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La era de la legitimación

La era de la legitimación

Existe una manía colectiva por la legitimación de lo incorrecto que ha convertido en inconducente cualquier conversación y cualquier reclamo. Gente que no cree en lo que dice creer o que no tiene un mínimo de noción de las ideas que dice sostener en un todo. El drama histórico que por demasiado tiempo adjudicamos a la Argentina y que tarde, muy tarde comenzamos a notar que es un virus que anuló a la conversación política en todas partes.

No se trata de educación, dado que no se puede educar a quien no lo desea y no se puede aprender lo que no nos interesa. En diciembre de 1999, apenas un par de días después de haber rendido Matemática en la mesa de diciembre de Quinto Año, no podía reconocer un logaritmo ni aunque me lo dibujaran con un título y flechitas. Sin embargo, puedo relatar de memoria la ruta comercial de El Callao de la antigua economía imperial española aunque no haya vuelto a agarrar un libro. Y estoy seguro de que para varios de mis compañeros resultó absolutamente al revés, otros no recordarán nada de ninguna, y otros tendrán conocimientos en áreas en las que yo también fui educado pero no fueron de mi interés.

Es natural, lógico. Al igual que en cualquier área de la vida, no se puede obligar a la gente a interesarse en lo que no le llama. Lo que no es habitual –o al menos no lo era– es que yo aprenda a hacer una regla de tres simple, me sienta maravillado con su simpleza y practicidad, y me ponga la gorra de Matemáticos Al Poder, me junte con otros analfabetos numéricos para organizar una movida a favor de lo que nosotros consideramos que son las matemáticas y peleemos a todos los que nos critican, desde los que no entienden de matemáticas hasta los que realmente saben. Si viene Leonhard Euler, diremos que nadie lo conoce y si cae Alan Turing lo desacreditaremos por puto o por seguir la Agenda 2030, que desde que nadie leyó su contenido, es lo mismo.

Me corrijo: habitual es y siempre fue. Todos somos directores técnicos y peritos balísticos, pero no era normal que se masificaran opiniones por sobre hechos y, por abundancia de una por sobre las otras, se dé por válidas las primeras, sin importar si tienen razón o no, y todo bajo el amparo de lo que cada uno cree que es la libertad.

Cuando alguien plantea un absoluto, es probable que reciba el análisis de los que saben. Si es que los que saben están aburridos y tienen ganas, o fueron consultados por alguien interesado en ver si llueve mientras unos dicen que hay sol y otros que diluvia.

Algunos me han dicho que el Presidente se encuentra más aplomado desde que ocupa su cargo. Y es cierto, tan cierto como que, si esta es la versión aplomada, ya preferimos no recordar lo que era antes. Y tan cierto como que tampoco hay muchas diferencias en sus cambios de discursos con los que tuvo en tiempos pasados. Cuando leí la mojada de oreja de Prat-Gay sobre el cambio de paradigma de Milei respecto de los que escapan de las “garras del Estado”, no me dieron ganas de darle la razón. Ocurrió, es un hecho, el anarcocapitalista que aseguró que los que fugan dólares son héroes, ahora acusa golpe de mercado porque un banco hizo algo absolutamente legal y protector de los intereses de sus clientes ante el manto sagrado de que la propiedad privada es inviolable, primer principio rector del Acta de Mayo que firmó en Julio.

¿Cómo es que Milei ahora dice lo que no decía antes? ¿Es el Teorema de Baglini aplicado con furia? No, es el mismo de siempre, el que hasta 2015 trabajó para la campaña de Scioli, el que dijo que Toto Caputo era el responsable de haberse fumado 15 mil millones de dólares en una aventura electoral, el que marchó con los Moyano a la Plaza de Mayo en contra de Macri y el que demolió una maqueta del Banco Central. Dentro de cualquier anormalidad que se le pueda achacar, es tan humano como cualquiera de nosotros: opina en caliente sin importarle las consecuencias de sus dichos.

Pero en la era de la legitimación, Milei es el utilizado. Él cree que no, pero es manipulado gracias a todo aquello que no le interesa y, por no interesarle, delega en otros. Su opinión sobre las políticas de seguridad son las de cualquier buen vecino y no las de un Jefe de Estado. Su creencia sobre el sistema de salud es la que le hayan acercado. Y su parecer respecto a intereses más profundos, los que dan origen a las políticas, le son tan cambiantes como pueden ser las personas que lo rodeen.

Como economista sabe que detrás de cada acción hay una filosofía, un pensamiento o una corriente. Sabe que no existe liberalismo económico sin la creencia filosófica de que el mercado se regula solo. Lo que no consigue en trasladar esa línea pensamiento-acción al resto de las áreas de la vida del ser humano. Un día le avisaron “che, mirá que te van a preguntar por distintas cosas y tu postura tiene que ser clara: todo lo que va en contra de lo que diga la izquierda, a la cual tenés que identificar en un todo-es-lo-mismo”.

Su postura sobre la despenalización del aborto lo tenía sin cuidado y podría haberse opuesto por razones religiosas o personales. Decidió tomar la postura de denunciar un “homicidio agravado por el vínculo”. Decirlo desde la tribuna, es una cosa. Hacerlo desde una candidatura, es más fuerte. Ahora, cuando ya se es el titular del Poder Ejecutivo y primer mandatario de tu país, no se puede decir tamaña afirmación y no actuar en consecuencia.

No se trata de si estamos de acuerdo o no con su postura: es el hecho de creer que hay un delito de los más graves que se puedan cometer y no tomar ni media carta en el asunto. Si creés que es un homicidio agravado por el vínculo, no podés quedarte de brazos cruzados. Sos el Presidente. Salvo que solo quieras que te escuchen y tener la autoridad suficiente para ganar cualquier debate porque sos el Presidente.

Obviamente, el liberalismo no se resume solo a lo económico, sino a todas las áreas de la vida. Eso del respeto irrestricto al proyecto de vida del otro que tanto repiten, no es un invento de un abogado argentino. Creer que tamaña definición surgió en una oficina hace un par de décadas es un insulto a siglos de pensadores, sangre, revoluciones, guerras y decapitaciones. Pero, como dije anteriormente, no tenemos la obligación de recordar todo lo que hemos estudiado.

Esta cosa distópica del presente en la que el liberalismo es todo lo que se oponga al comunismo es desconcertante para cualquiera que haya leído algo en su vida y lo haya retenido. O debería serlo. Al comunismo también se opone el fascismo, y nadie en su sano juicio puede decir que un camisa negra garantiza el respeto irrestricto por el proyecto de vida ajeno.

En el amplio espectro de «todo lo que se oponga al comunismo», ser liberal y, a la vez, conservador es algo fascinante. Cada vez que escucho un “soy liberal en lo económico y conservador en lo social” es como escuchar a un jovato decir “soy peronista, pero de Perón”. Sos o no sos, man. Si sos conservador en lo social y liberal en lo económico, sos otra cosa: un conservador que no quiere pagar impuestos, o que cree en la posibilidad de mercado sin restricciones pero que no se metan con los valores que cree correctos para una sociedad. Un conservador capitalista.

Con el tiempo, el surgimiento del libertarianismo en los Estados Unidos y su lenta pero firme expansión llevó a que el liberalismo se convirtiera en una palabra de resistencia. No te metas conmigo o tendrás consecuencias. ¿Consecuencias jurídicas, como propugna el liberalismo de igualdad ante la ley? No, consecuencias. Y punto. Así es como podemos encontrar que los defensores de la libertad y del respeto irrestricto del proyecto de vida ajeno no encuentran contradicciones en arruinar la vida privada de una persona, otro logro del liberalismo de la Ilustración que costó sangre. Tampoco pasa nada con eso del respeto irrestricto mientras se acusa a cualquiera de puto, comunista, zurdo, progre, nazi, y que sigan los éxitos.

Pero también puede ocurrir una variable ideológica, un «es más complejo» en lo único con lo que cualquiera puede llegar a definir como liberalismo: el mercado. Si un clásico pensador del liberalismo económico se anima a decir algo respecto de la contradicción de llamarse liberal y, a la vez, jugar a la ruleta rusa con la intervención del mercado de cambios, será tildado de viejo meado, liberal galerita, liberal de café, o academicista. Sí, el academicismo se ha convertido en un insulto.

A esto tan básico y elemental le dicen “liberalómetro” de forma despectiva para aniquilar cualquier disidencia de lo que pueda pasar en el día a día. De hecho, la frase “son libertarios quienes nosotros digamos” es más que una provocación sarcástica: es un hecho. Un día cae en desgracia el jefe de asesores del Milei candidato, otro es reivindicado José Luis Espert y al tercero reniegan de Domingo Cavallo.

Esto no es un debate nuevo. Lo es para los que estaban en otra hasta hace unos meses o los que no veían en el libertarianismo más que un conjunto de locos utópicos. Pero, solo por poner un ejemplo, en 2008 El Confidencial de España publicaba un reportaje en el que se incluía la opinión de Jesús Huerta de Soto y Albert Espuglas, quienes analizaron de forma básica cuestiones vistas como extremas de gente como los pensadores Rothbard y Friedman. Esplugas sostiene la legalización de las drogas, la prostitución y la tenencia de armas, despenalizar el suicidio asistido y derribar las barreras a la inmigración. Huerta de Soto dedica una clase entera de su cátedra a explicar por qué hay que despenalizar el comercio de estupefacientes.

¿Qué cree Milei de todo esto? Bueno, por lo que ha dicho en algunas entrevistas, ha llegado al extremo de mercantilizar a los hijos y los órganos, pero está claro que su postura frente al narcotráfico es marcadamente contraria a la legalización. Podríamos decir que el país no está preparado para ese debate, pero no soy yo el que sostiene esos principios, sino los fallecidos próceres libertarios Rothbard y Friedman y también los que gozan de buena salud, como el héroe presidencial Huerta de Soto. Tampoco soy yo el que dice que la gente votó por las ideas de la libertad y que, gracias a eso, los legisladores tienen que sacar las reformas propuestas por el Poder Ejecutivo. En ninguna parte se encuentra una reforma libertaria por fuera de lo económico. Ni una solita.

Por si fuera poco, el Presidente pareciera reivindicar el costado más duro de un conservadurismo que, al menos en los hechos, pareciera no implementar para sí. Es el tema de cualquiera que abrace una ideología de forma completa, sea de izquierda, centro, derecha, arriba o abajo: el beneficio de inventario, la elección de qué quiero tener de esto y qué me parece demasiado. ¿Es pecado mortal el aborto? Pues, claro. También lo es el sexo entre solteros y no hay caza de brujas por eso. Y mejor ni hablar de los divorciados y vueltos a casar.

Todo esto viene a cuento de lo que planteo al inicio del texto: la legitimación. Hay cosas que antes decíamos en nuestros círculos íntimos o las guardábamos para nosotros. Un momento de calentura por una discusión callejera, una opinión no muy popular, lo que fuera. Hoy todos se sienten autorizados por la masa. Y si te hace llorar, mejor. Ahí estamos, con chistes de violaciones a menores, con palabras absolutamente despectivas totalmente naturalizadas en el discurso público y todos felices, como si estuviéramos en el destape español de los ochentas. Lo curioso es que la mayoría se jacta de ser políticamente incorrectos. Lamento informar que, si son la mayoría, no son rebeldes: son el establishment.

Y en ese dale que va, las partes, por pequeñitas que sean, hacen que el todo sea una certeza basada en esa partecita. Y eso que una gota de tinta en un vaso de agua puede teñirlo todo, pero el vaso sigue siendo agua y la tinta no sirve para nada. El sesgo de confirmación, la post verdad, como quieran llamarle, pero hace ya demasiado tiempo que hemos naturalizado que personas a las que tenemos en alta estima también se comporten con mecanismos que hacen que uno desee que, al menos, estén sacando algún rédito económico por decir lo que dicen. Un Fulano que pertenece a un partido, espacio, idea o sector cultural se manda un moco y todo ese partido, espacio, idea o sector cultural «son lo mismo».

Por contra sentido, esa partecita que hace al todo permite que cualquiera pueda ser considerado un liberal de fuste solo por abrazar a las fuerzas del cielo, sea lo que eso quiera decir. Ahí te entran un Daniel Scioli, con lancha y todo, o un Guillermo Dondemepongo Francos. Y si es un liberal que se pasó su vida en la cátedra pública de explicar el liberalismo y no le parece bien la bicicleta financiera, es un comunista.

Podría decir que el kirchnerismo nos quemó la cabeza con eso de la generalización, cuando mostraba que un tipo de clase media no los quería y afirmaba que eran todos unos desclasados sin notar que el grueso de sus votantes pertenecían a la mentada clase media. También aplicaban la vara de quién era peronista y quién no con tal liviandad que Axel Kicillof, sin saber qué carajo es el Manual de Conducción Política, es considerado el heredero natural de Perón mientras que Gerónimo Venegas fue un gorila.

Podría decir que nos quemaron la cabeza, pero el kirchnerismo no salió de un repollo: leyó la realidad social como nadie, dividió aguas y el resto lo hicimos nosotros solitos con nuestras selecciones de mierda: entre ser feliz o tener razón, siempre preferimos lo segundo.

¿Cómo es que todos fingen demencia ante un delirio místico que incluye a Moisés en una entrevista periodística? ¿En qué momento naturalizamos que el vocero presidencial utilice la palabra “redención” para hablar de un acercamiento de la CGT al Gobierno? Porque peor era la otra opción. Siempre la misma respuesta, como un mantra que repetimos cuando nos cagaron a trompadas para robarnos de arriba abajo: al menos no nos mataron. Entiendo que el kirchnerismo, albertimismo y el massasismo nos dejó la vara tirada en el piso y meada, pero conformarse con limpiarle la orina, me parece un objetivo muy chiquitito.

Y es contagioso. El empresario Martín Varsavsky contó en sus redes sociales que se reunió a solas con Milei en el último viaje del Presidente, evento que calificó de “fascinante”. Dijo que Milei es el Elon Musk de la política y que “lo que Elon quiere hacer en Marte, Milei lo quiere hacer en Argentina: una nueva civilización”. Otro delirio de refundación. Otra partecita que hace a un todo: una conversación sobre economía convierte a un tipo en un estadista.

Por acá, todavía me pregunto si debo aceptar que un grano de arena sobre la mesada la convierte en una playa. Porque, si es así, estoy lleno de preguntas. Si la partecita que convierte a este cotolengo en liberalismo se llama economía, ¿qué pasaría si ésta falla? ¿Ahí sí pasaran a importar los Lijo, los Cúneo Libarona, los despidos por Xwitter, las mismas cinco entrevistas a los mismos cinco periodistas, los miles de vuelos, las hermanas que firman actas fundacionales sin otra prerrogativa que la de sangre, los flanes discursivos de los diputados que pagaron sus bancas?

Si una partecita, por pequeñita que sea, hace a un todo, la pregunta del millón es básica: ¿vale más un funcionario libertario o 1.867 funcionarios kirchneristas? Porque eso es lo que tenemos en funciones, hoy, en el momento en que usted lee estas líneas: 1.867 funcionarios kirchneristas. En funciones. ¿Esperabas otra cosa? No lo digas en voz alta, comunista, ¿no ves que en ocho meses no se puede obrar el milagro de mandar a la casa a los que nos dejaron el país detonado? Por si fuera poco, esos 1.867 la pasan mejor que aquellos designados por Milei: nadie los tiene en la mira para echarlos si no se agachan a besar zapatos. No los rajaron el 10 de diciembre, mirá si van a tener miedo.

P.D: Ya que hablamos de legitimaciones varias… ¿Vieron qué lindo conmemorar 30 años del peor atentado de nuestra historia y saber que a nadie del gobierno le molesta el prontuario del ministro de Justicia?

P.D II: 1.867

P.D III: ¿Les conté que saqué libro nuevo?

Nicolás Lucca

 

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3 respuestas

  1. Ser todólogo es parte de nuestro ADN. Lo que cambió es que antes nuestras opiniones categóricas no salían de la mesa del café o de la sobremesa desvelada del asado del sábado a la noche. Llegaron las redes con narcisismo reloaded y esos comentarios salen al eter porque es gratis y de ahí , sin escalas, a crear problemas donde no había.

    Entre los todólogos hay gente que sabe y otra que no, pero está convencida de que sí, pero ambos bandos opinan en el maravilloso mundo de la abstracción, donde la firma no es la propia. Cuando bajás a lo concreto y hay que resolver con lo que hay y encima ponerle tu firma, se acabaron los diletantes y haces lo que podés con lo que tenés y muchas veces hay que recular en chancletas; hacés de cuenta que nunca dijiste lo que dijiste cuando opinabas por deporte, cara de poker y aquí no ha pasado nada, señores.

    Cuando llegaste a tener la lapicera, los absolutos desaparecen: O el derecho de expresión es absoluto – limitado solo por el puñete que te podés comer por desbocado y por el monto del juicio que te van a meter – o sobre determinadas cosas no se hacen chistes porque «no corresponde» … sin entrar a discutir quien marca «lo que correponde» o «lo que no corresponde» porque es más complejo … y bienvenidos al mundo de la relatividad.

    Ninguno de los tipos que están a cargo de nuestros destinos llegaron de Plutón. Son productos de esta sociedad rota. Sabemos que votamos inútiles y advenedizos amontonados en una lista, en el orden que un partido decidió. Pedir excelencia y coherencia es como ilusorio.

    Creo que nuestro círculo vicioso es votar a sabiendas a gente que debería estar vendiendo ballenitas en el tren, sólo porque son menos horribles que otros y esperamos nada más que tengan algún intervalo lúcido cosa de que nos duela menos esta vuelta.

    Hablando de cosas rotas, terminé su libro en dos sentadas nomás. Que valentía abrirnos la puerta a su intimidad de esta manera tan franca; espero que haya sido también sanador ponerlo ahi afuera. El capítulo Desvelados directamente me oprimió el pecho.
    Es un libro que abre ojos y nos hace estar atentos al otro. Creo que cuando empecemos a ver al otro y de a poco nos empiece a importar alguito aunque sea, capaz que ahí si terminamos siendo potencia.

    PS. tremendo plot twist el asunto de #fatheroftwo

  2. son las 0:07 de domingo 21-7 y vi 1 (uno) solo comentario antes de comenzar a escribir lo que sigue.

    No estoy estoy ni pensando en tirar la primera piedra porque me pegaría a mí dada la hora que dije antes.
    Sólo medito sobre el ‘día del amigo’ y salto a que faltan partícipes habituales (no sé quienes) de estos relatos.
    Ese apreciado día del que desconocía los vanos intentos del odontólogo bonaerense Eduardo Febbraro desde su juventud en 1940 para lograr que LA AMISTAD, parece vano escribirlo, tuviese un día en nuestro calendario atiborrado de recordatorios, conmemoraciones, nacimientos, defunciones y otras yerbas, algunas alegres y otras no tanto, HASTA que en 1969, precisamente el 20 de julio, mundialmente recordado como Día de la Luna por la hazaña estadounidense Eduardo vio la ventana de oportunidad y sin excusas valederas el gobierno (de facto) oportuno lo permitió y acá estamos.
    Amigos son los amigos, amigos míos me enamoré …, Felíz día del amigo, etc, mil etc +.
    ¿cuántos amigos puedo tener? Como reza el folklore : ‘sobran los dedos de media,… bueno una mano. Y ¿ a quién elijo ?
    Sin pedanterías : ¿ soy amigo de MI PATRIA ? No se me hincha el pecho por escribirlo.
    Pero sí se me inflama algún genital cuando leo o escucho o veo y si recuerdo haberlo leído, escuchado (en radio), visto (en la tele) a tanto funcionario, empresario, dirigente y otras subespecies humanas con responsabilidad para con sus mandantes jurar por, vivar a o simplemente incluir en sus respuestas en entrevistas a : LA PATRIA.

    Pocos autoflagelados tiene ARGENTINA en su haber, comparables al Señor Favaloro que en cumplimiento de su juramento hipocrático, que no sé si incluye la palabra patria, decidió lo que decidió porque no soportó lo que vislumbraba como destino de su creación (la fundación) y tampoco sé si tiene un día en el calendario NACIONAL ARGENTINO que lo recuerde en calidad de abnegado profesional o buen tipo.

    Hora 01:21 y no sé si me expliqué.
    Hice una mezcla tremenda: la Luna, el incansable Dr. Febbraro, la amistad, nuestra patria, la desvergüenza y el honorable Dr. Favaloro.
    Chau y gracias Nico por tu relato.
    Hora final: 01:30

  3. Ud es muy puntilloso y va profundo en sus criticas. Algunas de las cuales comparto. Por eso lo sigo.
    Pero respecto al comentario «un banco hizo algo absolutamente legal y protector de los intereses de sus clientes…» realmente lo cree?
    Me parece que el banco hizo negocio aprovechando una ventana de oportunidad. Acción que benefició las arcas del banco, también la de sus clientes y perjudicó al mercado. Todo legal. Oportunismo puro, vaya a saber con el acuerdo de quienes.
    Negocio, solo eso.

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