Qué tiempo para estar vivo

Qué tiempo para estar vivo

Un millón de personas compraron dólares en el mercado oficial durante el mes de junio. Somos casi 48 millones de argentinos residentes en este manicomio a cielo abierto. Podríamos decir, a ojo de regla de tres simple, que sólo el 2% de la población tiene capacidad de ahorro en blanco. Obviamente, esto debería desgranarse aún más y tener en cuenta que esos 2.416 millones de dólares no fueron a parar de a 2.416 por persona. Supongamos que un número considerable es de sujetos que vendieron una propiedad o lograron pegar un préstamo y se cubrieron en dólares. O que un número muy considerable de divisas fueron a parar a la recompra de dólares por parte de los que liquidaron granos, pero es probable que, con los montos que manejan, hayan utilizado otros instrumentos.

Sin embargo, vayamos al mejor de los escenarios, al ideal imposible y supongamos que 2.416 millones de dólares se vendieron a un millón de personas humanas: somos casi 48 millones.

En lo que va del año se patentaron cerca de 320 mil autos. En este número el dato es más complejo porque los hay en una gama que va desde unos 20 millones de pesos por un bodoque de plástico con cero estrellas en seguridad, hasta varias decenas de miles de dólares. Pero, nuevamente, supongamos que todos esos autos fueron a parar a personas únicas y no a la renovación del parque automotor de empresas. Somos 32.2 millones de adultos con capacidad de conducir un vehículo automotor. Si vamos a una regla de tres simple, el número más amplio de todos indica que el 0,01% de los que están en edad de tener un auto compraron uno nuevito en lo que va del año. Y eso es un récord de recuperación, así que podemos graficar de dónde venimos.

Podría ser más masiva cada cifra si calculamos quiénes forman parte de ese amplio número de personas por fuera de la estadística zona de pobreza. Por cálculos porcentuales, 20.9 millones de adultos no son pobres. Bueno, el 0,0015% pudo comprar un auto en lo que va del año.

Existe un boom de viajes al extranjero y no hay número que pueda hacerle sombra a esa realidad: se registraron 10.9 millones de viajes al extranjero en el primer semestre de 2025, un 54% más que en el mismo período de 2024. Es difícil determinar cuánto de ese número corresponde a personas que salieron varias veces a lo largo del año. Ejemplo sencillo: el Presidente salió seis veces de la Argentina a lo largo de 2025 y no se cuenta como una unidad, sino que cada viaje cuenta como una salida. No es un error estadístico: la metodología aplicada se utiliza para medir el flujo de personas y el saldo comercial entre gastos receptivos y emisivos en turismo, cuánto dinero entra, cuánto dinero sale. De esos 10.9 millones, el 57% salió en avión y el 36% por tierra a países limítrofes. El tipo de cambio ayudó a las salidas y perjudicó los ingresos. Es notoria la proporcionalidad entre el aumento del 28% de salidas del mes de junio y la caída del 28% de recepciones en idéntico mes.

Para relajar un toque, ninguno de los hechos mencionados implica un sacudón significativo que pueda hacer tambalear la economía argentina. Los montos de dinero gastados en el extranjero son minoría frente a los compromisos de miles de millones de dólares que nuestro país debe cubrir por deudas. Incluso cuando vemos noticias de empresas locales que deben cerrar o bajar persianas por la liberación de compras en el exterior, hay que tomar con pinzas: son gastos que deberían ser considerados marginales. El motivo del cierre incluye más factores.

El tema pasa por quién gasta ya que no se compra dos veces lo mismo: lo que se compra afuera no se comprará en la Argentina.

Entonces, cuando leo que 315 millones de dólares de compras en textiles en el exterior es una salida marginal de divisas, se dimensiona aún más el desastre de precios de indumentaria en la Argentina. ¿Por qué no cerraron aún más locales? ¿Por qué hay gente que todavía compra aquí? Un buen punto es que no todos tienen la solvencia para pagar de una. Las cuotas sin interés es un plus en el país en el que las viviendas se pagan al contado y la ropa en cuotas. Ah, y el acceso al crédito para consumos es un privilegio de los que están bancarizados.

Entre las no novedades puedo sumar la larga y perpetua serie de aumentos que repercuten en una catarata de empujones a la clase media. Son como una cadena de sopapos pequeños: los primeros pueden no significar más que un roce pero, pasado un punto, comienza a hacerse insoportable y doloroso. El tema radica en por qué no gravita en la conversación pública hasta que el dólar pega otro salto y ahí volvemos al tema del cansancio y el “no queda otra” que tan grabado quedó en la mente del argentino promedio.

Primero hay que remarcar que, por razones de poder adquisitivo, hay un montón de variables económicas que no afectarán ni a los humildes, ni a los jóvenes, ni a los más adinerados. Hablar del aumento de la nafta, aunque repercuta indirectamente en una mayor presión inflacionaria, no genera un impacto inmediato en el que no se mueve por sus propios medios. La suba periódica de las cuotas de los colegios tampoco pega en el que menos tiene, como tampoco lo hace la suba de una prepaga, o el aumento de cualquier servicio contratado, ni el del seguro del auto, el de una cochera o el paso por la peluquería. Y mejor ni hablar de la particularidad de las expensas de los edificios residenciales, sacudidas cada vez que se resuelve la paritaria más injusta de todas, esa en la que los encargados de los edificios negocian un aumento con personas que no son sus empleadores.

Nadie mejor que el peronismo comprendió que la gobernabilidad pasa por el consumo y la sensación de prosperidad, aunque sea para una parte de la clase media, mientras se aplican medidas que contengan a los más humildes y satisfagan a una parte considerable de los más pudientes. ¿Quién se va a oponer a un blanqueo de capitales si al que tiene mucho le viene joya y al que no tiene nada le importa nada? ¿Quién puede estar en contra de levantar el cepo?

No creo que haga falta recordar permanentemente de dónde venimos para poder lidiar con el dónde estamos. Me niego a tener que explicar una y otra vez lo que todos recordamos antes de poder deslizar la pregunta de cuántos años durará este paso por el desierto si desde el gobierno nos dicen que la arena es, en realidad, la de un all inclusive caribeño. Sin embargo, basta un esbozo tibio a algo que al oficialismo le pueda oler a crítica para que se nos quite la caipirinha de la mano y nos digan que esa arena es desértica, que es el precio a pagar por haber sido liberados del yugo egipcio y que llegar a la Tierra Prometida lleva su tiempo. Dos minutos después, celebramos nuevamente que estamos en el Caribe porque el Presidente reposteó una cuenta que dice que el 115% de los habitantes de Vanuatu tiene una imagen positiva de su gestión.

En medio de todo esto, es impagable el servicio prestado por los miembros inorgánicos del aparato de comunicación estatal, esas personas que sabemos que no están dentro de ningún organismo oficialista pero entran al bar virtual, dicen “esto nunca lo vas a ver publicado en los medios”, mientras te muestran una captura de pantalla con una recomendación de inversiones en dos bonos argentinos. ¿La info? Bloomberg, The Economist, El Cronista Comercial, La Nación, Clarín e Infobae, el medio en español más leído en el mundo con base en Argentina. ¿Cuáles son los medios que “no hablarán de esto”? ¿Cartoon Network?

Podría generarse la sensación de que el tóxico y excesivo ecosistema noticioso argentino se engolosinó con pegarle al gobierno, pero con un poquito de paciencia y algunos clicks en el buscador básico y elemental de Google, alcanza y sobra para saber que aún se le hace un precio enorme. De hecho, esta semana saltó de vuelta el dólar y no hubo fueguito en las placas sino un bonito verde esperanza.

Portal de Clarín, miércoles 30 de julio a la hora del almuerzo: las primeras catorce notas hablan de los avances en la investigación por el choque náutico en el que falleció la nieta de Cris Morena, el video de un médico ecuatoriano que se copia en el examen local de residencias, las sospechas por el patrimonio de Máximo Kirchner, la crisis en Boca Juniors, quién es el héroe que salvó a una joven china que recorre las canchas de fútbol por el mundo, qué fue de la vida de los “Tinelli´s Boys”, el impacto del sexo en la menopausia, y así. Recién la noticia número quince hace referencia a cómo pagar la tarjeta de crédito para evitar un recargo del 23% sin aclarar en el título por qué ese recargo. Luego vienen las notas turísticas, todos los columnistas no políticos, cinco notas de color sobre la campaña electoral (Bullrich “por ahí la mandan al ring”, el cruce de Grabois a Massa), tres publinotas de YPF, niños perfectos creados en laboratorios, el romance de Liam Neeson con Pamela Anderson, los “cinco problemas más comunes para cobrar la jubilación”, los secretos de un señor para llegar a los 97 años sin fumar, sin beber y durmiendo ocho horas por día, la receta de una sopa crema de arvejas, críticas de cine, las cinco notas destacadas de la sección deportiva y, recién en el quinto lugar de la sección económica, “cuáles son los aumentos que impactan en agosto”. Nota número 54. Si estuviéramos chusmeando desde el celular, no la veíamos ni de pedo que nadie pasa tanto tiempo en un portal, dato empírico que se desprende de cualquier informe de audiencias sea de Google Analytics, Dax Comscore o la que se elija.

La opinión sobre Clarín de parte del presidente puede leerse en el tuit que tiene fijado en su cuenta personal.

A la misma hora, Infobae no daba cuenta de que Argentina tuviera un gobierno hasta la noticia número 24. De las 144 existentes en toda su página central, ninguna contenía un título que pudiera resultar negativo para el gobierno ni en un brote de paranoia. De hecho, creo que tendríamos algo para analizar cuando entre tanta nota de muerte y dolor las únicas noticias positivas tienen que ver con el cine, consejos impracticables para mejorar la salud y datos de recuperación del consumo.

La Nación resultó mucho más áspera: al abrir el portal, lo primero que encontramos es una nota de Alconada Mon sobre las novedades del caso $Libra. Novedades en Estados Unidos, claro, que la expectativa de vida en la Argentina no es tan larga como para que nos ilusionemos con algún avance significativo. Sin embargo, las siguientes 29 notas de La Nación giraron en cuestiones de interés general –lo que signifique eso hoy en día– hasta poder encontrar la siguiente nota rasposa: un nuevo capítulo de la investigación de Dolabjian sobre un Scaturice que nadie conoce.

Pongo de ejemplo el miércoles por dos motivos: primero, porque es la mitad de la semana, cuando ya se sabe cómo se perfila los días restantes y porque ya estaba disponible el balance de lo que se viene con el cambio de mes. Aunque pudiera parecer que no había demasiadas noticias el miércoles, en realidad pasaba de todo. Y si lo sabíamos por fuera de la convivencia de una redacción, es ridículo suponer que sólo medios vinculados al kirchnerismo hayan encontrado una razón noticiosa en un video en el que un ministro de Justicia argentino le ofrece el Código Penal como librito para colorear a un norteamericano con 23 denuncias de abuso, según palabras de la mismísima Patricia Bullrich, quien ya se lo había sacado de encima en su momento. No sé si es más grave que el ministro de Justicia haya hecho tamaño ofrecimiento, que a cambio le ofreciera llegada a medios de comunicación, que los otros medios no se hayan hecho eco o que el ministro sea Mariano Cúneo Libarona.

Pero no todas son pálidas en este aspecto: no debe existir persona más coherente a lo largo de su vida que Cúneo. Es de idiotas suponer que como ministro de Justicia dejaría de ser él. Yo puedo entender que Milei no tenía a nadie, pero hasta el mismísimo presidente debería sospechar de la idoneidad de alguien propuesto por Alejandro Fantino para un cargo del que ninguno de los dos comprende su importancia. O guglearlo, al menos. En esa también le hace la segunda el periodismo al que no odiamos lo suficiente, si hasta un editor de artículos de sociedad escribe una columna sobre las maravillas del sistema que Cúneo Libarona está desesperado por aplicar cuanto antes en Comodoro Py. Según esta opinión en Clarín, los que se desesperan de sólo pensar que esta Justicia de mierda quedará aún peor por pasar a estar en manos de un grupo de fiscales sin recursos y sin la protección de una Corte Suprema, en realidad están alineados con los intereses de Sergio Massa y Cecilia Moreau. No tengo la más whore idea de qué quieren Massa y Moreau para Comodoro Py, pero yo quiero que el sistema siga como está, que se cubran los 282 cargos vacantes de la Justicia Nacional y recién ahí conversar sobre el cambio de sistema. Ya sé que el GAFI pidió un sistema acusatorio y que al ministro se le hizo agua la boca, pero si queremos mejorar nuestra institucionalidad, quizá deberíamos ir primero por lo más importante: tener un Procurador General, por ejemplo. Boludeces, qué se yo. Y si alguien tiene alguna duda, propongo una regla: cualquier cosa que vaya en contra de lo que desee Cúneo Libarona para el funcionamiento judicial federal.

Existen frases o palabras que utilizamos a diario sin saber bien de dónde provienen ni si tienen una carga especial. El maniqueísmo, por ejemplo, fue una religión importante que se expandió tanto que hay registros históricos de su presencia desde la actual Portugal hasta China. Surgida en el siglo III de nuestra era de la mano del persa Mani, toma enseñanzas de la ensalada de religiones que se predicaban en aquel entonces, como el gnosticismo, el docetismo, el ebionismo y otras veinte mil formas de ejercer el cristianismo, elementos del budismo y un buen conjunto de normas del zoroastrismo. La base estaba en una visión extrema del bien y el mal ejemplificada como una separación entre la luz y la oscuridad.

En la visión del maniqueísmo religioso no existe un triunfo del bien sobre el mal, sino que se busca alejarse. En esta visión del universo, el hombre tampoco es responsable por los malos accionares, sino que son culpa de las fuerzas oscuras que operan en lo terrenal. Es más que obvio que podemos encontrar trazos del maniqueísmo en la visión moderna del mundo espiritual, en el que culpamos de todo lo malo que nos pasa a quienes quieren hacernos daño, a las malas energías, a no vibrar alto y a cualquiera, mientras sea otro. Muchas veces es cierto, pero vamos: a veces nadie tiene la culpa y otras tantas no podemos responsabilizar al que pinchó una rueda porque le tiraron un colchón de clavos en medio de la autopista.

El paso del tiempo, el sincretismo y la persecución religiosa terminó por borrar al maniqueísmo como religión, pero nos quedó como palabra reconocida por la Real Academia que implica una “tendencia a reducir la realidad a una oposición radical entre lo bueno y lo malo”. Entiendo que la ancha avenida del medio no daba ni para pasillo peatonal y que la polarización extrema es el símbolo de los tiempos que corren. Sin embargo, sería deseable que se establezca qué es lo bueno y qué es lo malo por fuera de los parámetros por todos conocidos. O sea: si vamos a trazar una raya y decir que todos los argentinos de bien están de un lado y que ese lado debe festejar y celebrar cada cosa que haga, deje de hacer, diga o calle el presidente, sería agradable contar con una hoja de ruta más detallada que un “las ideas de la libertad”. Y ya no hablo del gobierno ni del Presidente y su mesa chica: ahí debe mantenerse cierta lógica en el discurso y es absolutamente tradicional la identificación de un enemigo que convalide la percepción del Yo. Hablo, en cambio, de los colegas de este fino curro de la opinología: esto de señalar a los demás como comunistas, kukas, cómplices de los que siempre quieren que le vaya mal a un gobierno no peronista, que no decían nada cuando se robaban las vacunas o cuando pagaban la fiesta con el IVA de la polenta de los pobres y demás cosas. Hablen por ustedes, changos. Y si les faltan conocimientos para poder pensar por sus propios medios, agarren un libro o busquen documentales en las mismas plataformas de streamings donde miran películas pochocleras.

Hay un universo de personas que la pelean a diario y así y todo bancan al gobierno porque les gusta y contra eso no hay nada que puedan hacer. También hay un montón de otros tipos que odiarán al gobierno aunque les salga más barato que nunca mantener la tradición familiar de vestirse más barato y con más calidad que los pobres. Y existen seres que no ven un impedimento en querer dos cosas a la vez, que no consideran que llegar a fin de mes sea una obra de las fuerzas del mal, que quieren mantener algo de previsibilidad que exceda a la única certeza consistente en no saber cuándo les llegará esa mejora económica de la que tanto se habla.

Y no es que falten temas interesantes. Yo sentaría en una mesa a los que sostienen que no se amplió la base monetaria y los que dicen que creció un 278,2% para que nos expliquen quién tiene la razón y por qué, que en el medio hay casi tres bases monetarias. Yo, eh, yo lo haría porque una y otra vez he leído desde hace siglos que la inflación es siempre un fenómeno monetario. Yo lo haría también para preguntar boludeces, como si eso tiene o no que ver con que la inflación no termine de ceder, o que el dólar haya aumentado 20% en 30 días, o si esta es la nueva línea de flotación que al gobierno le sienta más cómoda para licuar deuda, pero por algo no soy productor periodístico. Bueno, por algo tampoco tengo la economía resuelta.

No sé si existía un camino distinto para alejarnos del desastre económico del último baile kirchnerista. No estoy capacitado para hablar del tema ni esta nota tiene por objeto dar con certezas en ese rubro. Lo que sí sé es lo que gano y lo que gasto, sé que soy un ancla inflacionaria: no puedo aumentar mis ingresos y contribuyo a enfriar la economía al disminuir mis egresos. Y si bien podría meter algún curro en esas cinco horas improductivas en las que me dedico a dormir –shame on me– no puedo dejar de pensar en este ritmo de vida que acepté sostener por pensarlo “pasajero”, por suponer que en algún momento iban a cambiar las cosas. Sí, sé que cambian y que los cambios necesitan tiempo, pero vuelvo al punto bíblico: si me van a pedir paciencia para cruzar el desierto, no me puteen por creer que la arena en los pies no es la de una playita caribeña bien fetén. Y si el dólar pega un saltito y el Presi se enoja con los que putean, debería pensar quién fue el que dijo mil veces que los temas de la gestión lo aburren y que sólo le importa eso en lo que es experto: la economía.

¿Podemos querer una economía sana y, a la vez, que no exista culto al líder, por más copado que sea con las marionetas en lo de Fantino? ¿En este universo es factible que alguien sea liberal en lo económico y también en la forma de ver la vida de las sociedades sin que tenga que levantar el dedo moralizante? ¿Se puede decir que hay premios que es mejor no ganar, que hay trabajos que es mejor no tener y que existen realidades mucho mejores que la nuestra sin desconocer que esta realidad es mucho mejor que la de otros? ¿Podemos respirar y mascar chicle mientras caminamos?

Nicolás Lucca

P.D.: Estoy cansado de vivir tiempos interesantes.

 

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