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Justicia en oferta

Justicia en oferta

La imagen que el común de los argentinos tiene sobre la Justicia se divide en dos: los que sienten que los cagaron y los que están por ser cagados en algún momento. A tal punto es el descreimiento que hablamos de “La Justicia” como un todo cada vez que un ladri multi universitario firma un fallo vergonzoso. Y la Justicia es uno de los tres Poderes del Estado. Odiar a la Justicia es un preludio a reventar la República. En nuestro caso, un largo preludio. O una República que dejó de existir hace tiempo.

Con mis últimos textos no han sido pocos quienes me dicen que “están buenos” pero que quedan “con una sensación de tristeza”. Realmente lo siento. Pero cuando hablamos de Justicia, el panorama puede ser ultra sombrío o ultra esperanzador.

Yo estoy en un punto alterno. La conozco de adentro y es lo que es. Una vez le dije a un funcionario judicial en actividad que “yo no puedo opinar más de cómo funciona porque me fui hace añares”. Su respuesta fue hermosa: “desaparecieron los libros de movimientos, el resto sigue siendo todo la misma cosa, las mismas costumbres, los mismos vicios”.

En “la Justicia” englobamos absolutamente todo, desde un juez sacapresos de un pueblito perdido en Villa Ojete hasta Ariel Lijo y su cajoneo de causas a cambio de un impulso más para ser miembro de la Corte Suprema. Y, con cero ganas de quitarle mérito a una institución que tanto ha hecho por arruinarse solita, la verdad es que el universo es mucho más amplio. Quedan advertidos.

Hace unos días desapareció en el interior profundo de Corrientes un niño de 5 años. En un puñado de días, la desaparición se convirtió en un caso de trata de personas –un delito de competencia federal– y el caso pasó a manos del Juzgado Federal de Goya. Extravíos de niños ocurren prácticamente todos los días. Unos días antes de la desaparición de Loan, precisamente el 4 de junio, se extravió Brenda Díaz Cáceres, de 8 años, en la Ciudad de Buenos Aires. Está al lado de Loan en la página de Missing Children, pero sin medios a los que les importe. A primer scroll del dedo, pueden ver cinco porteños, once bonaerenses, tres hermanos desaparecidos en Bahía Blanca, otros tantos en San Martín de Mendoza.

Y nada.

Muchas casos no pasan a mayores porque los niños aparecen de pedo o los encuentra un vecino y llama a un patrullero. Los que terminan en Missing Children es porque no están. Como Guadalupe Lucero, que la semana pasada cumplió 3 años desde que fue vista por última vez a sus 5 años en San Luis. O Maximiliano Sosa, que si quieren poner un contador amarillista en la pantalla, pueden anotar 3.114 días desde que desapareció de su casa en Ceres, Santa Fe, en diciembre de 2015 con 3 años.

Ya que está de moda Corrientes, ¿cuántos días llevan contados desde que Julieta Tomassella se esfumó de Goya con 6 años? Les hago la cuenta: 2.944 días desde aquel 8 de junio de 2016. O su hermana Abril, que desapareció el mismo día con 11 años en un combo de 2×1.

Casos como el de Loan ocurren más a menudo de lo que creemos en un país en el que todos, absolutamente todos hemos escuchado hablar de la trampa para evadir la burocracia de las adopciones: comprar un pibe en Misiones o en Santiago del Estero. Desde hace tantos siglos como los que llevamos con el conocimiento de que nuestras fronteras son una ilusión más grande que la paz mundial. Y casos como el de Loan terminan por resolverse por cualquier factor menos por la investigación. Todo para nuestra tranquilidad, así podemos volver nuevamente a nuestro mundo en el que los niños no desaparecen todos los días.

Si creen que la Justicia no funciona bien, no saben la falta de recursos con la que cuenta. Sólo en Nación, el 90% del presupuesto asignado a la Corte Suprema se destina en su totalidad al pago de salarios del Poder Judicial que de ella depende. Y si esta es la situación a nivel nacional, podrán imaginarse lo que ocurre a nivel justicias de provincias.

Decía que desapariciones ocurren a diario. Un paseo por Missing Children y se acaban las ganas de comer. Y es que no las queremos ver. Las mismas caras con los mismos datos y los mismos logos de Missing Children están en los colectivos, en los subtes y en los trenes. Hoy llaman la atención. ¿Por qué no antes? Un neurocientífico dirá que se activan zonas de no sé qué parte del cerebro que impide que podamos asimilar esa información como prioritaria porque no podríamos seguir con nuestra vida a sabiendas de que el mundo es una mierda.

Pero es lo que es.

La impunidad es una sola y no mide grados. Es habitual escuchar en política que “no vamos a hacerle quilombo por esa tontería” o celebrar con risotadas una anécdota de un hecho brutalmente corrupto ocurrido hace años en algún municipio o en la mismísima presidencia. Todo normal. Pero la impunidad con el más grande tiene efecto derrame. Sí, aunque suene a chiste en este país en el que vas preso por robarte un sánguche de milanesa y nadie va en cana por chorearse un edificio. Lo que importa es el mensaje: si nadie va preso por hacerse millonario con la nuestra, ¿qué le queda al resto?

Hay una escala de peligrosidad que es lo que los doctrinarios han esbozado para justificar lo injustificable. Se traduce en lo siguiente: un tipo que sale con una pistola o un cuchillo a robar implica un riesgo de vida directo en el momento; las consecuencias negativas de los actos de un funcionario corrupto se pueden diluir en el tiempo y, por ende, son menos dañinas de forma directa a la integridad de las personas.

Hasta que un tren decide que Once no es la terminal y pretende seguir de largo, claro.

El efecto derrame del que hablo es el de los funcionarios. Imaginemos que la avenida Pueyrredón se llenó de cabarets, saunas y prostíbulos. Imaginemos que un ministro de la Corte es el que los regenteaba de forma indirecta. ¿Quién no se animará a abrir una whiskería en cualquier barrio? ¿Qué funcionario judicial va a decir “no, eso no corresponde” si el más capo la levanta en pala sin necesitarlo?

La Justicia es un desastre para la opinión pública. Y no lo es para quienes ven el milagro que llevan adelante varios funcionarios y empleados con recursos patéticos. Los que han padecido un delito, tienen una visión pésima del fuero penal. Los que se comieron un juicio laboral por un esguince, odian al fuero laboral. Los que tienen que gastar plata en un juicio para que les paguen la jubilación que les corresponde, odian al fuero previsional. Aquellos que atravesaron un divorcio de mierda, odian a la justicia de Familia. Los que tienen problemas para ver a sus hijos piensan en el caso Lucio y lloran.

Y el resto, tenemos la visión de la Justicia de lo que sale en todos los medios: la Federal. Es la que interviene en infinidad de casos de narcotráfico, infracción a la ley de marcas, falsificación de documentos y, lo único que vemos a diario: las causas de corrupción.

Buena parte de todo el despelote se puede arreglar en el Congreso. La Justicia, después de todo, solo interpreta leyes que deberían ser lo más explícitas posibles para evitar tener que ser interpretadas.

¿Sabían que las penas más bajas de nuestro Código Penal son para los delitos de la política? El cohecho es el nombre técnico para la coima. Quiere decir que para que haya un coimeado, es también responsable el que paga. Ahora, Casación, el máximo tribunal penal de la Argentina, reinterpreta un hecho absolutamente claro de cohecho y dice que no, que es más complejo: hubo un aporte voluntario, pero no para un beneficio, sino por altruismo político. No fueron coimas, sino aportes de campaña. No se le puede decir adiós a la Causa Cuadernos, pero sí nos despedimos de un país serio en el que todos los responsables son responsables y pagan por sus responsabilidades.

Lo curioso es que la Fiscal General que pidió la intervención de Casación lo había hecho por las demoras para llegar al juicio. Le dieron la razón, pero le sacaron a un par de imputados que nadie pidió. ¿No es hermoso? Honestamente, no entiendo de dónde sacará ganas la Fiscal para seguir adelante después de todo el laburo que llevó a cabo.

Interesante es pensar que los jueces que dibujaron este fallo en base a la imaginación de lo que la ley no dice, son los mismos que refrendaron el fallo en el que se responsabiliza a Irán por el atentado a la AMIA. ¿Cómo creerles? ¿No miden el daño inmenso que hicieron a la credibilidad de todos sus fallos?

¿Que qué tiene que ver esto con Loan? La política. Siempre la política. ¿Quiénes tienen las cárceles colapsadas y provocan que los presos deban ser largados? ¿Quiénes sancionan los códigos de procedimientos que habilitan cualquier avivada? Si esto pasa en la Capital Federal de la Nación con la mayor causa de corrupción de la historia de la Argentina –157 imputados por 540 hechos delictivos de 26 calificaciones distintas y 899 testigos– ¿qué se puede esperar de un paraje en un departamento del norte de Corrientes con un chico perdido como tantos otros miles?

En cuanto se calificó el hecho como Trata de Personas, todo cayó en la Justicia Federal. Y si le tienen miedo a Comodoro Py, les puedo jurar que los juzgados federales del interior son una caja de bombones de Forrest Gump: nunca se sabe qué te puede tocar.

¿Recuerdan el caso Fariña? En Bahía Blanca había un “socio” llamado Juan Suris. El juez federal que quiso investigarlo fue desplazado. Al que lo reemplazó, la Cámara Federal le tiró la oreja por planchar la investigación. ¿Qué pasó? Desplazaron a los camaristas y pusieron de juez de instrucción a uno que estaba a cargo del Juzgado de Dolores. En la loma del orto de Bahía Blanca. Se llamaba –y se llama– Alejo Ramos Padilla. ¿En qué quedó la causa? Bueno, Suris confesó que repartía facturas para justificar los gastos injustificables de un “empresario poderoso de la construcción en la Patagonia”. Fue condenado por narcotráfico. ¿Del resto de su confesión? Nada.

Hay gente híper valiosa que, hartos, terminan por dar un paso al costado. Pasa en la Policía, pasa en la docencia, ¿Cómo no va a pasar en la Justicia? ¿Recuerdan al Fiscal General Germán Moldes? Se jubiló. Ahora es un tipo feliz que escribe libros sobre historia, su pasión, pero todos hemos perdido a un funcionario valioso.

Cúlpenme de extremista, pero la necesidad de un ministerio de Justicia me parece tan irrelevante como si se creara un ministerio Legislativo. Todas sus funciones se superponen con otros ministerios. Y ni que hablar en asesoramiento legislativo, que para eso está la Procuración del Tesoro de Rodolfo Barra, otro garante de institucionalidad.

Pero si va a existir un ministerio de Justicia, que al menos tenga un perfil de prestigio y no un Cúneo Libarona, que tiene más conflictos de intereses que Luis D’Elía al frente de la AMIA. Cúneo fue abogado de José Alperovich en la causa por abuso sexual agravado en la que fue condenado recientemente. También fue abogado del Rey de la Efedrina y de un abogado acusado de lavado de dinero por la Unidad de Información Financiera. Hoy, la UIF depende de su ministerio. La última noticia que tenemos de la UIF es que rajaron al que quiso que el Estado se presente como querellante en la causa del yate de Insaurralde. Total normalidad institucional.

Cúneo nunca se cansó de defender narcotraficantes en el libre ejercicio de su profesión y bajo el derecho a la justa defensa con el que cuenta cada ciudadano argentino. Su hermano, Matías, miembro del mismo buffet familiar, fue el abogado de Mameluco Villalba, entre otras causas, por el secuestro y asesinato de Candela. ¿Se acuerdan de Candela? La niña de 11 años que desapareció y cuyo cadáver fue hallado por una cartonera durante la gestión de Scioli. Un Cúneo defendió a Villalba, Burlando a la familia de la víctima y Scioli a sí mismo.

Aranguren, como ministro de Energía, fue aniquilado mediáticamente por mucho menos. Con Cúneo es más complejo, porque pegarle a cualquier cosa que haya tocado Milei es querer que vuelva el kirchnerismo.

Sin embargo, entre las funciones del ministerio de Justicia figura la coordinación con las justicias provinciales, una facultad que también se superpone con la Corte Suprema de Justicia. ¿Qué tiene para aportar el ministro sobre la justicia correntina si se puso a investigar el juicio por jurados aprobado en 2016 para el fuero Federal recién cuando llegó a su cargo?

Todo lo bueno que pueda ocurrir en la sociedad, obedecerá a dos factores: la voluntad de muy poquitas personas y una suerte inconmensurable. Un docente que hace más de lo que el sistema le pide, puede que termine fuera del sistema en cualquier momento. Y puede que el precio lo haya pagado para encaminar la vida de una o dos personas. Puede que haya intentado salvar la vida de 500 alumnos, y puede que alguien con más autoridad le haya dicho “no”, porque el sistema y coso.

A pesar de lo que digan los más duros de las políticas de seguridad, les puedo jurar que los únicos que tienen ideas reales para encaminar la situación quedan afuera del sistema. Ningún trabajo de investigación se dedica a seguir la ruta del dinero. Si siguen la ruta de la droga, llegarán, con toda la furia y de forma casi excepcional, a un capo narco. Pero la naturaleza no acepta vacíos: una vez encanado, será reemplazado por otro. Si siguen la ruta del dinero, puede que se encuentren con quien necesita tener ese espacio ocupado. Y ahí nos quiero ver.

Cualquiera que haga su trabajo a conciencia de lo que su trabajo significa y pretenda modificar un cachito la realidad que lo rodea, tarde o temprano deberá dar un paso al costado o lo correrán otros. Funcionaba así hace un siglo, funciona así ahora, solo que, por si fuera poco, tenemos una hinchada permanente en redes sociales que ya ha adoptado la conducta de los barras bravas: están de espaldas al partido y no quieren ver lo que pasa en la cancha. Solo gritan goles y, si te hace llorar, está bien.

¿Cuántos asistentes sociales tiene una provincia con la mayor tasa de pobreza del país? ¿Cuántos necesita si todos son pobres? ¿Nos sorprende lo que ocurre? ¿Saben, repito, que hay Loanes todo el tiempo en todo el país? ¿Somos todos conscientes de que, además de los hijos de puta que llevan a cabo los actos, están las autoridades que no hacen nada para aminorar los hechos?

Todo va de arriba hacia abajo y no al revés. Si arriba me dicen que todo el desastre económico fue hecho adrede por el gobierno anterior, ¿por qué no están las denuncias?

Porque nadie atenta contra su propia especie. Las penas de prisión por administración fraudulenta, cohecho y enriquecimiento ilícito son ridículamente bajas. ¿Quiénes deberían modificarlas? Políticos con cargos de legisladores. ¿Cómo se van a disparar en el pie?

Son hermosas las charlas para auto adjudicarse un Nobel. Pero mientras al Presidente le pagamos las conferencias por las que antes le pagaban –según sus propias palabras–, el país necesita urgentemente restaurar algo, un cachito, los cimientos de sus instituciones. No es una cuestión de elegir: se puede arreglar la economía sin reventar la institucionalidad.

La clave de un país exitoso siempre, pero siempre serán sus instituciones. Los pocos liberales que aún no fueron insultados por el presidente porque están a su lado aplaudiendo, lo saben tanto, pero tanto que el libro “Por Qué Fracasan Los Países” es la biblia infaltable en todas sus bibliotecas. Y ese libro, candidato y ganador de decenas de premios, sostiene que no hay cuestiones culturales, genéticas, climáticas, poblacionales ni históricas que expliquen por qué a un país le va bien y a otro mal. Todo, absolutamente todo se dirime en la calidad institucional.

Si queremos centrar todo en la economía, sin prestar atención al resto, podemos resumir el panorama en una pregunta: ¿quién, en su sano juicio, invertirá en un país con esta calidad institucional? ¿Creen que los grandes inversores no piden informes de la situación del país en el que están interesados en invertir? ¿Creen que no saben del prontuario del juez que impulsa el gobierno para integrar la Corte Suprema de Justicia? ¿Creen que no saben que es el mismo juez que durmió la Causa Cuadernos? ¿Creen que no se enteraron que, cuando era empleado judicial, estuvo en cana por truchar pruebas en la causa AMIA, misma causa en la que estuvo preso el actual ministro de Justicia?

¿Qué harían ustedes, con una mano en el corazón y otra en el bolsillo, si les digo de invertir en un país con un ministro de la Corte y un ministro de Justicia con antecedentes penales?

¿Qué harían si la fuerza federal favorita de la ministra de Seguridad es la responsable de la custodia de las rutas y de las fronteras de un país en el que cualquiera puede entrar y salir como se le antoja, con lo que se le antoja y con quien se le antoja?

En 1998, con 16 años y junto a un grupo de amigos, cruzamos de La Quiaca a Villazón, en Bolivia, sin ninguno de nuestros padres. Nadie dijo nada. Estuvimos un par de horas, compramos lo que se nos cantó, volvimos. Todos menores de edad. Pasaron 26 años de aquel día. ¿Creen que algo cambió? Vean el documental “Fronteras» de Lucía Salinas, lean su libro homónimo, y díganme quién puede creer en una frontera en este país.

¿Y todavía tengo que leer a gente sorprendida porque un menor pudo haber salido del país sin que nadie le pida documentos? ¿Que sospechen que lo haya hecho por algún paso ilegal? No jodamos, gente. Es más probable que sean detectados en otros países al ingresar que en el nuestro al salir.

Esta es mi Justicia, esta es mi Seguridad. Estas son mis instituciones, estos son mis controles. Y estos son los funcionarios a cargo de cambiarlo todo.

Arreglen las instituciones, que el resto se corrige solo. ¿Sube el dólar blue? Falta de credibilidad en las instituciones. ¿Nadie invierte? Y, qué querés, hermano, si tenés el mismo riesgo que ir al casino que queda arriba de una escalera tras una puerta en Constitución.

El capitalismo funciona bajo cualquier régimen político. Pero la prosperidad sostenida en el tiempo sólo es posible en países institucionalizados, con organismos fuertes, confiables y servidores públicos que creen que su función es importante para la sociedad y no para ellos mismos. Se les llaman políticas de Estado. Pero para creer en ellas, primero hay que creer en la independencia de Poderes, en la República. Y en el Estado.

Ah, y administrar las cosas haciendo de cuenta que nos importan.

PD: Me dijeron que escribo largo. Bueno, sale uno por semana, siento que robo si escribo menos.

PD II: Si creen que escribo largo, llevo más de 100 textos en los que abordo el tema de la Justicia. Me gusta. La amo, la odio, quiero más.

PD III: Van 202 días sin que el Presidente firme el decreto prometido para incorporar a la Organización Terrorista Hamás dentro del listado de Organizaciones Terroristas.

Ah, y tengo nuevo libro.

 

Nicolás Lucca

 

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2 respuestas

  1. La connivencia del poder ejecutivo con el judicial, junto a la hipocresía del poder político en un marco corrupto, hace lo que hoy es nuestra sociedad. El poder judicial fue y es el principal culpable de nuestros males, tanto en dictadura como en democracia.
    «No le des al juez de qué quejarse» es el lema que impera en la justicia. Es un poder falto de ética y moral.

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