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Máximo y sus cometas

Si bien la astrología hoy está muy de moda, en tiempos antiguos era prácticamente un todo con la astronomía y las creencias populares. Y ya que se creía fuertemente que las estrellas y los planetas en general influyen en cuestiones mundanas, imagínense cuando ocurría un eclipse o un cometa surcaba los cielos. El tema es que ocurren catástrofes en la Tierra desde que el mundo existe. De hecho, surgió de un evento catastrófico. Es curioso cómo los astrólogos modernos aún plantean las catástrofes como síntomas de que el planeta nos quiere decir algo y no que el aumento de las catástrofes está directamente relacionado con el aumento de la posibilidad de registrar y conocer a todo el orbe.

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Esta semana comenzó con una renuncia que no es renuncia en un gobierno que gana cuando pierde. Máximo Kirchner decidió dar un paso al costado de la presidencia del bloque oficialista a la que había accedido sin ningún laurel encima. Es curioso cuando se lee un artículo del exterior y lo vemos de corrido “el hijo de la vicepresidente” cobra otro sentido cuando quitamos los nombres propios y nos damos cuenta del nivel de feudalismo pedorro con el que todavía conciben los destinos de un país entero. Má, quiero ser candidato. Má, quiero ser importante. Ahora quiero manejar el PJ bonaerense, mami. Má, menojé.

“Esta decisión nace de no compartir la estrategia utilizada y mucho menos los resultados obtenidos en la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), llevada adelante exclusivamente por el gabinete económico y el grupo negociador que responde y cuenta con la absoluta confianza del presidente de la Nación, a quien nunca dejé de decirle mi visión para no llegar a este resultado”, dijo el que ahora se le dio que también quiere ser estadista.

Virgen de CUIT a los 40 agregó que “si algunos dudan de mi nivel de pragmatismo les recuerdo que como jefe de Bloque acompañé la sanción de la Ley que aprobó la reestructuración de la deuda privada en moneda extranjera, sin quita de capital pero con quita de intereses, realizada por el Gobierno en el año 2020, a pesar de estar en profundo desacuerdo con algunos de sus artículos”. Me pareció un exceso de editor agregarle todas las comas que se comió. Por otro lado, ¿quién duda de su nivel de pragmatismo? ¿A quién le habla si nadie tiene dudas? Los que lo siguen lo endiosan, el resto vemos a un hombre profundamente conflictuado con la vida.

“No lamento haber brindado un trato que no fue recíproco”, dice el zapallo que, sin haber pisado la provincia de Buenos Aires desde 1977 hasta que comenzó la campaña por 2019, ahora tiene la lapicera del PJ. ¿Querés reciprocidad, papu? Militá sin el apellido ni la plata del Estado y serás menos reconocido que tu compañera de banca, la hija de Moreau, ese que fue candidato a presidente una vez.

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Decía que los cometas causaban pánico. Pero también causaban euforia. O sea: si se cree que un cometa es una garantía de catástrofe para un pueblo y justo estamos en pie de guerra con algún vecino, puedo asustarme o puedo sentir una bendición celeste. Solo hace falta que pase un cometa. Y esto fue lo que ocurrió en el norte de Europa en el año 1066 cuando nuestro famosísimo amigo posteriormente bautizado Halley, pasó lo suficientemente cerca para generar la certeza de una catástrofe para alguien.

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El Banco Central tenía solo amor para pagar al FMI los vencimientos de diciembre. El dólar se había ido a la mierda por la cuasi certeza del tortazo económico a la vista, los bonos valían menos que la palabra de Alberto y el riesgo país estaba a los niveles que corresponden a un default inminente. ¿Qué esperaba el gurrumín que dice haber obtenido las máximas enseñanzas de su padre cuando éste le pateaba los soldaditos de juguete? ¿Acaso hay que confiar en la versión de que quería que se incendie todo? Si yo tuviera cinco palos verdes declarados más los ingresos de 26 propiedades todos los meses, también me vería beneficiado con un incendio económico. Así cualquiera, man.

Encima se ampara en una medición de una encuestadora cercana al oficialismo según la cual el 48% de los encuestados cree que este gobierno se endeudó más que el anterior. Y se enojó, a pesar de que ese 48% tiene razón. Pero para Máximo, como corresponde a un ADN kirchnerista de pura cepa, el problema no es la verdad; el problema es que se note.

Algunos analistas y unos pocos operadores consideran que Máximo lanza, así, su campaña presidencial y puede dedicarle más tiempo a la presidencia artificial del artificial PJ bonaerense, que no coloca un presidente desde 1973. No sé si le da para tanto, dado que al día de la fecha es un adicto a la derrota, pero este país es una caja de sorpresas. Por lo pronto, se va como Ramón Díaz, que ante los insultos dijo que él no descendió. Máximo no acordó con el FMI. Máximo no ajusta. Rarezas que solo puede creer el que sostiene que este gobierno no tomó deuda, ese al que Máximo adora: la que maneja la ANSES es de la cuña de Máximo y una de las máximas responsables del brutal ajuste inflacionario a los jubilados.

Los intendentes del conurbano, que sí tienen que administrar algo y en pesos, tampoco se sumaron a Maximo. Mario Ishii, el japonés salteño que cuando no está en José C. Paz deja en el trono a su madre, partió con Alberto a mostrar el poncho característico del conurbano bonaerense al invierno moscovita. Fernando Gray, que todavía llora que lo hayan corrido del PJ bonaerense para hacerle el regalito de Papá Noel a Maximito, lo trató de adolescente caprichoso. Ni siquiera Axel Kicillof hizo comentarios al respecto. Todos burros económicos, pero no boludos: necesitan exportar y negociar paritarias. Sin acuerdo con el Fondo, se cancela la primera y se incendia la segunda.

En este contexto, la elección del diputado Germán Martínez como presidente del bloque tiene mucho sentido. Qué mejor que un ignoto, uno que tengamos que Googlear y así todo no sepamos en qué país vive. Imaginemos los titulares “Germán Martinez cruzó a Carolina Piparo”. La gente dirá “quién es este buen señor” y chau picho. Si leemos “El tenso momento entre Germán Martínez y Raúl Negri”, probáblemente pensemos que el radical cordobés se cagó a puteadas con un vecino.

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De un lado del Canal de la Mancha existía el ducado de Normandía al mando de William II, conocido por entonces como Guillermo el Bastardo porque su padre lo tuvo por fuera del matrimonio. Y su tía Emma había sido casada con el rey inglés Ethelred, dando a luz a un muchacho llamado Edward que nunca tuvo descendencia. Por una cuestión de linaje, designó a su pariente normando como sucesor al trono, cosa que no ocurrió porque un tal Harold se quedó con el mando ni bien palmó Edward.

Cuando Halley se dio una vuelta por esta parte del sistema solar en enero de 1066, fue avistado tanto en Inglaterra como en Normandía con tanta mala leche que lo vieron un par de días después de la coronación de Harold. Raro: estaba despejado a ambos lados del canal. De manera esperable, provocó los dos efectos propios de la época. Los normandos se sintieron exultantes, los sajones estaban convencidos de que su rey provocó la ira de Dios. Harold se desesperó y salió a combatir cuanta amenaza existiera. Mientras esperaba a los normandos por el sur, llegaron los noruegos por el norte. Fue a repelerlos y Guillermo cruzó el charco con la paciencia que le daba saber que estaba destinado a hacer justicia.

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Muchas veces se da en política que un acontecimiento puede utilizarse para disparar emociones. Nada como una guerra, un atentado o una pandemia para cohesionar voluntades y postergar las diferencias internas. El miedo al porvenir nos coloca en un lugar mansito en el que confiamos en los líderes para salir adelante. El cometa ya tiene nombre, sabemos que pasa cada 75 años y que no influye en eventos catastróficos porque la Tierra es una catástrofe per sé ya que eso es lo que le da vida. Sin embargo, los factores de cohesión aún son los mismos.

Quizá Maximito crea realmente que la palabra “Fondo Monetario Internacional” o “FMI” pueda impactar en nuevas generaciones y pensó que el cuco le jugaría a favor por lo inexplicable y abstracto que resulta entender la dinámica macroeconómica. Como no se entiende, es un designio divino. Motivos hay de sobra: las crisis económicas han volteado gobiernos y encumbrado a otros. El drama es que la crisis no pasa por nuestro cielo cada 75 años como Halley. Entonces, la épica anti FMI no pica ni en pedo entre los votantes que hoy tienen entre 16 y 28 años. No vivieron la de 2003/06, no la recuerdan, les chupa un huevo, salvo contadas excepciones dedicadas al estudio de la historia, del mismo modo que yo buscaré el conflicto entre azules y colorados solo por curiosidad. Queda demasiado lejos en el tiempo para darle épica de actualidad.

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Para cuando Harold volvió al sur ya tenía a las tropas agotadas. William pasó a los sajones por arriba y se hizo con el trono que le correspondía. Muchos historiadores coinciden en que el 14 de octubre de 1066 rankea en el top ten de las fechas más importantes de la humanidad: nunca más se produjo una invasión a Inglaterra, el reino comenzó su lenta transformación hacia lo que conocemos hoy y se iniciaron las primeras reformas que les darían una forma de gobierno que, con matices, casi todos han copiado, como si fuera un chasis de base para todos los modelos de autos de distintas marcas.

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Qué decir de Alberto. Quizá ahora note que realmente podía haberse sacado a la madre del príncipe resentido hace tiempo. ¿O acaso vamos a suponer que mamá no sabía lo que iba a escribir el nene? Hoy se corre ella solita y es lo mejor que le puede pasar a Alberto: el silencio de Cristina. Cualquier cosa que diga, sea para criticar o para peor, solo detonaría el polvorín.

Albert prefirió minimizar la cuestión y la embarró al decir “en un punto el presidente soy yo y tengo que tomar decisiones”. En un punto, no en todos. En uno. Nunca vi tanta confesión en una sola frase: reconocer que Cristina está caliente y, al mismo tiempo, que tiene que pedirle permiso hasta para pedir azúcar para el café. ¿Tanto bardo por un plan pedorro? Imaginate si realmente el Fondo se ponía duro y no arreglábamos. Alberto, que siempre tiene la necesidad de mostrar que es un hombre que toma decisiones, presenta como épico una facilidad. Y de paso avaló la marcha contra la Corte Suprema porque el pueblo tiene derecho a manifestarse, aunque al frente estuviera Luis D’Elía, el que más lo delira en redes sociales. Ahora anda por el mundo para hacernos quedar bien con los más grandes violadores de derechos humanos de la actualidad. No sé quién le hace más daño al acuerdo con el Fondo.

Quizá, lo bueno de todo esto es que queda un dejo de esperanza. No solo por el resultado de esa encuesta citada, sino porque el desenlace de estas semanas demostró que todo el quilombo siempre se trató de una crisis de confianza. Como todas las crisis. De hecho, no debe haber nada que dañe más el ego de Maximito que haber renunciado y que nadie –por fuera de los medios– se lo tome en serio.

Lo curioso es que en los países serios ocurrió lo mismo cuando tuvieron sus crisis económicas no provocadas por guerras: crisis de confianza. Confianza en el sistema, confianza en el gobierno, confianza en el futuro próximo. Saber que podremos planificar y no vivir expectantes de la sorpresa que nos deparará el porvenir argentino en menos de cinco minutos.

Me parece muy saludable si avanza esta visión, aunque nos cueste hambre. Hasta iría un poco más allá: correría a la corrupción del debate. No negarla, todo lo contrario: quiero a todos los corruptos sopres. Sin embargo, hay algo que puede joder mucho, poquito o nada, pero que es una realidad: nunca la corrupción estuvo en el top tres de las preocupaciones del argentino en la tradicional encuesta limitada a una pregunta determinada por “qué es lo que más le preocupa”. El top tres siempre se lo llevan la inflación, el desempleo y la inseguridad. Rotan sus lugares pero siempre están ahí por razones tan elementales como humanas.

Por eso me gustaría que quienes quieran correr el riesgo de sentarse en el polvorín de Rivadavia vengan con ideas sobre las que podamos coincidir o no. De hecho, sería un gran avance dar por sentado que no me van a chorear y pasar a pensar en si queremos más impuestos, menos impuestos, impuestos dirigidos, apertura comercial total, parcial, ninguna, políticas de seguridad más duras o más blandas, saber hacia dónde queremos movernos.

Creo que lo debo haber dicho mil veces, pero va de vuelta: que la corrupción no nos tape que gobiernan como el orto, que administran pésimamente todas y cada una de las áreas de gobierno, que no tienen una sola idea que no termine en catástrofe. Y como muchos hemos pensado solo en la corrupción mientras otros decían “bueno, roban pero me tiran un mango”, hay que fumarse que los peores administradores estén en una pelea de consorcio que lleva más de dos años.

Porque si no damos por sentado que el corrupto tiene que estar preso y pasamos a discutir ideas, seguiremos siendo los Julio Bárbaros de la vida: esto no fue verdadero peronismo, o no fue verdadero progresismo, o ese no es el verdadero liberalismo, o son conservadores que no quieren pagar impuestos, o lo que fuera. Por ejemplo, Máximo no es un heredero de la corrupción y además es un inepto. Es, básicamente, un inepto con ideas de mierda. Además tiene un proceso judicial por el origen de sus bienes, al igual que a la burra “gran oradora” de la madre.

Si ante cada burrada dicha dijéramos “señora burra, usted dice una burrada”, otro sería el panorama. Si ante cada pajereada que dice el analfabestia de Maximito le contestaran “analfabestia”, otra seria la cosa.

Eso es lo que me da algo de esperanza. Quizá ahora lo entendamos. Quizá estemos preparados de una vez por todas para saber la correlación entre costo y beneficio y, entre tanto ruido de berrinches de millonarios más inmaduros que Dudley Moore en Arthur, entre tanto discurso con olor a naftalina de Cristina en países que la invitan para mostrarla mientras giran al capitalismo, entre tanto debate pedorro por lo obvio podamos, de una vez por todas, comenzar a transitar un camino.

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Ah, Guille el Bastardo quedó en la historia como Guillermo el Conquistador.

 

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