Desubicado

Mi vida de internauta va en franca decadencia a medida que se profundiza mi crisis conectiva. Lo cierto es que estoy sin internet, sin teléfono y sin cable. Lo más triste, es que lo único que se sintoniza es Canal 7. Si, eso y la tortura de la gota es casi lo mismo. Hasta que los muchachos del Triple Play se dignen a reacondicionarme todo, así será.

Pero no es el único motivo de la ausencia. El cansancio suma, y mucho. Cansancio físico y mental, ya que no fue un año sencillo. Pero también cansancio moral. Estoy cansado de no coincidir con nadie, de sentirme casi un paria, como un peronista en un comité radical, como un comunista en Wall Street, como un PRO logrando que le salga algo bien.

Harto del gataflorismo del argentino medio, que pide a gritos alguna medida contra la inseguridad, y después se opone a la implementación de las contravenciones. Piden que la Policía haga algo, pero que lo hagan sin hacerlo. Dicen que como el Cabo Cañete no pudo encontrar un auto accidentado a 15 metros de la ruta en medio de un descampado, no están en condiciones de intervenir en prevención y represión de contravenciones en zonas urbanas. La verdad, entiendo cada vez menos. O si, qué se yo. Todos somos Directores Técnicos cuando terminó el partido.

Cuatro muertos en un accidente de tránsito y todos como locas en contra del accionar policial. El Sargento García no encontro un auto dado vuelta en un pastizal de tres metros de profundidad en una ruta de Pergamino, y la dirigencia política descabeza la Policía Bonaerense, como si los Pomar hubieran sido secuestrados por la banda de los Comisarios que jugó a las escondidas con Mauri. Lo mismo de siempre, bah.

Manga de hipócritas. No hay nada que venga bien. La misma prensa que se la pasó diciendo barbaridades, atrocidades, dando micrófono y aire a los vecinos para que se prendan en la destrucción de un pobre tipo que estaba muerto, esa misma prensa conchuda es la que en vez de pedir disculpas, tira la pelota para otro lado y dispara contra la policía. Es la misma prensa que marca el ritmo del debate televisivo como si nada. El problema es que se filtra, de a poco se filtra. Cuando la prensa quiere, el problema es la inflación, cuando la prensa quiere, el problema es el campo, cuando la prensa quiere, el problema es la ley de medios. Hoy no hay más inseguridad, no hay más inflación, al campo le crece choclos hasta en las suelas de los zapatos de los peones, la ley de medios ya nos chupa un huevo.

Pero ahora somos todos gay friendly. Grupos y grupos de gente enfervorizada pidiendo a gritos la ley de Matrimonio homosexual. El que opina a favor, es valiente. El que opina en contra, es un retrógrado. Yo me guardo a silencio, ya no opino más de nada. Solamente me pregunto. Me lleno de preguntas. ¿Alguno de nosotros sabe qué es lo que queremos? ¿Qué es lo que pretendemos de la policía? ¿De la Justicia? ¿De los políticos? ¿De nosotros? La respuesta me da miedo.

Y es que, probablemente, no pretendamos nada, porque nada exigimos, porque nada hicimos por evitar esta debacle y porque nada estamos haciendo para evitar que sea aún peor. Todo nos causa repulsión, pero nada nos cae bien.

Ayer estaba sentado en la Plaza que está entre la Facultad de Medicina y la de Económicas de la UBA. A mi izquierda había unos carteles que decía «Fuera Macri, Los Espías No Pasarán». Ya no me causó gracia. Evidentemente hay gente que tiene un culo en lugar de cerebro, y en lugar de ideas, disparan flatulencias. A mi derecha había unas pintadas en una pared que decía «Juventud Nacionalista» y pedía paredón para los Kirchner. La idea es tentadora, no voy a negarlo, pero no jodamos.

Y ahí, en el medio de esas dos mierdas, estaba yo sentado viendo como mi ciudad se hunde cada vez más, perteneciendo a un país que se hunde cada vez más, mientras seguimos discutiendo boludeces.

Un mundo sin abogados, sería maravilloso. Y sin periodistas, sería el paraíso.

Recientes