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Todos menos yo

Todos menos yo

Entonces, como están las cosas, se dice que el verdadero enemigo está entre nosotros. Y a veces lo está, pero no se señala bien. Yo estoy seguro de que no soy el adversario, como el otro está seguro que no lo es y así todos sospechamos de todos. ¿No es genial, licenciada? Sin embargo, hay que sostener esto para que se crea que le estamos haciendo frente a ese enemigo. En realidad, yo creo que señalar enemigos imaginarios o difusos es una forma de victimizarse, pero viera usted lo bien que funcionan para mantener unida a la tropa.

Sí, ya sé que le hablé de esto, pero si vengo con lo de superhéroes y dioses usted se duerme. Mire, resulta que yo esquivaba toda chance de estar sobreinformado porque afecta mi estabilidad emocional. Y venía bien hasta que me llega un correo con un llamado de atención general ante una avanzada del Poder Ejecutivo sobre las libertades de los periodistas.

Me alarmé. ¿Cómo es que el Poder Ejecutivo atentaría contra la libertad de expresión si todos los domingos el Presidente da una entrevista a un periodista distinto entre los tres únicos periodistas que tiene la Argentina?

Ya había descartado otras denuncias que me parecieron zonzas. Cuando me dijeron que el Presidente atacaba a los periodistas y, puntualmente, al Foro de Periodismo de la Argentina lo tomé como una fake news. O sea: entre los tres que rotan en Aló Javier, hay uno que es socio fundador y permanente de FOPEA. Si el presi despreciara de verdad a esta organización, alguno de los dos habría saltado. O el Presi por tener sentado a un mercenario de FOPEA o el periodista por tener enfrente a un tipo que desprecia a toda la especie, a sus organizaciones y, por principio transicional, al mismo periodista.

Y como esto nunca ocurrió a lo largo de toda la charla dominical, tomé la señal de alarma como lo que es: una exageración.

Luego vi el Boletín Oficial y encuentro un Decreto firmado por el líder intergaláctico de las ideas de la Libertad que restringe de forma deliberada los alcances de la Ley de Acceso a la Información. Como tipo que piensa raro, lo primero que supuse es que el Presi tiene muchas ganas de que le claven una inconstitucionalidad tan grande que motive una pelea con el Poder Judicial. Después recordé que tan solo quiere que no le rompan las guindas.

Un decreto reglamentario no puede nunca, bajo ningún pretexto, subterfugio o trampa, modificar el espíritu de una ley. Yo estoy seguro de que buena parte del odio contra el sistema político que supo capitalizar Javier Milei tomó más impulso cuando se hicieron públicos los listados de asistentes a la Quinta de Olivos en la época más dura de la cuarentena, cuando fue tan jodido oponerse que, incluso, el ahora Presidente trató de hijo de puta a Mauricio Macri por “ensuciar la palabra Libertad”. ¿Qué había hecho el expresidente? Celebrar que la gente había salido a manifestarse en contra de una cuarentena que había comenzado por 15 días en marzo y acababa de cumplir cuatro meses. Tiempos en los que unos pocos nos sentíamos bastante solos y éramos señalados de extremistas por el sencillo acto de firmar una Solicitada.

¿Y cómo se supo de ese listado de argentinos superiores a otros argentinos con capacidad de ingreso y egreso de la Casa Rosada? Gracias a un pedido de información que hoy sería imposible de obtener por una sencilla razón: el nuevo Decreto considera que no es información pública el ámbito privado. Y todos sabemos que ninguno de los asistentes a las fiestas de Olivos iban en calidad de partícipes de reuniones de Gabinete. Le repito: hoy no sería posible conseguir esa información.

No sabe lo triste que son mis problemas de memoria, licenciada. Ya lo hablé varias veces esta semana, le creo, pero eso no es por problemas de memoria, sino por lo que me impacta. No consigo recordar conversaciones ni aunque las lea. Es como si tuviera una ventana a una realidad alternativa y viera a mi yo de un universo paralelo decir esas cosas que, precisamente por no ser yo, no recuerdo.

Busco notas viejas para leerlas y tratar de pensar qué sentía o por qué escribí líneas que no recuerdo haber escrito. Así fue que terminé por repasar las firmas de aquella Solicitada y vaya sorpresa me llevé al encontrar a tipos que hoy son más oficialistas que celebrar la riqueza de los jubilados.

Lo mismo hice con la votación nominal de la ley 27.257 de Acceso a la Información. Fue tan homogéneo el asunto que, incluso, tuvo el voto afirmativo de Julio De Vido antes de salir eyectado del cuerpo legislativo para aterrizar en Marcos Paz. Entre los entonces diputados que votaron a favor estaba el mendocino Luis Petri. No quiero imaginarme lo que debe ser la cara del ahora ministro al tener que ver a su jefe mancillar el espíritu de una ley que él mismo votó. Pocos dimensionan que el mayor problema de tocar esa ley no es solo para los periodistas. Fue aprobada en 2016, en un contexto de total espanto frente al nivel de corrupción que reinó por años. Esa ley, más que de información, es disuasoria. Es un freno al ilícito impúdico, es una ventana siempre abierta a lo que un funcionario hace.

A veces creo que el Presi duerme con el Leviatán de Thomas Hobbes en versión audiolibro y concilia el sueño cuando escucha “por Libertad se entiende, de acuerdo con el significado propio de la palabra, la ausencia de impedimentos externos, impedimentos que con frecuencia reducen parte del poder que un hombre tiene de hacer lo que quiere.” Y ahí a reposar en los brazos de Morfeo.

No sé si le dije, licenciada, pero yo creo que Javier Milei es de esas personas que aparecen muy de vez en cuando. Sí, es carismático. Hace casi una década, alguien que ya no soy yo comenzó a escribir el primer capítulo de su primer libro con la palabra “carisma” como tema central. Allí, al hablar de otras personas, tiré algo así como que es “esa extraña fuerza sobrenatural que genera encandilamiento por la persona que te vuelve loco y a la que le perdonás cualquier cosa”, como “cuando dice cosas inentendibles y otros las repiten aunque no tengan idea”.

Y el Presi cuenta con esa bendición. ¿No vio, acaso, las encuestas de imagen positiva? Van en una senda distinta de la imagen que se tiene del gobierno. Cómo no ponerme serio si hace rato que le digo que, de todas las cosas que me preocupan de la Argentina, es esa facilidad para dejar pasar cualquier cosa con tal de que nos solucionen la economía. Y eso está ocurriendo ahorita mismo. ¿Qué van a venir con cuestiones de libertad de expresión y transparencia si hay que desarmar una inflación que venía corriendo al 17 mil porciento?

El Presi cuenta con la bendición del carisma. Cómo lo utiliza, bueno… Eso es otra cosa. Otra vez volvió a sostener que El Zorro tiene una simbología encriptada de libertarios anarcocapitalistas. Lo hizo en una clase magistral para contestarle a la expresidenta Cristina Fernández, otra gran aficionada a realizar comparaciones tediosas y agarradas de los pelos. Y después nos reímos de los papers del Conicet sobre el metamensaje del Rey León.

Y no dejo de pensar en la suerte que tiene don Javier. Porque plantarse en estos términos, con este nivel de bravura contra el kirchnerismo, no es muy meritorio. Si Macri hubiera querido hacer lo mismo, volaba antes de que llegara el helicóptero. Cuando leo que en 2016 no hubo coraje, me pregunto en qué país vivían, si por un mal día en los mercados Crónica tituló «Macri se va en helicóptero». Todavía estaba la tropa ordenada detrás de Cristina y muy, pero muy calientes. Pegarle al kirchnerismo en el 2024 es demasiado fácil. Se pegan solos, de hecho. Hace una década, en cambio, te destruían. Literalmente.

Y ya que hablamos del uso de las palabras, licenciada, discúlpeme si abro otra pestaña, pero la tengo ahí y me pica: la oratoria, estimada, la oratoria. Desde tiempos ancestrales se ha utilizado a la retórica como pilar de la persuasión y de la polémica. Hablo de milenios de perfeccionamiento de un arte difícil en extremo que recién ahora, gracias a los avances científicos, comprendemos por qué es tan, pero tan dura: prácticamente nadie puede ser convencido de creer en lo que no creía de antemano.

Fíjese qué jodidamente previsibles son los humanos que, todavía, discutimos sobre temas opinables y opinamos sobre hechos que no admiten demasiada interpretación. Entonces, las técnicas de retórica apuntan a las coincidencias mayoritarias y, gracias a eso, se utilizan las frases correctas, las más gastadas o novedosas –poco importa– con tal de lograr que el oyente se sienta identificado. ¿Y cuál es el sentimiento más abundante en la humanidad? No me diga el amor, que esto es un diván de terapia y no una clase de constelaciones. Sabemos que el sentimiento que ha movido a la humanidad ha sido el miedo en todas sus variables. Generar miedo y tener miedo genera actos. Y cuando el miedo no logra ser canalizado o explicado, surge la frustración: el miedo a no obtener nunca lo que sentimos que nos merecemos.

El tema es que la retórica funciona bien cuando es por cuestiones que generan consensos positivos. Todos queremos vivir bien, todos queremos cosas que tienen distintos grados para cada uno, pero que al menos tienen un título en común. La confrontación no es una técnica de retórica conveniente, dado que los argumentos son siempre refutados. Si fueran irrefutables no habría confrontación, ¿me sigue?

¿Ubica el prevaricato? Fuera del mundo del derecho tiene una definición olvidada: torcer los argumentos hasta el extremo de encontrar justificativos para cualquier acción perjudicial. Y qué mejor que conseguir el consenso de la víctima.

En una conferencia que Umberto Eco dio ante la Universidad de Bologna después de la Guerra de Irak y antes del surgimiento de las redes sociales, el multifacético italiano dijo que, aquel que prevarica, busca “actuar en contra de la honestidad transgrediendo los límites de lo lícito”, y que “a sabiendas de que prevarica, desea en cierto modo legitimar su propio gesto (y) obtener el consenso de quien es víctima de la prevaricación, o encontrar a alguien que esté dispuesto a justificarla”.

¿Qué por qué le traigo a don Umberto a este diván? No sé. ¿Le conté que el presidente tiró con munición gruesa cada vez que pudo contra “periodistas” (las comillas son de su autoría) y, casualmente, ocurre cada vez que alguna investigación le toca de cerca a su imbatible e impenetrable prédica moral y estéticamente superior?

Hace tan solo unos días, Hugo Alconada Mon dio a conocer una serie de facturaciones de Milei a la gobernación bonaerense en tiempos de Scioli. Es más que obvio que, para obtener esa clase de información, ningún periodista necesita de una ley de pedido de acceso a la información.

Todas las causas de corrupción contra el gobierno de Néstor y los de Cristina surgieron de investigaciones periodísticas realizadas antes de que existiera la ley de acceso a la información. La única excepción fue la del boludo de los bolsos con guita.

No me gusta hablar de mí ni acá en el diván, licenciada, pero en este caso usted puede dar fe de algo: yo mismo tengo mis grandes dilemas con el periodismo y con sus instituciones sagradas. Hasta he tenido mis momentos con FOPEA en 2016, cuando se pusieron a debatir si once horas de hostigamiento público por parte de un legislador hacia mi persona configuraban, o no, un ataque amedrentador. Terminaron por apoyarme. Yo los quería putear.

Luego me interioricé de cómo funciona la organización y comprendí que nada es lineal, como corresponde a un lugar habitado por cientos de personas con sus creencias y formas de ver el mundo.

También está claro que no soy la persona indicada para hablar de una defensa estoica al periodismo cuando tengo un serio conflicto de visiones y formas de abordar la vida con una buena porción de mis colegas. ¿Recuerda cuando me planté en el conflicto del puñetazo y los chupines? Ah, qué grato momento.

Sin embargo, y con el incordio que me genera el corporativismo, no deja de sorprenderme que tras la investigación de Alconada, el presidente deslice que analiza pedir al Congreso que incorpore a los periodistas en el listado de Personas Políticamente Expuestas. ¿Sabe quiénes integran ese listado en cualquier país del mundo libre? Como su nombre lo indica, los políticos. Cualquiera que ocupe un cargo público, debe presentar una declaración jurada todos los años y su patrimonio queda bajo la lupa de la Unidad de Información Financiera.

¿Por qué al presidente le parece que los periodistas deberíamos hacer lo mismo? ¿Por qué no los panaderos, los profesores de yoga, los escritores de novelas? En realidad no le parece ni le importa. Si quisiera saber algo de nuestro patrimonio, tiene otros métodos para hacerlo. Pero una persona políticamente expuesta expone, también, su domicilio, cuántos parientes tiene a cargo, quiénes son sus padres y nombres de toda la parentela.

Textualmente, el Presi dijo ante un periodista su motivación: “que puedan ser sometidos al escarnio público que los periodistas someten al resto de la sociedad”. Otra vez la retórica más vieja de todas, la captatio benevolentiae, la del “yo estoy con vos”. En el sillón del frente miraban en silencio y el Presi dijo que “hay casos de periodistas que se han sentado frente a empresarios, les tiraron una carpeta y si no les daban tanta plata, los exponían” y que fueron “todas mentiras” e “hicieron mucha plata.”

Hasta que aparezca una ley que incorpore a los periodistas dentro de una nómina hasta hoy solo integrada por funcionarios públicos, el Presidente puede comenzar por cumplir con su obligación legal de denunciar los ilícitos de los que, dice, tomó conocimiento. Porque, por sus propios dichos, hay una persona que no está cumpliendo con la ley: él mismo.

Pero como le decía, licenciada, el presidente utiliza la retórica para amalgamar a la tropa y evitar disidencias. Son definiciones antiguas, no un juicio de valor mío. En este tipo de retórica, se apunta a la generalización de todo lo malo para captar adherentes que sientan repulsión por la misma cosa. En este caso, el periodismo o “los periodistas”.

El debate sobre los periodistas es eterno y ni se imagina puertas adentro del cotolengo de los medios. Nos amamos, nos odiamos y todo depende de las afinidades y valores de cada uno.

Yo le mencioné a Alconada porque debe ser uno de los pocos que fue puteado por todo el arco político. Ni cuerdo querría ser como él. Sólo en los últimos nueve años tuvo que ir a declarar unas sesenta veces a tribunales para aportar datos y ratificar sus hallazgos. A tal punto llegaron sus investigaciones que una terminó con la renuncia de toda la cúpula de la Unidad Antilavado. Por si no lo sabe, es uno de los organismos que debe investigar a las Personas Políticamente Expuestas.

Fue por investigaciones de Alconada que terminaron condenados Amado Boudou y sus amigos, Lázaro Báez y sus socios, o Ricardo Echegaray, que además se llevó la cucarda de ser el primer y único titular de la AFIP en ser condenado en la historia del organismo.

Fue por investigaciones de Nicolás Wiñazki que nos enteramos de que la exitosa abogada despuntaba su vicio de arquitecta egipcia con la construcción de hoteles habitados por fantasmas adinerados.

Si no fuera por Mariel Fitz Patrick no tendríamos idea de cuánto crecen los patrimonios de los funcionarios o cuánto dicen que valen sus propiedades. Es gracias a Carolina Amoroso que pudimos ver de primera mano cómo se respiraba en Caracas las elecciones truchas de la dictadura chavista.

Y selecciono sólo a este grupo de periodistas por una sencilla razón: todos ellos forman parte del Foro que el presidente desprecia. ¿Sabe quién más está dentro de ese Foro? El colega ante el que Milei dijo la barbaridad que dijo. Un entrevistador que tenía todo para interpelar en el acto, entre décadas de experiencia y una carrera por todos los grandes medios del país. No lo hizo, no pudo, no quiso. Una pena. Y yo que quería que ese artículo sobre chupines y periodismo quedase desactualizado.

¿Ya es hora de redondear? Bueno, el tema, básicamente, es que lo único de lo que se habla en los últimos tiempos es de la doble vara. Y la doble vara siempre es el otro. Resulta que hay una doble vara entre los que tildan a Milei de ser un facho pero no dicen nada de que la justicia brasileira mandó a cerrar Xwitter. Cruzo la vereda y encuentro otras varas para los que defienden la cruzada por la libertad de expresión de Elon Musk. Luego se sientan y le dan de comer a tipos que, ante una amenaza velada contra la libertad de expresión, sólo se acomodan el cuello de la camisa una y otra vez.

Pero, como le he dicho muchas veces, en este país las ideologías tienen nombre y apellido. ¿Qué es el peronismo? Lo que el líder del momento diga. ¿Qué es la izquierda unida? Una leyenda urbana. ¿Qué es el liberalismo? Bueno, fíjese que eso también está en duda bajo el manto de “las ideas de la libertad”. ¿Quién las encarna? El que nos caiga mejor. Así, es posible estar en el Foro Conservador y atacar muchos de los avances en derechos individuales que la izquierda se ha apropiado, pero que todos –al menos los que leen– saben que surgieron de cabezas liberales, esas que promueven algo así como el respeto irrestricto al proyecto de vida ajeno.

Siempre y cuando no se pida explicaciones de qué hace un funcionario, que acá no estamos para boludeces mientras el futuro de Occidente está en riesgo.

P.D: Tengo amigos que estuvieron con custodia nivel marca personal hasta para ir al baño público. Todo por denunciar un negociado del kirchnerismo con el kirchnerismo en el Poder. Era más fácil facturarles.

P.D II: No me puteen que ya no recuerdo que escribí arriba.

Nicolás Lucca

 

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