
Inicio » La Década Cambiada, Parte IV
El primer año de gestión de Cristina Elizabeth no salió tan redondo como algunos esperaban. Las perspectivas podrían haber ilusionado a varios oficialistas, dado que llegaba a la presidencia con el mismo equipo del expresidente, gente que, supuestamente, estaba ya fogueada en el manejo de imprevistos, más algunas figuras que, si bien eran nuevas en sus cargos, llevaban años de experiencia en el rubro. A este grupo, Cristina lo presentó como el mejor cuadro político de los últimos cincuenta años. Pero resultó ser que el mejor cuadro político, la gestión que no tiene errores para esconder porque no registra ningún fracaso, el gobierno más mejor de todos, vivió una de sus crisis más profundas solo porque no supo manejar una queja tributaria.
Del campo sojero al campo narc&pop
En marzo de 2008 Martín Lousteau puso el gancho en la resolución número 125, mediante la cual se aumentaron las retenciones a la soja y el girasol y, de paso cañazo, se estableció la movilidad por el módico plazo de cuatro añitos. El sector agropecuario -que, en buena medida, había bancado a Cristina en 2007– se lo tomó un poquito a mal. Con las retenciones alrededor del 45% de lo producido empezaron los cortes de rutas y los tractorazos, por lo que la Semana Santa de 2008 se convirtió en un bardo nacional. Cuando el paro agropecuario llevaba unos 13 días, el martes siguiente de Semana Santa, Cristina intentó apaciguar las aguas y, fiel a su estilo, dijo unas palabras conciliadoras, que fueron desde calificar a las protestas como “los piquetes de la abundancia”, hasta el juicio moral que hacía referencia a que estaba mal que los productores quieran tener plata a costa del resto de los argentinos.
Las palabras surtieron efecto, aunque no el deseado por el gobierno: unas diez mil personas –según la Federal- quisieron entrar en la Plaza de Mayo. Por suerte, apareció Luis D´Elía a ponerse del lado del más débil, o sea, el Estado. Así fue que el defensor de ricos y presentes, en nombre de los pobres y ausentes, despejó la plaza a trompada limpia y terminó abrazado a la Pirámide de Mayo, mientras gritaba “la plaza es nuestra, la puta que lo parió”. Del otro lado del mapa, en la puerta de la Quinta de Olivos, las fuerzas del gobierno que no reprime la protesta social utilizaban camiones hidrantes para correr a los manifestantes. Un par de días más tarde, empezamos a ver a la Cristina de la gente. En una presentación en Parque Norte presentó «Enrollen las banderas», «A ver el de la corneta» y «Todo me cuesta el doble por el sólo hecho de ser mujer», grandes éxitos que se sumaron al ya clásico «La Amenaza Fantasma Militar» y que finalizó en una épica versión «Evocando al Grito de Alcorta» de 1912.
Para abril, una densa capa de humo tapó a la ciudad de Buenos Aires y alrededores. Por si fuera poco, al anuncio de la inflación del Indec se le sumó la quema de pastizales que también hicieron lo suyo para que la humareda alterara los ánimos. Mientras, el gobierno organizó el Encuentro por la Convivencia y el Diálogo, una excusa para llenar la Plaza de Mayo con el objeto de juntar fuerzas para imponer el discurso único y aniquilar el diálogo. Fue entonces cuando pudimos ver el parto de una costumbre que se repetiría hasta nuestros días: la afirmación de que nunca en la historia hubo tantos ataques contra un gobierno recién asumido. Arturo Illia no cuenta, su tocayo Frondizi, menos, a pesar de los sesenta y pico de planteos militares. Finalmente, el lema de convivencia y diálogo también sirvió para llamar a la conciliación de todos…y para acusar a los protestones de golpistas que reemplazaron los tanques por los multimedios. Arrancaba la Cruzada Clarín.
Como en el país no pasaba nada, Cris viajó a Francia a distenderse, participar de las negociaciones para la liberación de Ingrid Betancourt –por entonces aún cautiva de las FARC- y mostrar su boina, por lo que nadie entendió qué hacía Julio De Vido en el viaje. En junio de 2008, el gobierno del amor ordenó poner orden con cariño: Gendarmería se llevó en cana a De Angeli y a dieciocho ruralistas que lo acompañaban. Otra vez gente en la calle. Luis D´Elía, siempre ubicado en tiempos y espacios democráticos y tolerantes, llamó al pueblo a tomar las armas, mientras Néstor pedía copar la Plaza de Mayo en apoyo al gobierno. Era sábado por la noche y, obviamente, en la plaza había tantos huecos que se podía jugar a la mancha sin que nadie se lleve puesto a otro. Guillote Moreno, acompañado de Acero Cali y un sonriente Julio De Vido, apareció por la plaza para mostrar su última composición, que rezaba más o menos así: “gorila puto vas a pagar las retenciones del Gobierno Popular”.
El nacandpopismo gubernamental convocó a la Plaza del Amor, un nombre que, como todo lo que ha hecho el kirchnerismo, dice una cosa y quiere decir otra. El miércoles 18 de Junio, la multitud se agolpó en la plaza de Mayo para escuchar la última composición de Ignacio Copani, Cacerola de Teflón, tema que puede ser hallado en el recopilatorio Grandes Éxitos -tres canciones- del genial artista vernáculo. La Presi apareció sobre el final, dijo casi lo mismo que en sus discursos anteriores, lloró y se abrazó a Néstor. La radio de las Madres de Plaza de Mayo dijo que hubo 200 mil personas, la Federal de Aníbal Fernández, 60 mil.
En medio de este bolonqui divino, a Néstor le pareció que la Concertación Plural no servía para concertar, y convocó a elecciones de autoridades dentro del Partido Justicialista, el cual se encontraba intervenido desde 2005 por disposición de la Juez Servini de Cubría. La elección fue muy reñida: dieron de baja a la lista opositora y Néstor fue elegido presidente del Partido. Su plan de acción inmediato consistió en pedir que el PJ dejara de pertenecer a la Internacional Demócrata Cristiana y adhiriera a la Internacional Socialista. ¿La tercera posición? Una marcha de la caja de cambios, o algo raro del Kamasutra.
Luego de semanas de paro agropecuario, Cristina decidió enviar al congreso la bendita resolución 125 para que fuera ratificada. Fue en aquellos preciosos días otoñales de 2008 en que hace su aparición pública la agrupación La Cámpora, un microemprendimiento que llevó adelante Máximo Kirchner para entretenerse cuando se queda sin uñas de tanto rascarse el higo. De la mano de intelectuales de la talla de Juan Cabandié, José Ottavis, Andrés Larroque y Recalde Junior, la agrupación debutó en sociedad con una carpa en la plaza de los Dos Congresos, y un puñado de militantes dispuestos a fomentar el debate disfrazados de huevos. Un día antes de la votación de los Senadores se realizaron dos actos simultáneos, uno en el Congreso, donde habló Néstor, y otro en Palermo, donde hablaron los representantes de la Mesa de Enlace ante un número de gente que nadie imaginó que se podía juntar.
La votación arrancó el 16 de julio y se hizo larga. A las 4,30 de la madrugada del 17 de julio, el empate obliga al vicepresidente a emitir su opinión. Un voto no positivo alteró tanto los ánimos que los aburridos chicos pintaron las calles con leyendas en las que acusaban a Cobos de traidor, además de pedirle que le mande saludos a Vandor. Por otro lado, los inconsistentes que acusan de golpistas a quienes marchan para putear a la Presi, organizaron una marcha para echar a Cobos. Cris, ya en otra, da marcha atrás con la 125, nos trata de inconformistas y se olvida del Campo para siempre. Es obvio que alguien debía pagar el costo político. Ese alguien fue Alberto Fernández, quien fue reemplazado por Sergio Massa, exmilitante de la Juventud Liberal y de la UCeDe, exfuncionario de Menem, exfuncionario de Duhalde, exfuncionario de Néstor y, por entonces, intendente de Tigre, hoy devenido en la esperanza blanca del peronismo. Poco tiempo después, se anunció la reestatización de Aerolíneas Argentinas. Omar Viviani, Secretario General del sindicato de peones de taxis, se sumó a la ola nacionalista empresarial y prometió escrachar a las empresas españolas con capitales en el país.
La necesidad de mostrarse como un gobierno de acción llevó a que la Presi tome el camino de la inauguración de lo que sea. Cualquier cosa venía bien: obras de pavimentación en Ezeiza, la línea de producción de la Ford Motors Company, una ampliación de fábrica de zapatos Grimoldi, otra de tapas de empanadas, la red cloacal de un barrio de La Matanza y hasta la reinauguración de inicios de obras que seguían sin iniciarse. Todo era bienvenido, incluso un hospital en Malvinas Argentinas en el que el Gobierno no puso un peso, pero al que Cris fue a sacarse la foto. La agenda que le armaba Sergio Massa era maratónica y llegamos a escuchar a Cris decir frases incunables, como cuando disparó que los argentinos estábamos cansados de tantos discursos. Lo dijo durante el cuarto discurso al hilo en una sola jornada.
Mientras la Presi hablaba cada vez que se cruzaba con un micrófono, las tapas de los diarios daban cuenta del hallazgo de tres cuerpos a la vera de la ruta en General Rodríguez. Sebastían Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina aparecieron con las manos atadas y corchazos en sus cabezas. Tiempo después nos enteramos que Damián Ferrón era socio de uno de los imputados por el tráfico de medicamentos, y que Sebastián Forza no podía justificar su exponencial crecimiento patrimonial con su distribuidora, pero que así y todo pudo aportar unos 200 mil pesos para la campaña presidencial de Cristina. Fue también en 2008 cuando se produjo un allanamiento que desataría un escándalo mediático que terminó en la nada misma: el allanamiento de una quinta en Ingeniero Maschwitz y la detención de narcotraficantes mexicanos, o sea, el inicio de lo que más tarde llamaríamos «La ruta de la efedrina».
En la recta final del año, el gobierno intentó repetir la receta que tan buen resultado le dio a Néstor y organizó un acto en la Casa Rosada para anunciar la cancelación del pago de la deuda al Club de París. Un par de semanas después, Néstor decía que tremendo pago era algo que debía evaluarse mejor. Casi cinco años después todavía ni se trató el tema, pero estamos seguros que alguna vez, por ahí, en una de esas, si pinta, alguien pagará la joda. Probablemente sea el mismo que construya el Tren Bala que se anunció, también, ese año. La Cámpora, mientras tanto, avanzaba de a poquito a fuerza de comunicados en los que la agrupación defenestraba a quienes se oponían desde los medios. Víctor Hugo Morales no fue la excepción y lo tildaron de ser afín a los monopolios multimediáticos y a los cuadros sojeros reaccionarios. La reacción tenía su lógica: Víctor Hugo había dicho que Mariotto era un funcionario de actitudes dictatoriales.
El 2008 no sólo fue entretenido respecto de la crisis política derivada de la joda del campo, también fue el año en que se desató la crisis económica internacional, para el cual Cristina dijo no necesitar de ninguna medida, a la semana presentó un plan de contingencia, y luego volvió a afirmar que el gobierno no necesitaba de ningún Plan B, mientras podíamos ver a la Primera Mandataria promocionar calefones por Cadena Nacional o anunciar, chocha de la vida, el Plan Canje de Bicicletas. Por aquellos días nos informó que las burbujas no explotan, sino que se derrumban y que por eso había crisis económica, porque el mundo se derrumbó como una burbuja.
Y así, mientras Néstor destacaba la lealtad de Daniel Scioli en contraposición a las actitudes de Julio Cobos, 2008 resultó ser el último año que vivimos sin la existencia del narcótico ideológico denominado 678. Tan distinto era todo que Luciano Gallende y Daniel Tognetti laburaban para el grupo Clarín, en cuya pantalla aún se podía ver a Televisión Registrada riéndose del gobierno. Tan igual era todo que Néstor Kirchner agitaba contra todos los que pensaban distinto del gobierno.
Viernes. Y pensar que todavía tenemos que escuchar a los funcionarios de Néstor decir que estas cosas, con Kirchner, no pasaban.