La Patria Alegre

En mis épocas de blanca palomita escolar fui testigo del primer ajusticiamiento de mi vida: un niño que en cada fiesta patria era el personaje central. El 17 de agosto hacía del General San Martín, el 10 de septiembre era Sarmiento, el 20 de junio lo vestían de Belgrano y así con todas las celebraciones. Recuerdo, también, que un 25 de mayo él iba a interpretar a French, hasta que en los ensayos supuso que don Cornelio Saavedra tenía un uniforme más vistoso y reclamó ese papel. A regañadientes y dolido por el apoyo de la maestra permisiva, el infante actor que fue separado de su cargo de Presidente de la Primera Junta de Gobierno quedó en silencio aceptando tímidamente el rol de Castelli. 
Cuando todo parecía volver a la tranquilidad, el caprichoso malcriado notó que había otro niño que generaba la sonrisa tierna de todas las maestras por el hecho de estar con la cara pintada a corcho quemado, camisola de lunares y pantalones tres cuartos con una canasta, y todo volvió a cambiar: ahora quería ser vendedor de empanadas. Quisieron explicarle que su condición de rubio de ojos azules no harían creíble su interpretación, pero a un chico que con esa fisonomía ya le habían dado el rol de San Martín, poco le importaba. Para tranquilidad de las maestras que no sabían qué hacer a esta altura, el ensayo se vio interrumpido por el timbre del recreo. Al finalizar el mismo, el infante con aspiraciones de Pacino apareció con la nariz sangrando, llorando y pidiendo por la mamá, que no era otra que la maestra del curso «A». Fue ajusticiado por los muchachos de Quinto B, a instancias del depuesto Saavedra, aunque a esa edad poco importa el motivo para fajar a un caprichoso. 
Cuando era un gurrumín tímido de frenos y flequillo despeinado, en las fiestas patrias nunca me calentaba por los papeles, ya que era el orador habitual -y contra mi voluntad- de cada evento. Sentía envidia por quienes eran elegidos para encarnar a los grandes héroes de nuestra patria, con esos uniformes ajustados a sus tamaños, los bordados y los sables de madera que, para la visión de nuestra edad, poco tenían que envidiarle a los Granaderos que venían al colegio para el acto. Obviamente, no era el único que sentía envidia. Todos queríamos ser San Martín, todos queríamos ser Belgrano y, aunque a la luz de la distancia cueste creerlo, todos queríamos ser el Sargento Cabral y morir desangrados por una infame ballesta empuñada por algún godo para salvar la vida Libertador de Argentina, Chile y Perú.
Hoy vi con sorpresa en Canal 7 las intervenciones de un mamerto que con cara de superado trataba de hacernos entender que se había «reconfigurado» el significado de Fiestas Patrias, las cuales ya no son esas «tristes celebraciones de vida o muerte» sino que ahora son «una fiestas alegres», para la tranquilidad emocional de los progres de siempre.
Tal afirmación, vino bien para acompañar el pos-discurso parturiento de la Presidente que, desde Chaco, nos brindó una exposición verbal para conmemorar el nacimiento del camino patrio del 25 de mayo, pero no de 1810, sino de 2003. Hoy no es un día de festejos por la Revolución de Mayo, sino un día para acompañar a la Presi en su duelo eterno. Hoy no es un día para recordar a la Primera Junta de Gobierno vernácula, sino para pedirle disculpas a la Presi porque Nestorcristo «dio la vida por nosotros.» Hoy no es un día para conmemorar el primer suceso de nuestro sangriento y altamente costoso camino de 50 años para tener un país organizado y unificado, sino un día para recordar los intentos de golpes de estado, los bombardeos a la ciudadanía y las invasiones de fuerzas foráneas que sufrió el modelo Nac&Pop, porque «cuando Él asumió en 2003, jamás pensamos que nos iba a costar tanto.»
¿Qué fue lo que hizo que le costara tanto? ¿Un conflicto con un sector productivo? ¿La pelea con el ex socio Clarín? ¿Un vicepresidente rebelde incapaz de coordinar la oposición? ¿Los traidores de la revolución kirchnerista que denunciaron el caso Skanska? ¿Los apátridas que denunciaron los aportes de dinero proveniente del narcotráfico, ilegal pero nacional, a la campaña de Cristina Presidente? ¿Qué hizo que les costara tanto? ¿Y que les costara tanto qué cosa? ¿La Asignación Universal que el forro del Obispo Chaqueño agradece a la Presidente por su generosidad -como si saliera de su bolsillo- en una provincia en que los chicos pobres se mueren por enfermedades de pobres, erradicadas en todo el mundo occidental? ¿Qué?
Nos metieron a las Madres en el Himno Nacional Argentino, nos enchufaron la idea de que el Sol en nuestro estandarte es una simbología guerrera y que quedaría mejor un pañuelito pacifista de -otra vez- las Madres y nos generaron culpa al afirmarnos que celebrar los actos heróicos de nuestros padres fundadores, es celebrar la guerra y la muerte. Quizás, si fueran al psicólogo para elaborar y resolver sus patologías de sentir que la única revolución de Mayo que vale es la de ´68 francés, que intentaron de mil maneras destruir el sistema democrático y republicano por el cual bregaron nuestros próceres y que quisieron imponernos un sistema económico e ideológico de tendencias imperialistas para enfrentar a lo que ellos llamaban un sistema económico e ideológico de tendencias imperialistas, otro sería el panorama. Tal vez, si hicieran un cachito de autocrítica, la historia reciente sería muy distinta. Es lo que tenemos, es lo que hay. Nosotros no pintamos de pacifista al Che Guevara para poder, de este modo, esquivar el temita de los muertos. Es problema de ellos, no nuestro.
Miércoles. Nos les puede salir tan barato. No tan barato.

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