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No somos latinos

Generalmente, los discursos de la Presi nos dejan algunas perlitas para reirnos y el de hoy no fue la excepción. Pese a ello, no quiero opacar el mensaje verdadero que nos envió Cris en la celebración del noveno aniversario de la llegada del mesías tuerto a la ciudad de San Miguel de Tucumán. De entrada, tiró que en 2003, cuando Néstor Kirchner fue a celebrar el primer Día de la Independencia de su mandato, el país estaba dado vuelta y no como ahora, que el país está al derecho y lo que está patas para arribas es el mundo. Suponemos que la Europa de 2003 padeciendo atentados terroristas y con sus economías abocadas a la guerra junto a Estados Unidos, no es lo más normal que podamos imaginar, pero tengamos en cuenta que, para la Presi, un luto de dos años con trajes de lentejuelas, es el metro patrón de lo normal. 
Disparó muchas frases que quedarían como gansadas, si no fueran porque aportan tanto a la fantasía. Que en 2003 el país profundo sí entendió a Néstor, que debemos buscar la unidad de todos los argentinos, que también debemos bregar por la unidad latinoamericana y que ella y su difunto marido vinieron a «romper un maleficio». Algunas dudas -¿Qué buscan los militontos cuando manifiestan su disposición para la liberación? ¿La liberación de la compra de dólares, o la de las importaciones?- y muchas certezas. 
La antigua y romana costumbre de hacer lo que uno dice y no lo que predica con el ejemplo, en estos casos llega a un paroxismo digno de patología. Y como los terapeutas no dan muy nacional ni popular, todos somos analistas y destinatarios de sus exposiciones narcisistas y mentirosas, de sus prédicas de pasados inexistentes, presentes imposibles de encontrar y futuros bastante más imprecisos de los que nos pinta la Cris. Al igual que la semana pasada, cuando nos reescribió la historia de la crisis económica de 2001, hoy nos pintó cualquiera de varios pasajes de la historia reciente y no tan reciente de nuestro país. Algunas cosas las edulcoró, otras las convirtió en épicas y del resto no habló. 
«No me importa el crecimiento económico por si mismo», afirma la misma mina que ante cada manifestación de pobreza, ante cada corrida cambiaria, ante el vaciamiento de los ahorros bancarios, ante las noticias de empresas suspendiendo personal hasta nuevo aviso, y ante cada reclamo sindical, nos responde con un «seguimos creciendo a un nivel nunca registrado en la historia del sistema solar». Y la afirmación la tiró al hablar del modelo que vino a proponernos Néstor en 2003 y que le costó el agravio de propios y ajenos. Todavía estoy buscando donde estuvieron los palos en la rueda, si de parte de la pesada herencia recibida en materia económica que le permitió acumular reservas sin pagar deuda gracias al default del Adolfo y del equipo económico encabezado por Lavagna, o del factor social, con la Federal y la Gendarmería de Aníbal Fernández reprimiendo cuanta protesta hubiera en Capital. Tamaña afirmación, como era de esperar, la decoró con un dato de la actualidad extraído de esa enorme caja de Pandora que denominamos Indec: la desocupación está en el 4%. 
Más allá de que un dato así en el contexto de las empresas ahogadas da para chiste -invito a que me comenten cuántas personas conocen cada uno de ustedes que esté teniendo problemas de expectativas y/o continuidad laboral, estatales abstenerse- les planteo una dicotomía que vendría a reemplazar la histórica duda de si es preferible ser feliz o tener razón: ¿Es preferible no ser pobre o tener trabajo? Porque hasta donde mi lectocomprensión me lo permite, en la historia del país, la pobreza comenzó a ser un problema de dimensiones considerables a finales de los ochenta, cuando emerge la marginalidad como fenómeno social incipiente. Antiguamente, se decía que el trabajo dignificaba, porque estar en calidad ociosa era lo peor que le podía pasar a un laburante. Claro, ese trabajador sin actividad, comer, comía igual y el techo lo conservaba. En este raro contexto en el que se contradicen los indicadores de pobreza y desempleo, y en el que presenciamos el raro privilegio de tener pobres con laburo, vuelvo a plantear la cuestión. ¿Qué es preferible, llegar a fin de mes o tener laburo? Saquen cuentas, y después me dicen.
«El proyecto de Él y el mío, además de democrático, es profundamente federal», anunció enojada, vaya a saber uno por qué, la heredera de la obra pública, planteándonos un debate sobre qué consideramos federalismo. ¿Es federalismo que cada provincia pueda progresar en base a su poder de producción, recibiendo la ayuda de las demás provincias para fomentar la infraestructura que permita que las antiguas economías invíables desarrollen una producción autosuficiente? ¿O federalismo es administrar las cajas provinciales y repartir plata a dedo, generando fenómenos tales como que el gobierno nacional pague con plata de San Juan el nuevo centro cívico de un pueblo perdido en el desierto santacruceño y que los bonaerenses financien el nuevo edificio municipal de un departamento cordobés que no figura ni en los GPS?
Un párrafo aparte se merece el análisis de nuestra Presi sobre los verdaderos motivos de la crisis mundial que «derrumbó a ese mundo que nos refregaron por la cara durante años». Pareciera que echarle la culpa a miles de millones de dólares regalados en créditos hipotecarios a insolventes, no es un buen motivo, a pesar de los gratos recuerdos que le genera. Sin embargo, la Presi se quedó en 2009 -cuando decía que no necesitábamos plan B, porque la crisis no nos iba a pegar- y hoy afirma que todo se debe a la «timba financiera y a los dineros virtuales, que nadie sasbe si existen o no». Sí, lo dice la misma mina que encabeza un gobierno que emite billetes a diario sin ningún tipo de respaldo. Sí, lo dice la misma mina que habla de los asombrosos niveles de acumulación de divisa en el Banco Central, y los cuales consisten en papelitos, en bonos, en dinero virtual. Y sí, lo dice la misma mina que es viuda de un tipo que ha hecho de la timba financiera y de los paraísos fiscales la otra pata de su fortuna, logrando que un matrimonio que sólo ha vivido del Estado -a excepción de una etapa no mucho más ética- se convirtieran en los dos presidentes más ricos de la historia del país. 
Nuevamente le pegó a los consultores económicos, que tanta bosta le tiran, por no haber dicho nada que avivara a la gente a retirar sus depósitos en los tiempos anteriores al corralito. Que se lo diga a la muchachada, compuesta en partes iguales por pendejos que en 2001 ni se enteraron porque vivían de los padres, y por tipos que para lo único que iban al banco en 2001 era para cobrar el plan social, es una cosa. Que lo transmita por cadena nacional y nos lo diga a nosotros, que padecimos a Laje y Hadad 24 horas al día con mensajes apocalípticos, es otra. También nos pidió que vayamos «a militar a los barrios como hicimos nosotros», con la misma carita con la que salía por los barrios a buscar deudores hipotecarios, para luego recordar que Néstor fue a laburar de diputado una sola vez, cuando votó a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo. 
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Más tarde se colgó de las tetas de Dilma al hablar del protagonismo regional en el mundo, y en el medio de la puteada a todo el que piensa distinto, pidió la unidad de todos los argentinos y la de latinoamérica. Entiendo que se busque un marco teórico y conceptual, un parámetro social para tanta latinoamericanización del país, pero una cosa es pedir unidad económica y unidad política, y una muy distinta es suponer que todos somos latinos. 
El concepto de latinoamericano es algo que hasta no hace mucho tiempo, me resbalaba lo suficiente como para dejarlo donde corresponde, o sea, en las charlas de la Fuba. Obviamente, como las troscas siempre -siempre- garpan, algún que otro libro he leído al respecto, como para ilustrarme a la hora de buscar qué picotear. Pero la sola idea de que por una cuestión de horizonte cultural, deba considerarme hermano de un hondureño, un paraguayo o un brasileño, de plano me choca. Lo único que tenemos en común con cualquier otro país de los denominados «latinoamericanos» es -en la mayoría- un idioma que ni siquiera se asemeja a como lo hablan los demás, y la pertenencia a una plataforma continental. 
El horizonte cultural jamás puede estar fundado en un origen común, sino en el devenir histórico, en el todo. Nunca tuvimos como meta escaparnos en balsa, ni cruzar fronteras escapando de las patrullas norteamericanas, aunque ya estemos sacando cuentas de cuánto tenemos que remar de Ensenada a Colonia. No tuvimos tanto mestizaje como otros países, ni siquiera compartimos los mismos recursos. Nuestra historia está dada por una continuidad de oleadas inmigratorias europeas y ni siquiera podemos ostentar una historia folclórica que pueda remontarse más atrás de la primera mitad del siglo XIX. 
Argentina es un país que nació, se formó y se desarrolló mirando al norte, y por norte no me refiero a Venezuela o Ecuador. Fuimos hasta no hace mucho el terror de las industrias de la región y hasta en Brasil llamaban a combatir al «imperialismo argentino». A esta situación, algunos la presentan como un error de concepción, una falacia que consiste en aplicar en el país las soluciones de otros lares. Estos boludos, son los mismos que hablan de socialismo europeo, el modelo chino, la revolución cubana y la cultura soviética. Sucede que, para algunas cosas, sí es bueno mirar hacia el otro mundo. 
Este país se desarrolló con un modelo de infraestructuras de nación desarrollada, un plan de loteo y poblamiento modelo, un sistema penitenciario vanguardista y una urbanización que asombró a cuanto extranjero transitara por las calles argentinas. Nuestras inmigraciones selectivas -esas que los mamertos de apellido gallego, vasco, polaco, ruso o italiano critican- se debían al trazado de una meta de progreso inmediato y para eso no había tiempo de enseñarle a nadie. Los obreros de afuera, además de venir espantados por el hambre, las guerras, las persecusiones y la falta de oportunidades, traían la mano de obra calificada necesaria para poner en pie un sistema productivo y, de paso cañazo, enseñar a los locales como laburar. 
Mirar al norte no es sólo acordarse de cuando los Cantilo y los Alvear se iba a tirar manteca al techo a las ciudades europeas, sino que también consiste en reivindicar y hacer honor a los tipos que crearon ese país del que tanto hablamos, los extranjeros que forjaron esta patria tan multicultural que no cuadra en ningún concepto de latinoamericanización. Es, en definitiva, ser respetuosos con los que hicieron ese país que aún hoy, todavía, no han podido hacer desaparecer. Son los que fabricaron el sistema productivo que nos condena al éxito, las bases económicas que aún hoy impiden que este país no toque nunca fondo. Y eso que han hecho mérito para lo contrario. Nuestros salarios «más altos de la región», es lo que queda de aquella patria desarrollada, autosuficiente y soberana, donde la realidad del pueblo no se medía en si gobernaban los azules o los colorados, sino en el poder adquisitivo medido en techo propio, autito en la puerta y movilidad social ascendente, entendida como que tus hijos vivan mejor que vos, o sea, que suban en la escala social. Y esto era la envidia de lo que hoy llamamos latinoamérica.

La idea de pedir la unidad latinoamericana desde lo cultural, es un verso de tan imposible cumplimiento como lo es requerirle a la Presi que cierre la boca por una semana. No es una cuestión de resentimiento, sino de realidad y respeto por las demás culturas. Amo la calidez del pueblo colombiano, pero no por eso voy a querer que las arepas sean de consumo obligatorio en los comedores escolares. La diversidad cultural, lo distinto, es lo que nos atrae de otros pueblos, de otras culturas. Si somos distintos ¿por qué deberíamos buscar una homogeneidad que nunca existió?

A veces creo que es un discurso preparador, una suerte de colchón para cuando nos demos cuenta que de aquella potencia sudamericana, sólo quedan los salarios más altos de la región. Y es que, en defintiva, nuestros gobiernos se han encargado de dar el primer paso hacia la integración Argentina en latinoamérica y nos han llenado con todos los problemas de nuestros vecinos, contratiempos sociales, económicos y legales a los cuales nuestro país siempre había gambeteado. 
Lunes. Estos uruguayos también piensan como yo.

En el próximo post de la semana, les tiro las predicciones políticas y de qué se está hablando en algunas casas de gobierno. No, no es divertido. 

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Si tenés algo para decir, avanti

(Sí, se leen y se contestan since 2008)

258 comentarios

  1. Encuentro a este artículo absurdo, incoherente y mal escrito. Por suerte el «cinismo» «humorístico» propio de un adolescente casi no interfiere con la vida política de un país.

  2. Don Marcelo: no dudo que muchos mestizos sean fruto de la fuerza y no del consenso. Eso es muy probable que el efecto de «si tiene agujero con pelo y no es poncho, la pongo» haya ocurrido en los primeros tiempos de conquista, pero una vez ya establecidos los asentamientos y teniendo trato cordial con los autóctonos (muchos de ellos como mano de obra esclava, otros como comerciantes de productos que traían de tierra adentro, pero trato cordial al fin) la «cruza» se dio.
    Supongo que sabe cómo es que llegan los negros a estas latitudes. Porque tenían más resistencia al trabajo duro que los nativos, es por eso que se empieza a «importar mano de obra» desde África. Lejos de aniquilar a los locales, lo que se hace es desplazar su mano de obra por la de esclavos africanos.
    Por supuesto que los españoles y portugueses no fueron los candidatos al Nobel de la Paz, pero si lo que quisieron fue hacer un genocidio, lo pensaron y ejecutaron bastante mal.
    De Frau Gretel (Herr, es Señor, Frau Señora y Fräulein Señorita) mejor no hablemos porque nos metemos en la mente retorcida del alemán primitivo de donde salieron los «cuentos para niños» que en realidad son de terror (abundan las brujas, secuestradores, chicos que se venden como esclavos, antropófagos e infinidad de catástrofes que sufren los humanos). ¿Cómo no va a salir un tipo rebuscado de ese entorno? Súmele al pedagogo Johann Heinrich Pestalozzi y además de eso va a tener a un estructurado. Linda combinación ¿no?
    Saludos

  3. Sí: La diferencia entre el nazismo y la conquista es abismal. La menté sólo para contestarle el que Ud haya hecho hincapié en que se ven descendientes de indígenas…

    Por otro lado, sabrá Ud que los primeros mestizajes, en la abrumadora mayoría de los casos, no fueron consensuados. Se dieron por la fuerza. Hombres que navegaban miles de kilómetros, se internaban en los montes o las selvas, con ínfima o nula compañía femenina. No tenían a Herr Gretel cuando volvían a sus casas, como cualquier oficial alemán.

    Y si no hubo intención de exterminio hacia los nativos, fue porque les servían como esclavos.

  4. Marcelo: antes que nada, yo no me siento insultado, el comentario era pura y exclusivamente para decirle que está bien que se apasione pero no que se exacerbe (cuando uno se encula, el que se jode es uno mismo).
    Bueno, a contestar su comentario. Yo creo (por lo que leí) que la diferencia entre la Alemania de Hitler y la conquista de América es muy grande.
    En Alemania entre 1933 y 1945 hubo una persecución sistemática (no sólo de judíos sino de todo lo que no representase, según el ideal del enano austríaco, lo ario – ni siquiera germano, que es más amplio que ario – y lo que dictaba la «moral» de la época) y de este tema conozco bastante de primera mano ya que la totalidad de mi familia tiene orígenes alemanes (y hay de todo: luteranos, católicos, judíos, simpatizantes del NSDAP y quienes lucharon activamente contra él).
    Con respecto a la conquista de América, el español vino a eso, a conquistar y por ende también a hacer usufructo de los bienes del territorio adquirido. Peleó y mató, como pasa en toda conquista y en toda guerra, pero también se «mestizó» con el local (cosa que no hicieron los afiliados al partido nazi con los judíos, tampoco los turcos con los armenios, los rusos con los judíos, ni los anglosajones ni franceses con los aborígenes de América del Norte).
    No hace falta la extinción de una raza para calificar una acción de genocidio. Lo que hace falta es la intención y la puesta en práctica. A mí me parece que esas dos condiciones no se dieron.
    Saludos

  5. Pato: Por si no se entendió: Si digo «el pelotudo dice que no fue genocidio», el destinatario es el pelotudo, no la idea de que no haya sido genocidio, aunque yo no la comparta. Y a Ud no le dirigí epíteto alguno.

  6. Pato:
    Bolivia está llena de bolivianos con aspecto indígena.

    Alemania está llena de judíos con apellido alemán.

    So what?: Que haya descendientes no desmerece la idea de genocidio. Bueno sería que para que califique como genocidio se requiera la extinción de una raza.

    Y no se sienta insultado: se insulta a un mensajero (en mi caso respondiendo a insultos), no a una idea.

  7. El discursito Billikinezco del tal Anónimo es tan pueril…

    Se pasa por el forro a Galeano, a Bayer. Como si a los Relatores de la derecha no se los pudiese embarrar con el mismo discurso descalificador.

    Mirá qué razonamiento: La Patagonia podría haber sido de cualquiera, así que se exterminó todo lo humano que caminaba sobre su superficie para que al fin fuese nuestra. Genial. Aplica a la invasión de III Reich a Polonia, y a cualquier otra bestialidad.

    El Estado estaba fundido. Fue porque lo fundieron los mismos garcas que antecedieron a Roca (guerra del Paraguay, Mitre, no sé si les suena) y siguió fundido después, con la deuda que se contrajo con Inglaterra. Fundido por gobernantes del Fraude Patriótico. La caterva de tránsfugas que incluyen a Roca.

    Qué generosos los terratenientes poniendo plata de sus bolsillos para que nuestro Ejército haga una matanza y ellos liguen unas poquitas tierras. «Yo quiero mi pedazo, por qué no me lo dan, si yo ya puse plata». Hay que ser cínico…

    La 1420 fue el plan para tener educados y controlados a quienes de otra manera iban a ser díscolos. Nada mas que eso. Basta leer a Sarmiento. No lo hicieron para educar al pobrerío y dotarlo de un arma fundamental, no era ese el objetivo. Lo hicieron para enseñarles…que Roca era un presi bueno y que la campaña al Desierto fue para recuperar Patagonia de los chilenos. Parece que dio resultado.
    (ah, antes que salte algún boludo, no estoy de ningún modo en contra de esa ley)

    Y sí. Las «tierras de Calafate». Yo vi a Cristina y Néstor, Remington en mano, volarles la cabeza a unos indios para chorearles tierras en Calafate.

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