Inicio » Relato del presente » Depende de cómo lo veas
Para continuar con las microclases de neurociencias aplicadas al derecho que iniciamos en este sitio hace un mes, hoy veremos, nuevamente, cómo la percepción de la realidad que nos rodea y de la que opinamos es tan maleable que, hasta podría decir, nos puteamos al pedo.
En aquel entonces, relaté un hecho verídico que justificaba en una pregunta: cómo era posible que tres personas más dieran tantos datos tan diferentes si todos eran testigos. Y desde allí fuimos hacia cómo cada uno recuerda lo que puede o lo que tiene ganas, y cómo eso moldea nuestra percepción de hechos históricos que usamos para justificar nuestras acciones presentes. Mirá todo lo que había escondido en un relato.
Decía que cada uno recuerda lo que el cerebro pudo procesar de lo que vivió. Y cuantas más veces lo cuenta, más se desvirtúa. Pero lo que ocurre con el pasado lejano, también ocurre con los recuerdos recientes. Incluso los de esta mañanita para cuando se haga de noche. Si yo les pregunto dónde estaban en la mañana del 11 de mayo de 2019, seguramente no puedan responderme ni aunque me lea Funes, el Memorioso. Ahora, ¿qué pasa si les pregunto dónde estaban en la mañana del 11 de septiembre de 2001?
Nuestro cerebro descarta los recuerdos que considera innecesarios y guarda lo mejor que puede aquellos que nos marcan la vida. Al menos lo hace el mío. Luego, con los años, y de tanto rememorar algo en grupo, esos recuerdos comienzan a mezclarse con los de otros hasta que se conforma un recuerdo general que puede no ser ni el mío ni el suyo.
Cuando hablo de recuerdos recientes, me refiero a lo cotidiano, a lo que hicieron ayer, a lo que sintieron esta semana, a cómo perciben el inexistente presente, que no es otra cosa que una sensación ficticia de que hay algún punto entre el futuro que se acerca hasta que se convierte en el pasado.
Charlo con argentinos en el exterior. Algunos están exultantes con el presente argentino. Otros están angustiados y están los que agradecen haberse marchado a tiempo. Lo único en común de los tres casos, es que ninguno tiene planes de volver a la Argentina más que para saludar alguna vez.
Si cada uno de ellos se enterara de lo que ocurre en el país solo por las noticias, podría suponer que los diferentes criterios están atados a qué los motivó a irse del país. El que se fue harto del kirchnerismo está contento de que éste ya no exista más, el que solo pensó en lo económico nos mira con ternura y compasión, y así. Pero esta percepción se agudiza con la interacción con los argentinos que quedaron de este lado del muro. Lo que perciba cada uno de nosotros se verá reflejado en lo que contemos.
Y conocer no es lo mismo que percibir, del mismo modo que todo aquello que hacemos con la información es subjetivo a cada uno de nosotros. Si hablo con una persona que vive en Berlín, Alemania ha caído en un califato y la prueba está en una manifestación de musulmanes. Si hablo con otro, considera que es una manifestación de 1.500 personas en un contexto en el que se evalúa expulsar a los refugiados sirios. ¿Qué debería pensar yo?
Antes de viajar a Taiwán, creí que sabía todo sobre ellos. Desde que Aymeric Picaud metió una guía de viajes en el Códice Calixtino en el año 1160, se puede saber sobre lugares donde nunca hemos estado. En tiempos de Internet, no conoce el que no quiere o no le interesa. Estar allí, en cambio, me abrió la cabeza a un montón de cosas que jamás habría imaginado. ¿Cómo es vivir en una isla en la que un par de ojivas nucleares apuntan a tu cabeza las 24 horas y en la que dos veces por día suenan las alarmas antiaéreas? Puedo suponer que es un infierno. Los que viven allí, llevan su vida como si nada pasara.
Es tanto lo que descarta nuestra memoria para poder vivir que muchas veces nos sorprendemos con cuestiones muy sutiles. ¿Nunca les pasó de olvidarse que tenían un suéter hermoso hasta que se lo cruzaron de milagro al reordenar un ropero? No lo recordaban, no lo tenían en mente: había sido descartado para liberar espacio para recuerdos inmediatos necesarios. Pedir un presupuesto para un protector de balcones, una fiesta de cumpleaños a la que fuimos invitados y no queremos olvidar, qué nos falta comprar en el súper, cualquier cosa cotidiana actual ocupará el espacio de la cotidianeidad antigua. Chau suéter. No te necesito. Es como si hubiera recuerdos de verano y de invierno.
La percepción hace estragos en tiempos de crisis. Por eso siempre me intrigaron esas encuestas en las que se nos pregunta si nos sentimos mejor o peor que hace un año o que hace unos meses. Es un método imbatible para medir el termómetro social, porque contra la percepción no hay nada que pueda funcionar. Si yo hago un listado de los números económicos de la Argentina del año 2001, no hay forma de que se pueda entender cómo es que tantos estuvieron satisfechos cuando cayó De La Rúa.
El “dato mata relato” es una expresión de deseo. El relato siempre se impone, porque una buena historia no necesita de veracidad. ¿Cómo se modifica? Con el paso del tiempo y de los recuerdos compartidos. Hasta que alguien se pregunta cómo es que estaba tan bien cuando creía que estaba mal. Y la respuesta es simple: por comparación, nostalgia y cambios de percepción. Ahí tampoco pesan los datos, solo están para confirmar el sesgo de lo que queremos confirmar.
En materia económica cuesta responder a la pregunta “cómo estás hoy”. Cada uno de nosotros tiene una situación económica distinta, diversos recursos más abundantes, o una carencia total de herramientas para subsistir a tiempos de crisis. El que es propietario de un inmueble tiene un problema menos que pesa como un elefante sobre los hombros del tercio de la clase media que es inquilina. Su percepción comienza a mejorar en este aspecto, le afectará en otros.
El que es cliente de una prepaga tiene un buraco en el bolsillo que hace unos meses no tenía. Incluso varía la percepción frente a los aumentos de tarifas de servicios básicos. En la Argentina, el 49% de los habitantes no tiene acceso a cloacas, agua corriente o gas de red. Sus gastos serán distintos. Su percepción, también. Y si creen que hablo solo de los habitantes de las villas, es que no tienen un solo amigo, pariente, conocido o enemigo que resida más allá de la General Paz. El que vive en las afueras de Pilar o de Canning, tampoco tiene acceso al agua corriente, a una red cloacal y, en muchísimos casos, el gas proviene de una chancha de YPF que cuesta un huevo y la mitad del otro.
Y qué decir de los ingresos como contraposición de los bienes y servicios. Cada vez que escucho que un bien ahora tiene un precio internacional, me dan ganas de martillarme las gónadas. No hablamos de commodities, que sí tienen precios internacionales que dicen que valen lo mismo en París que en Santiago del Estero. Hablo de bienes cuyos precios, según explican los teóricos de la economía, son determinados por una inmensa cantidad de variables. Entre ellas, la que más peso debería tener es la oferta y demanda. En la Argentina, el mayor formador de precios es el Estado a través de los impuestos.
Cada vez que escucho que un litro de nafta debe costar un dólar porque ése es “su valor internacional”, quedo al borde del ACV. Lo que tiene valor internacional es el barril de petróleo. ¿Cómo explican que un litro de nafta en Taiwán, país sin pozos ni refinerías que debe importar hasta el último litro, salga más barato que en Reino Unido, donde radican las casas matrices de British Petroleum y Shell? ¿Cómo es que nuestro litro de nafta debe valer un dólar si, cuando desarmo el precio, me encuentro con un 50% de contenido tributario? ¿Qué debe valer un dólar, el litro de nafta con o sin impuestos? ¿Debe valer para la petrolera o para el Estado?
Y eso, estimados, también es una percepción. Cuánto rinde el sueldo es una percepción. De ahí que yo puteaba tanto en soledad contra las paritarias nacionales del gremio periodístico. No es lo mismo un aumento del 20% en los salarios a pagar por Clarín que ese aumento al diario Villa Ojete Post. Así, la empresa para la que trabajaba, terminaba por pagarnos los salarios que podía pagar la más chica de las empresas. El resto, a joderse. Y es que el salario también, es en buena medida, un precio que se paga, en este caso, por un servicio.
Me intriga cómo es que un tipo como Domingo Cavallo haya dicho, abiertamente, que no se pueden liberar los precios tan rápido luego de una economía encorsetada por tanto tiempo. No es que la intriga sea Cavallo, sino qué es lo que vio Cavallo para que Cavallo le parezca un montón. Quizá, en su experiencia de haber llevado a cabo la reforma que Milei quiere replicar, sabe que es imposible la recomposición inmediata de precios, pero a la vez se debe intentar que no se desmadre todo demasiado.
Al Presidente, esta percepción de Cavallo no le cayó muy en gracia. Su percepción es distinta. De hecho, puede decir abiertamente –y lo hizo– que los salarios comenzaron a ganarle a la inflación. Un dato, claro, verificado por un cálculo de medición que no deja de ser un promedio de la general. Habrá salarios que comienzan a ganarle a la inflación, pero no es el caso ni de la totalidad, ni es que ganarle a la inflación por uno o dos puntos es una recomposición salarial. Algunos perciben que es algo, otros perciben que no alcanza ni en pedo.
Del texto de la semana pasada recibí dos comentarios que llamaron mi atención. Negativos, claro, que para autoflagelarme soy un campeón. En ellos me decían que aplicaba una vara sueca o noruega –redondeamos en nórdica– para evaluar los resultados de los primeros meses de la gestión de Milei. Como si no supiera de dónde venimos. Espero que sean personas que cayeron en mi texto de pedo, porque si se trata de sujetos que me leen hace, por lo menos, un año, siento que su memoria a corto plazo ha descartado tantas cosas que tiró al tacho cualquier información sobre mi realidad y antecedentes.
Mi percepción, mía, mía, mía, dicta que a cada precio se le agregó un cero en dólares, mientras que a cada sueldo se le ha quitado uno en su poder adquisitivo. Mi percepción, la mía, sostiene que un alquiler se multiplicó por cinco, la luz y el agua por tres, los bienes y servicios por 2.8 en un año, y mis ingresos por 0,16. Podría decir que mi vara es sueca si me dedicara a cuestionar la capacidad y antecedentes de algún ministro en un contexto en el que todo funciona. Podrían sostener que utilizo parámetros nórdicos para evaluar la casi nula empatía de la dirigencia hacia los ciudadanos.
Sin embargo, la única vara nórdica que yo –yo– percibo, es la de siempre, gobierne quien gobierne: impuestos nórdicos para una economía subsahariana.
Si no viviera en la Argentina, estaría al menos entusiasmado de ver a grandes empresarios que miran nuevamente con interés al país. Luego veo que, desde esta semana, deben dejar un 50% de regalías en el país, y se me pasa la esperanza. Incluso trato de ver con buenos ojos a Elon, a pesar del daño que nos ha hecho a los que pululamos por Twitter, que solo se llama X en su cabeza y en los medios de comunicación obligados a hablar con propiedad. Cuando veo que el hombre más rico, enamorado de nuestro presidente por sus principios de libertad, tranzó todo control de datos con la dictadura comunista china, se me pasa todo interés.
Si me dedicara a leer solo a los que publican datos sin tener la chance de corroborarlos, quizá estaría con una percepción mucho más positiva. Si divido mis ingresos de noviembre del año pasado con un dólar blue a 960 y lo comparo con el actual, perdí poquito. Quizá la comparación correcta sería dividirlo por paquetes de fideos, pero como en noviembre del año pasado no se conseguía ni spaghetti usado, usaré el kilo de pan. Si divido mis ingresos por kilos de pan de noviembre de 2023, hoy me alcanza para la mitad. Y eso que tomo el precio después del aumento del 27 de noviembre del año pasado.
Para pasar en limpio, el dólar quieto es un datazo para el control de la inflación. Pero cuando todos los aumentos se acercan al dólar y los sueldos quedan quietitos, no hay cálculo que consuele.
La construcción cayó un 42%. La industria, lo hizo en un 21,2%. El sector agropecuario está, de mínima, molesto por el combo de dólar quieto, retenciones que no bajan y cepo cambiario. Las prepagas tomaron nota del pedido del gobierno de retrotraer las tarifas. Y dejaron la nota pegada en una heladera. Las empresas eléctricas se pusieron de culo con el ministerio de Economía.
Aún con ese panorama, todo se reduce a una percepción también condicionada por qué expectativa tengo del gobierno, y cuáles son las expectativas de los demás.
De hecho, me intriga saber cuáles son las expectativas y percepciones de quienes viven afuera y compararlas con las que viven aquí. Quiero leerlos, quiero saberlo. Cómo ven a la Argentina desde adentro y desde afuera. Y, sobre todo, qué tipo de clima respiran. Porque la mayoría de las veces, vivir en Buenos Aires nos da una visión distinta. Otra percepción.
Ahora que lo pienso, me causa gracia recordar el dicho “Dios estará en todas partes, pero atiende en Baires”. Quizá le estamos pidiendo demasiado a un ente que no nos escucha. Aunque, claro, eso es una percepción.
PD: La Cassta maneja los trenes. Después se enojan.
PD II: 153 días sin que el Presidente firme el prometido decreto para incorporar la Organización Terrorista Hamás dentro del listado de Organizaciones Terroristas.
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(Sí, se leen y se contestan since 2008)
13 respuestas
Interesante ida y vuelta. Gracias a todos, los que coincidieron y los que no. Gracias, sobre todo, por el respeto. Por ahí me faltó aclarar que ninguno de mis ingresos depende de un salario fijo, sino que son todas facturaciones. Hace años (2018) que no tengo un recibo de sueldo, desde que dejé de trabajar para Perfil. Muchos de quienes prestamos servicios estamos en una situación extraña, algunos pueden actualizar, otro no. Y en mi sector no se mide por calidad. Podés tener dos títulos universitarios, tres posgrados y haber comandado la redacción del New York Times. Pero, si querés cobrar algo, tenés que bajar al nivel de lo que el resto pide. Somos demasiados y hay poca guita en circulación. Cada uno recorta en lo que menos necesita. Y hoy, lo que menos se necesita, es que te digan cómo estás.
De vuelta, gracias a todos.
Hola. Si cambiarás percepción por sensación, quedaría mejor la nota. Percibir es una operación lógico cognitiva, sentir es una operación emotiva.
Si estamos peor que en diciembre seguramente puede ser, el tema es que del desastre que veníamos (el peor gobierno de los últimos 40 años), hacen que, al haber sido «sincero» en diagnóstico y propuestas (motosierra), aún tenga un alto nivel de imagen. Creo que el «programa» (prefiero la palabra «medidas») es arreglar la «macro» y que la micro se arregle sola y cuando se pueda. Es, en un ejemplo: meto todo en una caja y aprieto hasta cerrarla, como queden las cosas dentro, no es problema actual… Este es el «plan». Si baja la inflación y logran sacar el cepo, cada cual hará lo que pueda para producir y veremos qué pasa…
hola nicolás
percibo que «ninguno tiene planes de volver a la Argentina más que para saludar alguna vez.» es tu percepción magistral.
Hola, primero disculpas si mi comentario es muy básico, no tengo mucho vuelo al escribir. Soy profesional de la agronomía, vivo en una ciudad el interior de la provincia de Buenos Aires, trabajo en el estado nacional, despues de estar 7 años en este mismo trabajo como monotributista, otros 10 años en planta transitoria y hoy agradeciendo que hace 2 años me pasaron a planta permanente. Agradeciendo (sin poder quejarme por el sueldo que no le gana a la inflación) porque me podría haber tocado este gobierno teniendo un contrato y quedarme sin trabajo a traves de un whatsapp una tarde como le pasó a varios. Desde el terreno, no vemos una lógica en el ajuste que se está haciendo en la planta pública, vemos cortes de programas y de líneas de trabajo sin un criterio lógico, en particular, vi desarmarse un equipo de psicólogos y psicopedagogos del área de niñez y familia que hacian atención primaria en los centros de salud de los barrios, esas familias jamás podrán pagar a un profesional para un tratamiento de esas características, y dentro de unos años esos serán los chicos que no saben leer, o no pueden integrarse al sistema escolar. Tengo tres hijos a cargo, y despues de 19 años en mi trabajo, es muy dificil vivir con el miedo de perder el trabajo, y es muy destructiva la campaña de desprestigio que estamos viviendo, si hay ñoquis en el estado, que los detecten y los echen, pero la mayoría no lo somos y tenemos funciones a veces invisibles pero imprescindibles que son propias del estado y no pueden delegarse a los privados. Desde acá tengo la precepción que desde el gobierno toman desiciones en base a lo que conocen de Capital Federal y conurbano, y que los del interior no pesamos demasiado en su planila de excell y en las elecciones, asique las medidas que toman quedan mchas veces descontextualizadas en nuestra realidad.
Te leo desde hace muchos años y es la primer vez que me animo a escribir. Gracias por lo que escribis, es mi lectura de sábado para ver en que anda la política del país, porque ya no puedo ni escuchar la radio, no encuentro muchos periodistas con voz propia, gracias por ser incorformista, por hacerme pensar y a veces tambien a darle forma a pensamientos que tengo . Buen domingo!
Esos chicos que no saben leer y no pueden integrarse al sistema escolar son justamente el resultado de las políticas públicas llevadas a cabo en los últimos años por gobiernos de izquierda, que marcaron un retroceso en todos los aspectos socioeconómicos de nuestra sociedad. Esa es mi humilde opinción y respeto igualmente tus comentarios.
Si, lo sé, concuerdo que es consecuencia de todo eso y apoyo una reforma a mediano y largo plazo, pero mientas tanto, esos chicos se quedaron sin nada y no proponen ningun plan para asistirlos. Gracias por el comentario.
Impecable, nunca más de acuerdo con vos que esta brillante relato. No dejes de escribir!
Hola Daniel! Me voy a meter en la conversación. Creo que la riqueza del artículo de este sábado está en captar las distintas percepciones; quizás así podemos llegar a tener un panorama un pelín más amplio.
Ante todo celebro que tus hijos quieran construir su futuro aqui – necesitamos esos jóvenes con ganas de cambiar las cosas – y también me alegro que tu actividad te permita ordenar tu economía; eso da energía para seguir.
Acá va mi percepción: soy profesional liberal y trabajo con mi papá en otra profesión complementaria. Como la mayoría de los que estamos en servicios, lo nuestro, en épocas de vacas flacas a menos que haya una urgencia, es prescindible.
Con cuentas apretadas para todos los clientes (incluso empresas que tienen plantas paradas porque no pueden importar insumos, a pesar de que informan que sí) a veces tenés que esperar un toque más por el pago de los honorarios. Esa espera se traduce en hacer tronar el canuto guardado para las emergencias – situación más que desagradable para mí – o en abstenerte de un gasto.
Por eso, mi percepción es un poco menos optimista que la tuya. Puedo sin embargo bancar el ajuste – aunque haya cosas que no me cierran – y aunque me gustaría ver que la casta pagara algo de todo esto. Como para no sentirme el pagarín de la boda, as usual. Sí, la reducción de tanto empleo púbiico innecesario me emociona, pero me jode soberanamente que en los puestos jerárquicos permanezcan indeseables ganando fortunas.
Nuestros colegas están más o menos en la misma y, obvio, siempre está el profesional que tiene otros ingresos y por eso no la pasa tan ajustado. Así las cosas, en el sector al que pertenezco hay muchísimas percepciones diferentes a la mía.
Mi otra actividad está en el tercer sector. Mi trabajo voluntario en barrios periféricos me enfrenta con otra realidad. Para mí y para mis compañeros «la clase baja» tiene caras y nombres y por eso te da más impotencia.
Particularmente me tocó lo que comentaste acerca del acceso de tus hijos a excelentes ingresos por su educación. No pude evitar pensar en los chicos con quienes trabajo, que nunca van a tener esa posibilidad de progreso, ni con vouchers ni con universidad recontra pública ni con magia. Calculá que están en la mitad de la escuela, escriben horrible y no entienden lo que leen. Y ni siquiera son conscientes de su situación; lo peor, porque si no te descubrís en un lugar fulero, no tenés las ganas para salir. Ellos no pueden bancarla. Para cuando llegue la mejora, ya estarán más allá de toda redención. Por eso mi sentimiento de impotencia. Para ellos, es hoy. No en 2025 cuando se puedan sacar leyes buenas ni cuando lleguen las reformas de xª generación
Estos chicos y sus familias, hoy, están más preocupados porque vino el frío antes y no tienen abrigo para ir a la escuela. Y son muchos. Por eso, a mí cada vez me molesta más oír hablar a la gente en el poder – pasados, actuales y wannabe’s – porque JAMAS tienen el cuadro completo.
Por eso la riqueza del artículo de hoy es animar a aportar percepciones. Capaz que si lo de hoy termina siendo bien colaborativo, lograremos llegar a comprendernos más.
Perdón la intromisión. Nico: muy bueno el disparador para sentarnos a pensar!
Hola Laura, no soy ajeno a esas realidades que describís, de hecho he trabajado varios años ‘ad honorem’ para ayudar a gente sin recursos, y estoy empapado de esas situaciones que también me movilizan y me conmueven, ese trabajo me valió una beca -del sector privado- para hacer un posgrado en la UBA que costaba mucho dinero y de otra manera -en ese momento- no hubiera podido hacerlo. Ayudar a otras personas es una de las tareas mas gratificantes del ser humano, te cura de la depresión, la ansiedad, y te obliga a dejar de mirarte siempre el ombligo. Tal vez por mi comentario anterior di la impresión de que vivo en un frasco y que mi percepción optimista no se condice con la realidad actual, sin embargo estoy convencido que las situaciones que vos describís del conurbano (educación mediocre, miseria y falta de trabajo) son consecuencia de las políticas públicas anteriores moltivadas en populismos de izquierda que con el afán de ganar votos y preservar sus curros «regalaron el pescado sin enseñar a pescar», y eso no se revierte de un día para el otro, y tampoco hay que esperar que la ayuda venga siempre del Estado, detrás del cual se esconde siempre un político con intereses mesquinos. Mi abuela española era analfabeta, y aprendió a leer y a escribir gracias a un niño de una familia para la cual trabajaba como empleada doméstica cuando llegó a la Argentina, su falta de educación no le impidió progresar, dos generaciones después sus nietos y bisnietos son profesionales, y no sólo saben leer y escribir, sinó que hablan varios idiomas, el asecenso social fue evidente en un país que no te regalaba nada, o tal vez si, simplemente te daba la libertad de proyectar un futuro de progreso con tu trabajo, podía comprar el terreno con la libretita, y «te regalaban los ladrillos» para que te hagas la casa. La ayuda para salir adelante no vino del Estado, vino de otras personas como vos, y como yo, y muchos otros, que tienen la vocación de ayudar a quien se quiere ayudar, tal vez simplemente facilitando el camino para que pueda progresar por si sólo, simplemente ayudando a leer y a escribir. Todas las ayudas que recibí en la vida vinieron de otras personas, no del Estado, a excepción de la educación, que no es poca cosa, la cual sin embargo no tiene rédito político. Soy optimista, el dilema de la existencia de dios o me quita el sueño, pero si creo firmemente en el hombre como un ser que a pesar de su naturaleza egoísta posee también la gran capacidad altruista y de hacer el bien, y reconociendo esa naturaleza dual el Estado no debe ni criticar la primera ni compeler a la segunda. Cualquier ideología que parta de una premisa errónea respecto de la naturaleza humana condenará al fracaso de su sociedad, esa es mi humilde opinión. «Laissez faire, laissez passer». Lo demás, vendrá solo.
El hombre «enamorado de los principios de libertad» no permite que sus empleados tengan un sindicato y tiene los peores numeros de accidentes laborales de la industria. Libertad para morirse trabajando si, libertad de asociacion no. En todo caso, si no les gusta, siempre son libres de morirse de hambre, como dice el presidente.
Ahhh, me olvidé de algo, hasta el año pasado mis hijos dos planeaban irse del país, ambos tienen ciudadanía italiana, ahora ya no se habla de eso, casi en forma espontánea la economía doméstica requiere de sus capacidades y pueden planificar un futuro acá, en su país, con su familia y amigos. ¿Sabés la felicidad que eso implica para un padre que puede proyectar ver crecer a sus nietos?
Hola Nicolás, siempre leo tus artículos porque me ayudan a pensar, y en éste en particular creo que hay varios elementos que pasás por alto y también están influenciados por tu percepción individual, por ejemplo, el hecho de que la inflación siempre va por delante de los salarios, tanto cuando sube como cuando baja, o sea, en el caso de que suba, con el ajuste del sueldo del mes siguiente recién se recupera lo que perdiste el mes pasado, que a su vez ya es consumido por la inflación del mes en curso, en cambio cuando baja, es exactamente al revés, y ni hablar si hay deflación. En segundo lugar, el hecho de que mas de la mitad de la población no vive de un salario, sino que es cuentapropista (comerciante, industrial, profesional independiente), o muchas veces ambas cosas, y en ese aspecto los ingresos ya mejoraron con un dinamismo mucho más rápido que los salarios, sino no se entendería el aumento de consumo en supermecados, a sólo modo de ejemplo, en tercer lugar el aumento del empleo privado, y para ello tomo como parámetro a mis dos hijos (de 21 y 24) que consiguieron empleos recientemente, uno de ellos, el menor y recién recibido de marketing, lo contrataron de una multinacional con un sueldazo y un montón de beneficios que yo no tuve en la vida (le pagan la nafta del auto -mi auto- el seguro, el peaje, le dan compu, celular etc.), todo ello redunda indirectamente en mi beneficio también que no tengo que pagar esas cosas. Lo mismo se repite con el hijo del jefe (dentista) de mi mujer, y hasta con el marido de su pedicura, técnico electrónico, que también lo contrataron de una empresa con sueldazo y beneficios que ni ellos se lo pueden creer. Y finalmente, y no menos importante, la cuestión de los alquileres, no es que antes eran más baratos, salvo que consideres a una confiscación a la propiedad privada -a través de normas que impedían la indexación de los alquileres- como un mecanismo legítimo de abaratar precios de la economía. De todas maneras, salvo que el inquilino sea sólo un asalariado que está mas ajustado con los ajustes de su sueldo, en el caso de ser cuetapropista (carpintero, comerciante, y hasta chofer de uber) no tienen problema en pagar el aumento, de hecho te sacan los inmuebles de la mano, yo me dedico a eso. Y ni hablar del nuevo dinamismo inmobiliario, no solo en demanda de alquileres sino de compra-venta de inmuebles, se palpa, se siente, es algo concreto. En fin, empecé el año con miedo, sin saber si podría pagar las cuentas, y a ésta altura del año advierto que no sólo las estoy pagando, sinó que estoy ordenando mis deudas generadas años pasados con el regreso del crédito, no me puedo quejar, estoy fascinado, y mi percepción es que esto recién empieza, y eso que soy un pichi de la economía, no me quiero imaginar lo que debe significar para las pequeñas y medianas empresas que en definitiva son las que dan empleo de calidad. Ojo!! Es mi humilde y sesgada percepción. Abrazo!
Que buena manera de confirmar lo que habla el texto.
Cae 42% la industria, y lo que en cualquier pais califican como «depresion» (porque una recesion no tiene esos numeros) esta persona lo califica de una mejora en la economia domestica porque el hijo, profesional recibido, consiguio trabajo. Ni hablar de decirle cuentapropista a la mayoria de monotribustristes, muchos de los que solo contratan bajo esa modalidad para evitar pagar aportes, y compararlo con un capitalista industrial.
Y hablar de deflacion en Argentina… lisérgico.
Revuelta en el frenopatico.