En estos días posteriores al resultado de la elección presidencial del domingo pasado, han abundado análisis bien intencionados poco sesudos, otros muy inteligentes pero de poca repercusión, y las maravillosas opiniones oficialistas en cualquier formato que permita comunicar una idea. Los místicos de la CTA pegaron afiches con la cara de Néstor y una frase que estaría diciendo el ex vivo ex presidente: «los rumores sobre mi muerte fueron exagerados». Desde esta redacción quisimos comunicarnos con alguna fuente autorizada de la central obrera, para consultar de cuál estaban fumando, pero nos fue imposible.
En idéntica sintonía, desde la Escuela Científica San Zanola, encargaron unos afiches en los que pusieron a Néstor, felicitaron a Cristina, mencionaron los logros obtenidos y le metieron la firma de La Bancaria. Zanola, desde su templo en el penal, aún sueña con que lo larguen. No considera justo estar detenido en la causa por la mafia de los medicamentos, cuando la fiesta arrancaba en la CGT y terminaba en Balcarce 50, luego de pasar por la Superintendencia de Salud. Desde aquí le recomendamos que no fantasee demasiado. Puede ser que ocurra el milagro y lo larguen, pero al ver el trato que reciben otros mecenas de campañas electorales como Schoklender, lo ideal sería no hacerse ilusiones.
Los medios oficialistas, fueron un poco más directos -si se podía- al hablar del Cristinazo, la ratificación del modelo de país que la gente quiere, el respaldo al cambio, el deseo de la profundización, etcétera. Los muchachos de Telam se pusieron contentos porque el país se sacaba de encima a la vieja política después de diez años, como si Néstor, Cristina & Cia hubieran sido criogenizados en alguna década perdida y descongelados en un microondas el domingo 18 de mayo de 2003. Los muchachos de 678, veletas lubricadas, dijeron con una lógica que asusta que a Cristina la votaron todos los estratos sociales, para continuar con una catarata de loas hacia «los sectores medios de la sociedad». La fuerza de Cristina: en menos de dos meses, dejamos de ser la clase mierda cacerolera de teflón, como nos señalaron durante años. Para que el eventual adepto al zapping que justo intentaba intercalar entre Canal 13 y Telefé, no sintiera que Canal 7 ya no existía, inmediatamente arremetieron contra Héctor Magnetto. De este modo -y luego de opiniones jerarquizadas de la talla del humorista tetón Cabito y el siempre coherente Barone- festejaron el triunfo del modelo por sobre el poder monopólico desestabilizador de la Corpo Mediática. Hay que reconocer que son tenaces en la contradicción. Todavía no entendieron que en las teorías de la comunicación, la respuesta la dieron ellos mismos: la gente ve lo que quiere ver. Ni una, ni cinco, ni cien tapas de Clarín modificaron el amperímetro electoral, al igual que los 3,5 puntos de rating que promedia 678.
Entre los medios de Szpolski y los periodistas independientemente oficialistas que pululan por otros medios de información, se leyeron/escucharon numerosas referencias al estrecho vínculo entre los valores expresados por este gobierno y lo que el pueblo -entiéndase por pueblo esa porción del electorado que fue a votar y lo hizo por ellos- desea. De este modo, trazaron una línea directa entre los deseos de nacionalismo, soberanía, industria nacional, justicia, empleo, educación y cultura que, supuestamente, el electorado argentino deseó y que vio realizarse durante la gestión de Cristina.
A esta altura del partido, parece mentira que haya que aclarar esto: no se trata de la política. La inmensa mayoría del electorado no votó conceptos tan poco importantes en la escala de prioridades como los enumerados en el párrafo anterior y que tomé de un pasquín llamado 2016. En inmensa mayoría incluyo a los progres, a los zurdos, a los setentistas, a cualquiera que vote y diga «me siento identificado». Mentira cochina. Por si no se dieron cuenta a esta altura, es el mismo discurso que sostienen desde la asunción de Néstor en 2003, con subas y bajas en la cotización electoral ¿O acaso no hablaban de lo mismo durante la campaña de 2007, bajo el eslogan «Sabemos lo que falta, sabemos cómo hacerlo»? ¿Cambiaron de ideas en 2009 cuando perdieron las legislativas? ¿Las cambiaron ahora? La diferencia, en todo caso, se halla en otros puntos, tantos como las razones individuales de cada votante. Puede ser la ausencia total de un candidato convincente en el arco opositor, la sensación de que no hay otra cosa, el temor a que se eliminen los subsidios, y otros mil elementos subjetivos. Cada uno podrá sacar su propia conclusión, pero no podemos ser tan ilusos de suponer que el electorado votó por una identificación por un modelo, porque lo estaríamos tratando de idiota.
Hace no muchos años atrás, Eduardo Aliverti sostenía que de 1995 en adelante, el voto de Carlos Menem se sostenía en los «sectores tilingos de la clase media y en los pobres más humildes de los sectores populares, que se fabricaron la mentira de «robara pero algo nos deja», un voto que no es visceral, sino cínicamente pragmático». Esta afirmación tan poco progre, la remató con un consolador «no hay que perder de vista que luego perdió la mitad de esos votos».
¿Ahora es distinto? Esos mismos sectores se han pauperizado a nivel cultural y, por consecuencia, a nivel cívico. El público al que se dirigen, es el mismo, no ha cambiado. Suponer que se trata de una percepción distinta de las políticas por parte del electorado, es errarle feo. Y quienes nos encontramos en la vereda de enfrente -no se confundan, no somos mucho menos que los victoriosos- nos seguimos oponiendo por los mismos principios. Y tampoco pasa por las políticas, sino por las vías para aplicarlas y la tomada de pelo. No es una cuestión de gustos, es una cuestión de respeto. Nadie en su sano juicio puede estar en contra de las mejoras de los sectores más vulnerables. Pero que en los festejos de la Plaza de Mayo afirmen que se está eliminando la pobreza, mientras esquivan los colchones de quienes duermen a cielo abierto, es un poco fuerte.
Digo, al menos, me parece.
Homenaje:
Hace un año, mientras participábamos del Censo Nacional, nos enterábamos de a rumores cada vez más fuertes que Néstor Kirchner había fallecido. Algunos se alegraron, muchos se entristecieron, otros nos asustamos. A pesar de saber que venía para atrás, quedé perplejo ante su fallecimiento. ¿Y ahora? La política giraba en torno a él. Todos -oficialistas y opositores- centraban sus tareas en obedecerlo o atacarlo, respectivamente. Se fue y el vacío enorme que dejaba en el oficialismo, era aún más grosero, obsceno, en la oposición.
El velorio fue grotesco. Televisado, diversos personajes con apariciones y palabras preparadas se entremezclaban entre gente que realmente estaba adolorida. El cuerpo aún estaba tibio y mientras la gente le deseaba fuerza a Cristina, los muchachos de la Rosada cantaban «para Cristina, la reelección». Ya se había dirimido el dilema Pingüino o Pinigüina, y lo hicieron notar enseguida, por las dudas que la Presi no se diera cuenta. Los referentes de otras fuerzas no sabían qué hacer, si pasar a saludar, llamar por teléfono o mandar una corona que dijera «Tus Enemigos».
La oposición tiene el gobierno que se merece. Kirchner era tan personalista que su fallecimiento demostró que la oposición se había vuelto personalista, y no porque estuvieran encolumnados atrás de un referente que liderada la contra, sino que eran opositores a Néstor Kirchner. Él era consciente de ello y lo aprovechó en su beneficio. Mientras todos lo insultaban, atacaban y denunciaban, él marcaba la agenda. La oposición, compuesta por tipos brillantes de poco carisma, y otros ul
tracarismáticos sin una idea viable, hizo agua. Su partida, los dejó en tarlipes. Y mientras muchos justifican la victoria de Cristina en el impulso que tomó gracias a la muerte de Kirchner, también es cierto que desde aquel 27 de octubre de 2010, no supieron bien qué hacer. Hoy, el resultado está a la vista.
Mientras en Río Gallegos inauguran un mausoleo con forma de casino, un grupo de mineros de Río Turbio peregrina con una estatua y en la UBA preparan la charla «La Era Néstor», Hebe de Bonafini demuestra nuevamente su espíritu vanguardista. Luego de afirmar que Néstor se fue sin avisarle (?) a otro planeta (???), informó que hará una charla abierta por radio, en la que podrán hablar con «Él».
En la ronda de festejos, ayer condenaron una vez más a distintos personajes que efectuaron sus tareas poco legales en la Marina durante la última dictadura. Ante la presencia de diversas organizaciones de Derechos Humanos, una manifestante celebró la paradoja de que la audiencia se llevara a cabo frente al edificio de la Armada. El diputado kirchnerista por el Frente Transversal Edgardo Depetri, desde su peregrinación a La Meca santacruceña, halló otra coincidencia en la fecha, como un supuesto homenaje a Néstor y su política de Derechos Humanos en la víspera del primer aniversario de su fallecimiento.
Me dio terror coincidir con esa afirmación cursi y oportunista. Efectivamente, no hubo mejor homenaje a Néstor que sentenciar a quienes representaron muchas cosas nefastas para el país, pero de las que sólo recordamos el conflicto armado entre terrorismo de Estado y terrorismo de guerrilla urbana -el que me venga a hablar a favor o en contra de los dos demonios, ahórrese el desgaste del teclado- pero no hacemos mención, o al menos no mucha, respecto de los otros desastres, como el exterminio de un proceso industrializador que llevaba décadas de crecimiento con militares, peronistas y radicales -a excepción del breve intervalo del gobierno de Aramburu- y el desastre social generado por medidas tan poco felices como la circular 1050. Durante esos años, mientras el mundo político se repartía entre los que dialogaban para una salida democrática, los que resistían desde el sindicalismo, los que se comían cana, los que eran asesinados y los que se iban del país, hubo algunos que prefirieron dejar pasar la tensión y dedicarse a ganar dinero. No es materia de ningún juicio de valor, ya que no es nada que no haya hecho la inmensa mayoría de la gente. A cada uno, el instinto de supervivencia le sale por donde puede. Que algunos se hayan hecho amigos del General o Coronel de turno, son detalles irrelevantes. Que hayan ganado dinero, también. Que hayan trabajado para el Estado, se suma a la lista. Repito, son detalles irrelevantes.
Cuando anoche veía exultante a Eduardo Jozami, nuevamente entendí. Personaje de los denominados héroes del periodismo, que le gustaba hacer turismo aventura por Cuba y sacarse fotos con Pham Van Dong, se comió cana por terrorista en democracia y fue torturado en la trístemente célebre Unidad 9, ya en dictadura. En cada detención, Jozami contó con la asesoría gratuita de abogados militantes. Por suerte había bastante y no era necesario que otros salieran de la comodidad del trabajo de oficina para ir a prestar sus servicios. Y menos gratis.
En las vísperas de un nuevo aniversario del fallecimiento del rebelde setentista, que antes de tener poder era considerado un perejil de la JP por los verdaderos rebeldes setentistas, representantes de un Estado sangriento para algunos y enriquecedor para otros, fueron condenados. Él, que en sus últimos años traicionó a los primeros para congraciarse con los que no ayudó en su momento, estaría feliz. No hubo mejor homenaje en la vigilia que la condena a los militares de la última dictadura. Y si, estoy absolutamente de acuerdo.
Para que no me tomen por poco imparcial, les dejo una preciosa descripción de Néstor que hizo un periodista del arco kirchnerista:
Menem, Duhalde, Mazzón, Manzano, Puerta, Rico siguen siendo protagonistas en los episodios más recientes de la saga, a la que se han sumado algunos pocos nuevos, como el gobernador de Santa Cruz Néstor Kirchner, enrolado en lo que con involuntario humor se autodenomina “sector productivista”. Insistente como un moscardón, el Senador Duhalde trata de adosarle la candidatura a vicepresidente del actual gobernador bonaerense, Felipe Solá, quien se resiste con denuedo a dejar su sillón, codiciado por la primera dama provisional. Algunos partidarios de Kirchner evocan que fue perejil de la Juventud Peronista, como si los alineamientos de treinta años atrás pudieran decir algo significativo sobre el presente. Prefieren no recordar el rol decisivo que tuvo en la década pasada para asegurar la privatización de YPF, cuando fletó el avión de la gobernación santacruceña para asegurar que uno de sus diputados, que por un accidente tenía una pierna enyesada, llegara a tiempo a la sesión decisiva. Con las regalías atrasadas percibidas efectuó colocaciones financieras en el exterior, lo cual prueba que no se quedó en el 70. Sus simpatizantes tampoco mencionan el lobby sobre el gobierno nacional que Kirchner encabezó hace un año. Secundado por los gobernadores de Neuquén, Jorge Sobisch; de Mendoza, Roberto Iglesias, y de Chubut, José Luis Lizurume, fue el vocero de Repsol contra las retenciones a las exportaciones de hidrocarburos decididas en aplicación de la ley de emergencia económica. Ni siquiera los gobiernos liberales de México y Chile enajenaron la renta minera en forma tan irresponsable. Aun bajo la conducción de Carlos Salinas de Gortari o Augusto Pinochet retuvieron la propiedad de sus yacimientos de petróleo y cobre.
Horacio Verbitsky, 12 de enero de 2003 (Nota completa
aquí).
Hablando en serio: pocas personas representaron tan bien el espíritu argentino de la última década como Néstor. Crispado, calentón, de doble discurso, meganervioso, chanta, impulsivo, mentiroso, insoportable, creído, pretendidamente gracioso, demasiado amigo de sus amigos y enemigo del resto. Igualito a nuestra sociedad.
Jueves. Opositores buena onda, tengan en cuenta que la corrección política no es, precisamente, la mejor forma de rendirle homenaje a un hombre como fue Néstor Kirchner. Desde donde esté, él se caga de risa al ver los análisis bien intencionados que hacen de quien los hubiera humillado públicamente si hubiera tenido la oportunidad.
(Algo así dije en esta nota del 28 de octubre de 2010)