.

No sé cuántos de ustedes vieron The Wire, un hito de la televisión de principios de siglo emitido por HBO. Pocas cosas me sacaban más sonrisas, risas y carcajadas que las avivadas del detective McNulty para provocar a sus jefes, a los funcionarios judiciales o a otros policías a los que despreciaba. Todavía me río cuando recuerdo alguna. A eso me refiero con la argentinidad: el disfrute de la gastada y la provocación, el goce de humillar al que provocó.

Vuelvo. Me tiene sin cuidado los dichos de Milei y dónde los dijo, si en España, en el Luna Park o cuando conversa con sus panelistas Luis y Jonathan. Me intriga mucho más la dinámica del conservadurismo a nivel global. O sea: me pregunto si esta es la forma en la que la naturaleza colectiva busca el modo de compensar la avanzada de todo lo que amenaza nuestro estilo de vida.

Mire las prioridades. Antes que Milei, en España hizo uso de la palabra el Secretario de Culto. El hombre dijo estar en contra del aborto legal y lo comprendí: es una herida reciente para el sector Salvemos las Dos Vidas hasta que Haya que Meter Bala. Luego dijo que está en contra del matrimonio homosexual. Si hubiera dicho que está en contra del matrimonio en general, quizá me sacaba una sonrisa. Pero no, solo del mismo sexo. Una herida de hace catorce años, se entiende. Pero cuando cargó contra el divorcio… papito.

Yo entiendo que una buena forma de castigar a los homosexuales que deciden casarse es prohibirles el divorcio, pero ¿por qué ahí sí lo hace igualitario? ¿Qué problema tiene con que la gente quiera ser feliz? Ese mismo día, por la tarde, el “máximo prócer de las ideas de la libertad de la Argentina”, el Revoira Lynch que no es diputado, escribió una columna para Infobae en la que repite los mismos conceptos. Unos días después, Bertie Revoira Lynch (el hijo, baterista, legislador aficionado) sostuvo que “matrimonio” viene de “madre”.

Odio apelar a la etimología. Menos cuando se trata de latín porque me da muy Mariano Grondona. Pero bueno: matrimonium, en latín, es matrimonio. Y según el diccionario Vox –que no tiene nada que ver con la agrupación– matrimonium es dar a una mujer como esposa. En algún texto de Derecho que se promovió hasta el hartazgo se dijo que era la conjunción de Mater, que sí significa madre, y Monium que es “obligación”, algo así cómo “obligación de madre”. Monium, en el diccionario, no tiene ninguna acepción de “obligación” sino de consejo. Y en todo caso, ni aplica tampoco, porque ¿cómo se hace para ser madre antes de casarse?

Vaya de paso: si matrimonio es una obligación lingüística que obliga a que una familia se componga de papá y mamá, ¿el patrimonio es sólo el masculino? Hoy, que es 25 de Mayo, ¿qué hacemos con el “viva la Patria”? ¿Por qué los romanos la consideran femenina a pesar de provenir de Pater? ¿el pater era no binarie? ¿Se puede tener la lógica tan, pero tan impoluta?

Sí, se puede. A mitad de semana, el inculto secretario de Culto volvió sobre el tema del divorcio y dijo que, según un estudio de la Universidad de Su Madre, los hijos de padres divorciados sufren de mayor ansiedad que otros chicos. Cuando se nos muere un padre también entramos en crisis depresiva. Por favor, deróguenme la muerte. Saquen una ley que impida que la gente envejezca, que los chicos crezcan y que obligue a los perros a vivir mil años. Ya que están, una que impida la Ansiedad y listo.

¿En serio quieren meter en la discusión los trastornos mentales?

Puedo entender muchas cosas, pero me cuesta comprender la obsesión contra lo que no es obligatorio. Menos cuando viene de los que dicen respetar el proyecto de vida ajeno. ¿A quién obliga a divorciarse el divorcio? ¿A quién obliga a casarse con otra persona del mismo sexo el matrimonio igualitario? Ni siquiera acompañan las estadísticas. Cualquiera habría apostado a que una ley de divorcio podría disparar los casamientos. Ocurrió sólo los primeros dos años, empujado por todas las parejas que vivían “en pecado” y pudieron regularizar su situación tras divorciarse de sus antiguos cónyuges.

Desde entonces, y a pesar de contar con la certeza de que, si la cosa no funciona, se puede disolver el vínculo, no han parado de descender los matrimonios en la Argentina. En 2023, se registraron un 40% menos que en 1990. Y en ese número radica, también, por qué la imagen del gobierno no se ve afectada por estos comentarios: ¿a quién le importan, si casi nadie se casa? ¿A quién le afecta, si los insultados son minorías?

Y ya que hablamos de minorías, hay que ponerse de acuerdo: o los homosexuales son enfermos o fueron educados en la homosexualidad. Las dos cosas son incoherentes. Si el biógrafo del presidente, además, dice que “la homosexualidad no es una elección sexual porque no se puede elegir”, ¿a qué le llama adoctrinamiento si no hay a quién adoctrinar? Si sostienen que se nace gay o hétero, ¿a qué le tienen miedo?

Dime quién es tu disruptivo favorito y te diré a qué le temes. En los últimos lustros, el léxico político internacional ha llevado a que haya gente con mucho miedo. El feminismo, los trolos, las tortas, los extranjeros que no se ven como nosotros, etcétera. Pero cuando se acrecentó el temor al Estado, todo se dio vuelta. Es cuanto menos gracioso cuando el gobierno apunta contra el Estado, porque, si mal no recuerdan, los Estados son una invención del hombre para evitar que nos hagan mierda los potenciales enemigos. En este mundo fraccionado, en el que vemos enemigos por todos lados ¿a quién se le podría ocurrir la eliminación del Estado? A los mismos que ven esos enemigos por todos lados. ¿Quién nos va a cuidar del comunismo? ¿Quién nos va a proteger de los fans de Alá? ¿Jesús?

Existe el concepto de la Paradoja de la Libertad, que consiste en creer tanto en la libertad que cualquier acto para defenderla es, por definición, llevarle la contra. El ejemplo número uno se encuentra en los Estados Unidos del siglo XXI. La primera democracia moderna nació con un respeto irrestricto a la creencia religiosa del otro. Estados Unidos no tiene religión oficial ni sus leyes sostienen culto alguno. Y eso que toda la gesta independentista está impregnada por la mirada de Dios. Hoy, el 70% de los habitantes del país que colocó al hombre en la Luna, cree que el planeta Tierra tiene seis mil años de antigüedad. Lo dicen las sagradas escrituras. ¿Qué puede hacer un país libre para paliar tremendo desorden, prohibir la religión como hicieron los comunistas?

Lo que sí noto, decía, es una forma de defensa en el ataque, un impulso instintivo de buena parte de los pueblos para enfrentarse a lo que vive como amenazas, algunas más reales que otras.

En algún momento de la historia reciente se rompió la brújula ideológica de las personas. Hasta no hace mucho tiempo, para recibirse de progre, había que contar con un amigo judío. Hoy, la clave está en ser antisemita, un privilegio moral antiguamente reservado para lo más facho de nuestra sociedad.

Que la izquierda más pelotuda de Occidente abrace a todo lo que amenaza a Occidente es una herencia del sentimiento antiimperialista propio de América Latina y que impregnó a las principales democracias del primer mundo. Si lo que amenaza a nuestro estilo de vida son los extremismos religiosos, bienvenidos sean. De ahí la gran incoherencia de defender, en un mismo plano, los derechos de los homosexuales, la igualdad de género y a los líderes religiosos que no discuten esos derechos: los asesinan. En Irán, al igual que en Rusia, también gobiernan conservadores. Es más, llevaron a cabo una revolución cultural. Y la ganaron hace 45 años.

De ahí mi intriga: si la respuesta a una izquierda tan, pero tan pelotuda es una derecha a la altura. Quizá estemos viviendo un momento de reacción con lo que se tiene a mano y eso sea necesario para alcanzar el punto de equilibrio, esa línea de flotación en la que nos sentimos cómodos. Porque el fenómeno de la Argentina de Milei no es local, sino procesos que se expanden por todo el mundo Occidental. Ok, no todos arman un tributo a La Renga para que un grupo de políticos cante contra la política. Pero, en líneas generales, es un fenómeno global.

Y si lo que nosotros creemos que es la izquierda hoy es incapaz de encontrar una amenaza en las teocracias, es que ya no tienen ni la inteligencia suficiente para identificar a un gobierno conservador. Que crean en otro dios, no los hace menos conservadores, tradicionalistas y nacionalistas. ¿En qué extremo de las ideologías colocamos a esa triada? ¿A la izquierda o a la derecha?

Lo gracioso es que, en la autopercepción, las dos puntas van al mismo juego. Y cada tanto nos toca escuchar una defensa de la libertad con argumentos tan conservadores que lo único que los diferencia de los regímenes musulmanes son el dios al que le rezan.

«Tener un enemigo es importante no solo para definir nuestra identidad, sino también para procurarnos un obstáculo con respecto al cual medir nuestro sistema de valores y mostrar, al encararlo, nuestro valor. Por lo tanto, cuando el enemigo no existe, es preciso construirlo.»
Umberto Eco. Conferencia dictada en la
Universidad de Bolonia, 15 de mayo de 2008

PD: Umberto hablaba con sarcasmo. Un poco.

PD II: Van 167 días sin que el Presidente firme el decreto prometido para incorporar a la Organización Terrorista Hamás dentro del listado de Organizaciones Terroristas.

PD III: Los pastelitos no son de hojaldre.

Nicolás Lucca

 

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Por si querés leer más:

Adiós a Occidente

Los iluminados

Era una joda

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(Sí, se leen y se contestan since 2008)

2 respuestas

  1. Si la izquierda hubiera existido durante la conquista de América, hubieran estado en contra de la colonización española/portuguesa/francesa/inglesa y eso no los hace estar a favor de los sacrificios humanos de los aztecas. Realmente no es muy diferente el criterio que se aplica en el genocidio palestino.

    ¿Cual es la diferencia entre el discurso y la acción de Milosevic en Serbia y el discurso y la acción de los lideres de israel, desde Herzl en adelante?

    Estoy de acuerdo que alguien que apoye a cualquiera de los gobiernos de los paises citados (incluido EEUU) en nombre del progresismo, tiene una grave contradicción ideológica que enfrentar.

  2. disculpá que me repita: gracias por joder con tu aviso de nuevo, alto, ancho, profundo y … casi completo relato. Escribí casi para no tener la última palabra.
    167 no es poco para nada. Son muchos 1 acumulados.

    ¡Buen show y café con pastelitos!

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